CRÓNICAS DE LA ÍNSULA
Algunos dirigentes del movimiento de afrodescendientes de Oaxaca están conscientes que luchan no sólo contra los gobiernos estatal y federal que prácticamente los ignora, tampoco cuentan con quienes se han “distinguido” por ser luchadores por los derechos de las minorías, sobre todo dentro del movimiento indigenista.
Es claro que los grupos étnicos han contado con la mayor atención de los gobiernos después de la revolución, en éstos grupos se cristalizó la ideología del nacionalismo mexicano que tiene su esencia en el mestizaje indio-español. En esta visión justificadora, sólo se aceptó ese mestizaje.
Visión corta y limitada. El mestizaje fue más amplio, aunque la presencia de los traídos de África y esclavizados en la Nueva España fue poca —si acaso el 2 por ciento de la población de la Colonia— la mezcla con las otras poblaciones, blanca e indígena, fue no sólo natural sino producto de una necesidad sexual.
Estudios de Gonzalo Aguirre Beltrán, pionero y clásico del tema, establecen que al haber pocas mujeres españolas y pocas negras, la relación sexual entre españoles e indígenas, negros e indígenas, y mestizos y mestizas de toda laya con negros y negras fue intensa. De ahí la importancia de lo que se ha llamado la tercera raíz, la negra.
En México pronto nada quedó de la raza negra pura, hoy los afrodescendientes son mestizos, aun con rasgos africanos. Es fácil percatarse de esa raíz. El gran número de mexicanos de piel oscura —aun sin rasgos africanos— es testimonio de ello.
Al provenir de tres lugares distintos de África y ser dispersos en lo que hoy es México perdieron toda su cultura original, ni siquiera su lengua sobrevivió, pues incluso para comunicarse entre ellos necesitaron del español. Así, ni siquiera pudieron constituirse como etnia, ni pueden solicitar los programas de gobierno creados para dichas etnias.
El movimiento negro es fuerte hoy en Oaxaca, pero inició hace 30 años cuando el legendario padre Glyn Jemmott Nelson desde la comunidad de El Ciruelo, Pinotepa Nacional iniciara esta discusión y búsqueda de atención a la problemática de los suyos. Hoy es fuerte la exigencia de su reconocimiento constitucional. De los resultados del XVI Encuentro realizado este 14 y 15 de noviembre en El Azufre, Tututepec, destaca un proyecto de ley al respecto. Empero, aún es largo el camino. Hay tantos prejuicios que remontar, que iniciaron con el arribo de los negros a México.
Desde Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indígenas, los negros han tenido a los “humanistas” como enemigos. Es muy conocida la postura de ese fraile que aplaudía el ingreso de negros como esclavos para librar a los indígenas de los duros trabajos de la época.
El décano del movimiento, el sacerdote católico Glyn Jemmot destacó en ese sentido lo que dijera en esa misma tónica el gobernador de Oaxaca Gabino Cué, el 22 de agosto de 2013 en Santiago Tepextla, Jamiltepec, en el acto donde se estableció el día 19 de octubre como día de los pueblos Negros, que “con esto no se va a trastocar el carácter netamente indígena del pueblo de Oaxaca”. Eso es interesante, nos dijo Glyn, ¿por qué pensar que eso se va a trastocar?, ¿por qué pensar que es algo contrapuesto?
Enfatiza el veterano activista sobre la importancia del reconocimiento constitucional a los negros. Dice: “Reconocimiento para el respeto y atención a estos pueblos, sí, pero esto no sirve tanto sin autoafirmación de los mismos afrodescendientes, y citó al embajador de Sudáfrica quien habló esa mañana: “Somos nosotros quienes debemos tomar en nuestras manos nuestro presente y nuestro futuro”. Pero necesitamos a los técnicos, a las escuelas, universidades, agregó Glyn.
Sergio Peñaloza Pérez, presidente de la Asociación Civil México Negro, fue claro: Al hoy secretario de Asuntos Indígenas (SAI) del gobierno de Oaxaca, lo “vemos más como un funcionario que como un luchador”. En algunas mesas se echaba de menos a investigadoras e investigadores que no asistieron, salvo excepciones notables. La vanguardia indigenista no asistió. Quizá la carencia de viáticos o buenos hoteles…
No fuera una de esas regias reuniones indigenistas que se realizan a menudo en la ciudad de Oaxaca, en elegantes hoteles o en el Centro San Pablo, con turismo académico, donde dan rienda suelta de “sesudas” teorías (algunas hasta en inglés, sin traducción) cada vez más alejadas de los pueblos indios de Oaxaca que se empobrecen y emigran de sus comunidades en proporción similar a la que aumentan las finas publicaciones y haberes de los beneficiarios del indigenismo oficialista.
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