LIBROS DE AYER Y HOY
Cuando leí que había muerto el más triste del mundo pensé que se referían a México. Pero no, se trataba del oso polar Arturo, recluido durante años en un zoológico mendocino en Argentina, triste y deprimido por lo que algunos consideran la muerte de su compañera una osa polar alemana.
Dos días después muere en México, quizá también de tristeza por un traslado sorpresivo, el gorila Bantú, cuando lo llevaban a Guadalajara en busca de una compañera.
Los animales sufren y no siempre se toma en cuenta. Mi primera impresión sobre el más triste del mundo, era de todos los puntos errónea; ¿no ha sido considerado México uno de los países más felices de la tierra por esas encuestas que pululan por ahí para agarrar patín? Siempre se pregunta uno en que cifran su felicidad los mexicanos que responden a esas encuestas, en un país como el nuestro, pobre, inseguro, mal gobernado, con un futuro incierto.
Y hay dos consideraciones inmediatas, la ignorancia de lo que es la felicidad y la esperanza imbíbita que hace que una persona mantenga su optimismo ante la adversidad.
Los adjetivos que le cargan a la tristeza como afecto, son muchos y variados, pero llama la atención que entre éstos -dolor, nostalgia, aflicción, soledad, inutilidad, cobardía, cercanía del mal, entre otros-, se mencione el goce.
Independientemente de lo que digan los expertos psicólogos, el goce puede ser la causa de que, con tantas tribulaciones, los mexicanos se declaren felices; el goce, quizá, de la infelicidad.
Otras características que pueden incluirse – y volvemos a los expertos-, es el espíritu de lucha, encono y rabia, que surge en quienes están poseídos de una enorme tristeza.
Lo vemos en los padres de los normalistas de Ayotzinapa y en los dolientes de Nochixtlán. A ellos no los ha arrastrado hasta el derrumbe, la enorme tristeza que padecen.
Antes bien, se levantan, se yerguen y luchan denodados, demostrando con ello que cuando se aferra un sentimiento negativo, el cuerpo se defiende y busca todo tipo de elementos para su equilibrio.
En este caso la justicia. La francesa Francoise Sagan que fue joven precoz, volcó en su famosa novela Buenos días tristeza (Tusquets Editores 1997), dos sentimientos que conmocionaron a un publico que leyó la novela y vio la versión cinematográfica en los años sesenta del siglo pasado: remordimiento y arrepentimiento.
Ambos, para lamentar la pérdida de la mujer que les ofrecía todo a la hija y al padre y a la que despreciaron. La mujer escogió un final trágico.
Muy compleja es la novela de Ricardo Garibay triste domingo (Narradores contemporáneos, Joaquín Mortiz 2001) acerca de una mujer que ama a dos hombres y no sabe que decisión tomar.
No hace concesiones románticas el excelente escritor hidalguense, antes bien va delineando el carácter de los tres personajes y exhibe un profundo conflicto que a simple vista puede ser pueril.
No te aflijas le dice un amigo gay al personaje femenino Alejandra, “disfruta de los dos”. Pero la tristeza de los domingos solitarios – días en los que se quedaba sola-, va minando una mente de 26 años y la lleva, como en el caso de la novela de Sagan a una decisión sorpresiva.
Garibay, fallecido en 1999 a los 76 años, fue autor de novelas, cuentos, ensayos y teatro.
La casa que arde de noche fue una de sus principales obras, pero suscitó polémica con Las glorias del gran Púas, que al parecer no le gustó al famoso boxeador.
Al menos así me lo dijo en una entrevista que le hice a fines de los noventa.
En este momento en el que se dirime el conflicto magisterial, Garibay, quien fue jefe de prensa de la SEP y era un hombre crítico y justo, tendría, a no dudar, una profunda tristeza por la forma como son tratados los maestros de la CNTE.
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