LIBROS DE AYER Y HOY
Los enfermos de que tengo noticia en las últimas semanas- parientes amigos, vecinos, yo misma-, tenían un brote tan extraño, que solo un ingenuo podía pensar que se trataba de una gripa.
Síntomas acentuados, algunos graves y sobre todo un largo período de enfermedad -diez días digamos -, que en algunos casos no ha remitido. Siguen arrastrando tos, cansancio, dolor de garganta…¿Las autoridades de salud no conocían de esos casos o trataron de ocultarlo con algún fin, la visita del papa, quizá?
Ahora que se sabe que es un brote de influenza y que han muerto -cifra oficial-alrededor de 80 personas en el país, ¿hasta qué punto hay una responsabilidad de las instituciones de salud que debe ser investigada, igual a quienes planearon el ocultamiento? ¿En manos de quien está la población? En el caso de la Ciudad de México, ahora entendemos porque el gobierno capitalino se regocijaba con los seis millones de peregrinos que estuvieron en medio de la nube densa de la contaminación de diciembre.
Miguel Ángel Mancera sabía que había suficiente theraflu en sus bodegas, como lo ha declarado en los últimos días. Que frívola e irresponsable manera de tratar a la población y que ignorancia de las medidas de prevención que son lo fundamental en casos como los que estamos viviendo, de repunte de la influenza.
No valieron advertencias, ni las indicaciones de que los males respiratorios, que ocasionan decenas de muertes en la ciudad todos los años y que las autoridades de salud no reportan en su momento, tiene mucho que ver con el flujo de visitantes que se estimula en diciembre, para agradar a la iglesia católica que hace de ello un negocio.
Si se hubiera tratado de trabajadores que protestan o de luchas políticas que si llenan el zócalo, entonces se armaba la vigilancia, los golpes y las provocaciones. Pero como se trataba de pobres creyentes que son estimulados por los curas de los pueblos y aceptados por el gobierno capitalino para que vengan a ver a su virgen, entonces pasaba.
De ahí el ocultamiento de que la cepa de la influenza (presunta gripa) estaba endurecida y que miles de capitalinos están infectados de un mal que tiene sus orígenes en un virus, la contaminación y la falta de prevención.
No hay pero que valga y que ahora – cuando los medios han dado el alerta-, las dependencias de salud de la Ciudad de México y federal, proporcionen información; los que hemos estado sometidos en este clima con precontingencia permanente, a las agresiones de una presunta gripa con todos los efectos que nos han enfermado, estamos así por una irresponsabilidad oficial.
Hasta el más ignorante ha podido ver que esos malestares que duraban días y días con problemas en la garganta, fluidez, fiebre y cuerpo cortado, no eran de un catarro común. Nunca se nos informó -hasta ahora y con cierta reserva como sospechan algunos medios-, que la cepa que anda circulando es una de las nuevas manifestaciones de la influenza que no elimina a las anteriores que también se manifiestan y que pueden prolongarse más allá de dos semanas.
Dos graves omisiones han estado presentes y deben de ser aclaradas: el ocultamiento de la enfermedad y la tardanza en enfrentarla. Dos crímenes se llama la famosa obra de Jorge Ibargüengoitia, en la que con el gran sentido del humor que hace sus obras tan accesibles, retrata a una sociedad y a unas autoridades mexicanas que parece que estamos viendo con su corrupción, sus intereses y sus miserias.
Obras de teatro, novelas, ensayo, cuento y trabajo periodístico llenaron la creatividad de este excelente escritor guanajuatense, que murió en un accidente de aviación en noviembre de 1983, en Madrid, cuando se dirigía con otros escritores a un encuentro literario. En México hubo una gran conmoción.
Es autor entre otras de Susana y los jóvenes, Los relámpagos de agosto, Los pasos de López, Estas ruinas que ves, El atentado. Su novela Dos crímenes, (Joaquín Mortiz 1979) a la que algunos le ven corte costumbrista fue llevada al cine. Discurre en un pueblo de tradiciones, con herederos avorazados, pero los esquemas del costumbrismo que el autor desestima con fina ironía, se estrella además, con la discusión del primer capítulo sobre las vicisitudes del socialismo. Jorge se debe haber reído mucho.
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