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Teresa Gil

Solalinde y Beltrones, caminos diferentes

LIBROS DE AYER Y HOY

El cinismo rebasa todos los límites. Ahora resulta que el padre Alejandro Solalinde es uno de los indiciados  de los pasados comicios del 4 de junio en el Estado de México.

Para el 13 de julio está  citado por el Instituto Electoral (IEEM)  para que rinda declaración sobre su intervención como religioso en esa jornada que exhibió a Morena como la principal fuerza opositora del PRI en la entidad.

Grupos de ciudadanos y partidarios preparan su defensa y una concentración para ese día.

El clérigo no está solo, ni es mudo. Hacen mutis sobre el protector de pederastas Norberto Rivera, dejan libres a los curas agresores,  limpian de culpas a toda la conferencia episcopal, olvidan las masivas concentraciones clericales que atosigan a la capital.

Es ese cura parlanchín, defensor de migrantes, generoso, agredido por gobiernos -Ulises Ruiz entre ellos, ex gobernador de Oaxaca-, amenazado por mafias, pero visionario de lo que ocurre en el país, el culpable de todo.

Una especie de López Obrador con sotana. El cura, que hace honor a su segundo apellido, Guerra, se lanza contra lo inicuo del país.

Hace poco hizo denuncias de fraude en Veracruz. Y al Estado de México fue en justa participación, ya que es de Texcoco -de ahí es la candidata Delfina Gómez-, donde nació en 1945.

Desde hace tiempo y previo unos meses fuera del país por amenazas directas, se refugió en Oaxaca, donde ejerce como Coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana Pacífico sur, del Episcopado.

Es director del albergue Hermanos en el Camino desde donde apoya a migrantes de todas las regiones de Centroamérica y México y mantiene un permanente estira y afloja con los que viven de explotar a esos caminantes.

Un personaje distinto el sonorense Manlio Fabio Beltrones Rivera, también salió a la palestra en estos días.

Los jilgueros que siguen pensando que el PRI es el mismo de antaño, estuvieron muy ocupados.

El ex presidente del PRI, fue analizado, comentado y visto desde todos los puntos, después de una reveladora entrevista que dio al periódico Reforma.

Pero hubo grandes acentos, con los que  esos analistas matizaron el enfoque con la vieja sabia del partido oficial, con los protocolos ancianos y las formas para hablar del fondo y darse un ribete de Reyes Heroles.

El ex gobernador de Sonora y ex subsecretario de Gobernación con  Gutiérrez Barrios, anduvo dando vueltas en estos meses desde que dejó el PRI.

Y ha salido en momentos cruciales para levantar el polvo y que sus admiradores lo vuelvan a encumbrar.

Se habló de todo en esa ausencia, de deserción partidaria, de cercanía con la oposición, de descanso reflexivo, pero siempre ha flotado la ambición de Beltrones por el poder superior.

Quiere ser presidente. Su salida en estos días para presentar ante su partido la Ley reglamentaria de gobiernos de coalición, da elementos para crear esos gobiernos de coalición si el señor de Los Pinos la aprueba.

Y de paso, el ponente sepultó la historia oscura de los últimos 80 años de su partido y habló con  cierto idealismo de un futuro mejor, barnizado tal vez, por el buen deseo del cambio.

Miles de sonorenses brincaron de gusto. Quizá  Solalinde no haría la pregunta porque la biblia también es discriminatoria pero nosotros le damos otro enfoque para tipificar al PRI: ¿mudará el moreno  su piel  y el leopardo sus manchas? Son pues, dos personajes situados en el maremágnum de los últimos días.

Ambos -por razones diferentes- en el camino, uno con el afán de acompañar en ese camino a sus hermanos migrantes y el otro- se enojarán los jilgueros por la comparación-, avanzando el camino para tratar de abrazar el poder.

No es sobre su obra cumbre En el camino, de la que hablaremos en esta ocasión, sino  de Tristessa (Penguin Books 1992),  la única que Jack Kerouac situó en  México, aunque en nuestro país escribió México City Blues, una obra poética de 242 coros.

En uno de sus viajes a México, allá por los cincuenta del siglo pasado, Kerouac escribió la primera parte de esa novela de solo 90 páginas.

Su personaje real era Esperanza Villanueva una bella indígena a la que conoció al poco tiempo de su llegada y con la que compartía -entre otros- un cuarto de azotea en Orizaba 210.

La historia es parte de las introspecciones que compartía Jack en aquellos años sumido en el budismo, el alcohol y la droga.

La joven Esperanza, a la que bautizó como Tristessa, vivía en el límite inyectándose heroína y en medio de una existencia sin futuro entre borrachos y drogadictos.

Algunos de estos pertenecían a la misma corriente de Jack, la generación beat. Kerouac regresó a Estados Unidos, pero volvió dos años después y culminó la novela y sus amores desgraciados con Tristessa.

La novela ha sido impresa en muchas editoriales y aquí en México fue traducida por Jorge García Robles a fines de los noventa.

Es una descriptiva  y triste obra, en la que el autor alejado emocionalmente de los mexicanos como muchos intelectuales que visitaron México, sucumbe en el misterio del indigenismo y piensa en Esperanza como una mujer mítica.

La compara por sus tristes ojos con la cantante Billy Holliday y con aquellas  ucranianas que fascinaban en los viejos filmes.

Poco después Jack volvió a su patria para iniciar aquel complejo, desenfrenado, festivo, frustrante, a veces doloroso deambular, En el camino. Murió joven, a las 47 años, cuando era considerado uno de los grandes escritores estadounidenses.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

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