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La prosapia primero

LIBROS DE AYER Y HOY

Durante un  tiempo cierta familia de intelectuales y políticos mexicanos, se enorgullecía de ser descendiente de Moctezuma Ilhuicamina. Era un  hermoso gesto.

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Cuando se habla de los ascendientes o influencias de un personaje o artista -acaba de ocurrir con Bob Dylan en la entrega de los premios Nobel, equiparado con Shakespeare y Ovidio-, en México se retrotrae a la vieja Europa, a los notables o príncipes cuya sangre se hereda o se consagra. Hay gente que no para de hablar de esos recuerdos como  si estuviéramos en la época porfirista.

La vida de nuestros ancestros recuperada por escritores como Alfonso Reyes y otros que profundizaron en los personajes anteriores a la conquista o inmersos en ella como el emperador Cuauhtémoc, no parece emocionar mucho a los que se aferran a la cultura occidental, si bien hay dramaturgos  y jóvenes creadores que están hurgando en esa riqueza de la que muchos se evaden.

Nunca he leído o visto que un poeta se enorgullezca de ser descendiente de Nezahualcóyotl el rey poeta o valorar su influencia, incluso hay quienes intentan sustraer de su obra los más bellos poemas. Lo contrario sucede con los títulos o estudios especializados.

Se les hace grande la boca para hablar de Harvard, Yale, Cambridge, Oxford, etcétera y aunque a menudo Salamanca non presta por los efectos reales que exhiben esos personajes, termina siendo en muchos casos un menosprecio para nuestras instituciones educativas.

Hay modestos maestros mexicanos que estudiaron en normales rurales y tienen una visión de la necesidad educativa del país de la que carecen los muy titulados. Los casos vienen a cuento porque el problema de los pueblos originarios vuelve a salir a colación por las muchas agresiones que sufren los habitantes que siguen manteniendo usos, costumbres y tierras de siglos anteriores y son invadidos con la deshumanizada intención de quitarles lo poco que les queda.

Acaba de ocurrir en Mérida con dos mayas secuestrados  que se oponen a la venta ilegal de 5 mil hectáreas de Punta Laguna, pero eso está ocurriendo en todo el país. En la Ciudad de México, las constructoras cierran el paso en todas las delegaciones que mantienen esos pueblos y Xochimilco  – que es la que tiene más pueblos originarios – es una de las más agredidas.

Si se ve el mapa de los 141 pueblos que se mencionaban en 2008 cuando  celebró la ONU el Día internacional de los pueblos indígenas, el número  ha mermado. En el lugar  donde estaban, solo hay enormes construcciones. Roberto López Moreno, el poeta chiapaneco – que merece un gran homenaje por su excelente y nutrida obra- es un cantor de los pueblos originarios, un autor diverso que lo mismo es maestro de literatura que de periodismo y promotor cultural.

Chiapas, en donde viven más de un millón 700 indígenas casi la tercera parte de la población del estado y tiene once pueblos originarios, es un venero de poetas y escritores y anida una vocación contestataria en muchos de esos indígenas  y en maestros, contra un  gobierno que no llena las expectativas.

Entre las muchas obras de López Moreno destacan La curva de la espiral (Claves Latinoamericanas 1986) y  Décimas Lezámicas (UNAM 1986) en las que resuma la verdadera prosapia del poeta: ser chiapaneco y tener entre sus antecedentes, nada menos que a Jaime Sabines y a la distrito federalense- chiapaneca Rosario Castellanos. He aquí un versito robado a López Moreno.

Pensar

que igual se rompe la tierra para enterrar a un hombre

que para sembrar un  árbol

Se te han roto los surcos

sembradora.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

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