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Los mandaderos de la Corte

LIBROS DE AYER Y HOY

Las suspicacias no son infundadas sobre un aparato tan impresionante que es nada menos que uno de los tres integrantes del Estado. Las últimas semanas han sido prolijas contra la intención de convertir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación en una dependencia del Ejecutivo y sus ministros, cuotas partidarias a repartir.

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La sospecha no anda errada después de la imposición, contra todo argumento, del ex procurador y ex embajador, Eduardo Medina Mora. En el pasado, los casos han sido a montón en la llamada alzada. Ya no digamos en los miles de inferiores que se manejan en zonas proclives a la compra, el chantaje y la amenaza.

Ahora aparece el presidente de ese aparato Luz María Aguilar Morales, a desgranar frases ante impartidores de justicia, quizá para salir al paso del descrédito en que se sume el Poder Judicial del cual – con notables excepciones, hay que reconocerlo-, han dado muestra muchas resoluciones.

Los jueces que no son independientes, se convierten en simples escribientes o mandaderos de alguien, dijo en la inauguración del encuentro de la Asociación Mexicana de Impartidores de Justicia. ¿Fue un mensaje directo, lo hizo al tanteo o hay en realidad una preocupación interna ante los vientos de avasallamiento, que ya instalados de varias maneras, amenazan con arrasar el único reducto de justicia que podría tener el pueblo mexicano?

Quizá en algunos sectores de ese cuerpo –donde existen destacados juristas y desde luego personas de una importante trayectoria, conocimiento y dignidad- hay una gran resistencia a ser catalogados como meros mandaderos o gatos de un poder unipersonal que ya avasalla de muchas formas al Poder Legislativo.

El momento de la definición ha llegado. Si no se hace a la mayor brevedad, perderemos todos. La corte del último recurso fue un interesante proyecto que echó a andar con otros penalistas el abogado Erle Stanley Gardner, mejor conocido como el gran novelista de relatos y novelas policiacas, de los que publicó más de 700 narraciones, entre ellas 127 novelas, con un amplio número de seudónimos.

Es el creador del abogado penalista Perry Mason que mantuvo expectante a los televidentes, tras lo enigmas que descubría el actor canadiense Raymond Burr. El proyecto de la corte buscaba reparar errores judiciales cometidos en personas inocentes, proyecto que debería de crearse en nuestro país, con tanta injusticia.

Los títulos de sus narraciones eran muy ingeniosos, con jueces que lanzaban enormes parlamentos en juicios orales, llevados de la pericia del experimentado penalista que era Gardner. En El caso del gatito imprudente (Ediciones Orbis, S.A., 1986) todo el misterio se centra en un felino cuya conducta hace que Mason resuelva el crimen.

Hay en la novela una maraña de muertes, suplantaciones e intereses, que al ser resueltos por Mason, éste deja desarmados a fiscales, policías y jueces. Gardner, llamado el gran maestro del misterio, era un sabio con conocimientos de Geología, Zoología marina, Medicina forense, Arqueología, Historia natural, fotografía, entre muchas disciplinas. Pero siempre luchó por otorgar justicia en contra de los que olvidando su papel de verdaderos jueces, se convertían en mandaderos de alguien.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

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