LIBROS DE AYER Y HOY
Cuando se hayan agotado los resabios de lo que para muchos fue una Nochebuena, estarán arribando a la Ciudad de México, los padres de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala la noche del 26 de septiembre del 2014 en su largo recorrido de 27 meses para exigir justicia. Los acompañan desde que abandonaron Guerrero, organizaciones diversas de varios estados, grupos solidarios y personalidades que no dejarán que el caso caiga en el olvido.
En lo que se ha llamado La caravana + 43 por la memoria y la esperanza, es un recordatorio de que la impunidad está presente y de que no puede haber justicia si no se cierra el terrible capítulo, con la verdad auténtica. Los demandantes traen ahora como argumento central el reconocimiento oficial de que hubo serias irregularidades y manipulaciones en la investigación y de que es urgente hacer de lado la que se ha llamado falazmente la verdad histórica.
En el camino se suman otras presuntas verdades históricas, como las de Tlatlaya, Tanhuato y Nochixtlán, a las que debe agregarse el caso de la tragedia de Tultepec, en la que se puede tratar de diluir el responsable central. La caravana salió de la Normal de Ayotzinapa el pasado 21 de diciembre y culminará su recorrido el 26 con una misa en la Basílica de Guadalupe, oficiada entre otros por el sacerdote progresista Raúl Vera.
En el avatar de este caso que ahora es un emblema, no solo los padres sino la sociedad mexicana han vivido un largo calvario que es urgente distender. Se han socavado instituciones, se han exhibido y hundido personajes, se han puesto en evidencia la justicia mexicana y la eficacia del estado y se ha establecido en el exterior -tras el rechazo de los investigadores independientes de la CIDH-, la sospecha del ocultamiento.
Con tantos poderes involucrados en el caso, se diría que el estado no existe como tal, lo sostendría el escritor fallecido Federico Campbell. De hecho una de sus obras más importantes, Máscara negra Crimen y poder, lleva al propósito de exhibir la no existencia del estado como fue previsto y diseñado por grandes teóricos como Montesquieu, Rosseau, Maquiavelo, Hobbes.
La tesis, que se reafirma en escritores modernos como Sciascia y que Campbell reproduce en apartados de su libro, pero que anteriormente fueron parte de un programa en Radio Universidad y en columnas en La Jornada Semanal, se refiere a los innumerables poderes que coexisten con ese aparato formal que se llama estado, pero que con su intervención deciden en realidad la vida interna de un país.
En particular se refiere a los cuerpos policiacos y al crimen organizado que forman una fusión que determina lo que es vigente, no precisamente a partir del derecho establecido. En el título maneja el símil de la máscara como la careta que esconde el verdadero rostro del poder.
El suyo es un largo recorrido a partir de la novela policiaca, sus teóricos, sus orígenes, sus grandes exponentes, los que en su momento tuvieron bien claro cómo se ejerce el poder en las grandes sociedades constituidas. No es quien gobierna, sino los poderes auténticos los que deciden.
Es algo que dicen sucederá con Trump, pese a sus alharacas. El de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, sería un caso calcado en la teoría de Campbell por todas las complejidades que se han dado y las muchas manos que se han metido. Campbell murió 8 meses antes de los sucesos de Ayotzinapa en lo que fue considerada una muerte temprana y en plena producción.
Sus obras más relevantes aparte de la mencionada son Padre y memoria, Pretexta, Tijuana, La era de la criminalidad. En Máscara negra Crimen y poder (Contrapuntos de Joaquín Mortiz 1995) el escritor nacido en Tijuana en 1941, divide su trabajo en 67 breves entregas que van diluyendo sus ideas sobre el ejercicio del poder, la presencia formal de una estructura estatal y la siempre intervención del crimen.
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