LIBROS DE AYER Y HOY
A excepción de los que directamente se pueden beneficiar -Márgara Zavala entre ellos-, la respuesta de los panistas a la unidad PAN-PRD anunciada unilateralmente por Ricardo Anaya y la precaria conducción del PRD, ha sido el mutis.
No es novedad para ellos y el caso más reciente, Veracruz, está a la vista. Finalmente como dicen en el norte, a quien le dan pan que llore.
Y si a cambio de unas cuantas monedas obtienen votos de un proyecto malbaratado, el riesgo para ellos es poco.
Sus principios conservadores, sus canonjías y la posibilidad siempre abierta de pactar con el PRI, están vigentes.
Nada están perdiendo. Por el contrario se engarzan a lo mejor definitivamente a un partido satélite a cuyas bases no ha llegado todavía la verdadera reflexión; lo vimos en un zócalo casi amarillo hace poco y una concentración importante en Oaxaca en los últimos días.
Bases que podrían dar una lección de dignidad, si quisieran. Lo curioso de esa coalición de partidos de la que surgió el PRD, es la forma como los sectores o representantes más avorazados de esas corrientes, se hicieron de un esfuerzo que costó tanto, sangre, persecución, exclusiones, en otras épocas.
El que tuvo más saliva tragó más pinole ¿Quienes son de aquella lucha admirable que dio el PCM, primera vertiente que cedió sus haberes en busca de la unidad, tipos como los Chuchos, Rosario Robles en su momento, los Bejarano, la propia Alejandra Barrales? Para no hablar del usufructo inmediato que consiguieron Cuauhtémoc Cárdenas y su grupo de evadidos del PRI, ante una izquierda que quería renovarse y a cambio recibía espejitos de colores.
Los recién llegados, con su líder a la cabeza, no ofrecían nada propio. Arribaron utilizando el nombre histórico de Lázaro Cárdenas, después de haber sido exprimidos por esa maquinaria inhumana que es el PRI.
Los izquierdistas, ingenuos todavía, cedieron todo. Ahora la derecha se apropia del paquete, mientras los no consultos perredistas, se mesan los cabellos, se rasgan las playeras y exigen la reversa.
La verdad que trasciende, es que creen que reciben poco. La protesta es por más. Ya puestos en la vía, la tajada mayor es de postor: venderse caro es la consigna.
El factor humano es muy complejo, ya lo profundizó extensamente en su novela del mismo nombre, el escritor ingles fallecido en 1991 Graham Greene.
Una novela en la que aborda la duplicidad de personajes no solo en el servicio público de espías dobles, sino en la disyuntiva que les presenta en determinados momentos, servir a un país o resolver sus problemas personales y buscar sus intereses.
Graham mismo se tildaba de agente doble – él trabajó incluso para los servicios ingleses y se sostiene que siguió en el servicio hasta el fin de sus días-, por sus concepciones, por un lado su fe católica y por otro, sus posturas socialistas como antiguo militante del partido comunista.
Su viaje a México en los años treinta del siglo pasado lo puso en esa disyuntiva, por un lado al ver que socialistas de Tabasco perseguían a los curas –El Poder y la Gloria, una de sus obras cumbre- pero por otro lado, al constatar la persecución de socialistas de parte del dictador Franco en España.
El factor humano (Editorial Argos Vergara S.A, 1980) no resuelve la duplicidad de los personajes y al final, el protagonista Maurice Castle, que lo arriesgó todo para resolver su problema personal con su esposa y su hijo, de raza negra, termina inevitablemente separado de ellos.
Lo acusan de traición a la patria. Otto Preminger hizo una versión para el cine, con el escocés Nicol Williamson en el papel de Castle.
La novela inicia con una frase de Joseph Conrad que bien puede acomodarse al PRD, que está quemando sus naves: “Solo sé que quien se encadena, está perdido.
El germen de la corrupción ha entrado en su alma”. Yo la pongo al final.
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