CRÓNICA DE LA ÍNSULA
No se puede gobernar a base de impulsos de
una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes.
No se pueden improvisar fortunas, ni entregarse al
ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente
al trabajo, disponiéndose a vivir en la honrada medianía
que proporciona la retribución que la ley les señala.
Benito Juárez.
El 1 de diciembre de 2010 Gabino Cué Monteagudo expresaba las más huecas palabras que se hayan escuchado en una toma de posesión:
“La consigna es clara, señoras y señores diputados, nunca más un gobernador que abuse del poder público para beneficio personal o el interés de un grupo en detrimento de la población en su conjunto (…) ¡No toleraré actos de corrupción! Tenemos que erradicar este mal que tanto ha dañado a nuestra sociedad. No permitiré funcionarios que se enriquezcan al amparo de la pobreza de la gente (…) ¡Hay (sic) de aquel que bajo mi mandato anteponga su bienestar personal al del pueblo oaxaqueño!”.
Hoy, a menudo surgen informaciones del derroche del erario de Oaxaca por parte de su gobernador, Gabino Cué Monteagudo.
Primero fue el oneroso gasto de 16 millones de pesos para la remodelación de la oficina del gobernante en Palacio de Gobierno, la “casa del pueblo”.
Después, la habilitación de un baño en el Auditorio Guelaguetza del Cerro del Fortín, para uso exclusivo del Gobernador y sus “invitados” por 1.5 millones de pesos, con acabados de mármol.
Su helicóptero y el de su ex esposa Mané Sánchez Cámara, es otro dispendio.
Pero lo que rebasó cualquier expectativa fue la “Casa Blanca”, construida en el lugar más caro y exclusivo de Oaxaca: en San Felipe del Agua, donde también tienen residencias los ex gobernadores Diódoro Carrasco Altamirano y Ulises Ruiz Ortiz.
De la honrada medianía de Juárez ni quién se acuerde; lo de hoy son los excesos, el boato, la corrupción descarnada.
El costo de esa mansión es la minucia de 7 millones de dólares, igual que la mansión de la esposa del presidente, Angélica Rivera, en Lomas de Chapultepec.
La diferencia es que Oaxaca es junto con Chiapas el estado más pobre de la República. Ni con eso quienes condenaron la primera “casa blanca” reaccionaron igual, los partidos de la coalición que lo entronizó, PAN y PRD, apenas dicen unas palabras donde más bien lo defienden al pedir que el acusador pruebe su dicho.
Gran impacto causaron las declaraciones del pintor oaxaqueño Sergio Hernández al periódico Reforma, en las que aseguró que Gabino Cué tiene múltiples propiedades: la “Casa blanca” de San Felipe del Agua, otra en Zicatela Puerto Escondido y un edificio más en Polanco, Distrito Federal. Y lo retó a demostrar con qué recursos obtuvo esos inmuebles.
Días después surgió otra nota sobre el alquiler de una oficina de lujo que ocupa Cué en el D.F., con una renta mensual de 200 mil pesos, cuando Oaxaca cuenta con una casa propia en la Ciudad de México donde funciona la oficina de representación estatal.
El desdén hacia la sociedad, el desprecio a quienes los llevaron al poder es innegable, la bruma del poder los obnubila, pierden toda mesura.
Defienden lo indefendible, desafían lo razonable, exhiben abiertamente sus conflictos de intereses, para finalmente ser derrotados por la razón.
El caso del suspendido Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca muestra esa absurda manera de gobernar, exactamente lo que censuraba Benito Juárez:
“…no gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa”, pero así es como han gobernando Oaxaca en los últimos sexenios, y el actual ha alcanzado proporciones alarmantes y más que agraviantes.
Un verdadero opositor en la campaña electoral que se avecina tiene en este lacerante abuso y traición al pueblo de Oaxaca, además de un compromiso, un rico filón para atraer simpatías si condena y exige fuerte cárcel para los mentirosos y corruptos del “cambio”… aunque después se repita la historia.