LIBROS DE AYER Y HOY
El Sistema Nacional Anticorrupción entró en vigor el 18 de julio, con un conjunto de leyes secundarias, que pretenden enfrentar el mal de la corrupción en el país.
Pero si la impunidad, vertiente principal de la apología del delito y el vicio, la manipulación, la mentira, son endémicos ¿podrán un conjunto de estamentos variar las conductas que se imponen desde las más altas esferas? Conductas que se aceptan y confiesan pero que no se revierten en lo material ¿Podrán esas leyes poner a funcionar realmente los aparatos de justicia que dejan libres al 90 por ciento de infractores sobre todo de los sectores políticos y administrativos?
Los beneficiados con sueldos apabullantes, gastos personales afrentosos, grandes y turbias propiedades, viajes costosos, está claro que ofrecerán resistencia.
Si no cambian las conductas tipificadas en estas leyes y otras de diferentes materias, pero que están vinculadas a actos corruptos, seguiremos con ocultamientos, fraudes electorales, dedazos, favoritismos, usos acomodaticios de la función pública, impunidad y corrupción, en suma, como lo hemos visto en las investigaciones del caso Ayotzinapa y en la exoneración del caso Tlatlaya y otros similares; todos del aparato administrativo que integra la PGR dependiente del ejecutivo.
La sociedad está harta de que tipos como Humberto Moreira, ex gobernador enriquecido en el poder y ex presidente del PRI acusado de corrupción, demande a un investigador de prestigio como Sergio Aguayo, en un clásico de patos disparando a escopetas; de que todos los ex gobernadores y gobernadores señalados como corruptos, partícipes en crímenes, todos esos de Morelos, Veracruz, Chihuahua, Tamaulipas, Tabasco y otros estados, sigan en el poder o anden libres.
A diario se señalan funcionarios corruptos y se exige su despido, pero los funcionarios siguen ahí. El mismo día en que se da a conocer el sistema y se hace públicamente profesión de fe, se nombra a un maestro reprobado en el sistema de evaluación magisterial.
El conjunto de leyes se sancionó cuando ya habían quedado fuera los empresarios, de la obligación de rendir cuentas sobre dinero publico ¿Se cree entonces que las cosas van a cambiar o es puro tartufismo? El Tartufo fue una de las obras más debatidas de ese genio francés del siglo XVII llamado Jean Baptiste Poquelin, apodado Moliere, que le causó no solo censuras, persecución, sino pérdidas económicas por la prohibición de representar sus obras.
¿Y quienes creen que eran los instigadores?, los poderosos y ricos de la época y el clero siempre retrógrado, acusando al dramaturgo de ofender a dios con sus obras. Fue Luis X1V, el mismo de La máscara de hierro de Alejandro Dumas, el que entendiendo el carácter crítico de Poquelin ordenó que se levantara el castigo. Pero para entonces el término tartufo se había acendrado y todos lo utilizaban para calificar a los que tienen doblés, son hipócritas y falsos.
Los diccionarios hicieron su papel y así designan actualmente a los que no dejan claros sus objetivos. Tartufo era un hombre abusivo, hipócrita, que se aposentó en la casa del rico Orgón y buscando quedarse con su fortuna y casarse con su hermosa hija, urdió todo tipo de tramas haciéndose pasar por devoto, santurrón y bien intencionado.
Moliere en realidad usa la obra para criticar la hipocresía de los que estaban en el gobierno y de los clérigos de alzada y señalar la forma como usan el poder para ofrecer cambios y beneficios y a la postre solo ofrecen mentiras.
Moliere, quien nació en 1622 y murió en 1773 cuando curiosamente se representaba su obra El enfermo imaginario, fue autor de innumerables obras entre ellas Las preciosas ridículas, El médico a palos, Don Juan, El misántropo y El gentilhombre burgués.
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