LIBROS DE AYER Y HOY
El Club Primera Plana, organismo que tiene 57 años de vida, hizo entrega de su XXIV reconocimiento por trayectoria periodística a más de cien periodistas de todo el país el pasado 25 de agosto.
Su presidente Raúl Gómez Espinoza, planteó un panorama de las vicisitudes que viven esos trabajadores en el país.
Otros organismos e instituciones – el Senado recientemente-, suelen hacer reconocimientos a lo largo del año.
Se trata de destacar la labor de un medio fundamental agobiado por los malos salarios- lo que empuja en muchos casos a la corrupción del embute-, pero sobre todo, agredido por la impunidad. Ante los terribles asesinatos, persecuciones, censuras y agresiones de muchos tipos, la más reiterativa es la impunidad.
El que un sector público que pide minutos de silencio y elogia a los que lo elogian, no haga justicia frente a los sucesos violentos que impactan el mundo periodístico, es el caldo de cultivo para multiplicar las agresiones.
Por otra parte, desde que se suspendió la entrega del Premio Nacional de Periodismo, por considerarse, como dijeron periodistas en ese momento, que el gobierno no tenía porque entregar un premio cuando la agresión solía venir en muchos casos de las esferas oficiales, otros organismos han tomado la opción y la ejercen pero sin premio en efectivo.
Este se pagaba en aquel caso, del erario público, o sea que era dinero nuestro que justamente se entregaba a periodistas valiosos.
Con la suspensión del Premio Nacional, el comité que sustituyó a la Secretaría de Gobernación, integrado por notables periodistas y universidades, debió haber exigido la entrega de recursos -dinero nuestro recalcamos-, para reconocer trayectorias como se estila en otros países, en España por ejemplo, en donde los premios Cervantes y otros reconocimientos, igual que el Pulitzer en Estados Unidos, son en efectivo, Aquí serviría de mucho para paliar la situación exigua de un oficio que se ejerce en muchos casos por amor, a cambio de recibir pobres salarios.
Si a estos añadimos la amenaza permanente de entes políticos y funcionarios públicos contra quienes ejercen legítimamente su libertad de expresión, los derechos constitucionales ligados a las garantías se van estrechando y llegamos a lo más reducido del periodismo y la escritura: la autocensura.
El ministro Machorro y Narváez, si bien pecó de nacionalista en su famosa ejecutoria a favor de José Revueltas, Federico Camps Trujillo y Manuel Rodríguez, ( al criticarlos por comunistas) le hubiera dado un fuerte revés a esa señora recién inventada Carolina Monroy del Mazo, secretaria general del PRI, que ahora pretende regir nuestros destinos con amenazas ridículas si criticamos al poder.
Siempre me ha encantado esa ejecutoria, la número 14, de mayo de 1933. que publica en sus páginas el libro clásico de Luis Castaño Régimen legal de la prensa en México (Editorial Porrúa, 1962) A los tres activistas un juez de miras estrechas los condenó a 9 meses de prisión, por gritarle mueras y haberle dicho al presidente Ortiz Rubio que encabezaba un estado fascista.
(Los maestros del Estado de México solo le gritaron fueras al secretario Nuño el pasado 25 de agosto). Con pancartas, entre gritos y consignas, una gran marcha encabezada por los tres mencionados fue acusada de sedición y ultraje y los tres fueron detenidos.
Pero con una gran maestría, pieza que debería ser elevada a los clásicos de la Suprema Corte, el presidente de ese cuerpo Machorro y Narváez y ministros que lo acompañaban, fueron desbrozando la materia llamada de insulto y destruidos los argumentos del juez, para amparar con la justicia de la nación a los tres comunistas.
En aras de la libertad de expresión de escritores y periodistas. Un documento memorable que se apoya, incluso, en resoluciones de principio del siglo X1X y cuya validez tiene la eternidad de la razón. Para lanzárselas a la cara a los politiquillos ignorantes
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