ISONOMÍA
Ratificando la amplia superioridad del liderazgo, Andrés Manuel López Obrador, con su anuncio de que habría que donar 50 por ciento de las prerrogativas de Morena, se adelantó con mucho a la trascendencia que configurarían los sismos de septiembre como acontecimientos ruptura del orden establecido.
Si se consolidan las tendencias de transformación, AMLO habrá provocado una vez más, cambios importantes en la vida política del país.
Lo que estamos viendo ahora es el esfuerzo de los demás partidos para hacer frente a esta propuesta del líder de Morena, tratando de rebasarlo con propuestas más agresivas y reclamando la propiedad de la iniciativa.
Dependiendo del manejo mediático, lo cierto es que la propuesta de Obrador está en la posibilidad de dar un gran y hasta definitivo golpe a las aspiraciones de los contendientes en las alianzas encabezadas por el PAN-PRD y por el PRI.
Los sismos de septiembre de 2017 están convirtiéndose en verdaderos acontecimientos ruptura o catalizadores de la insatisfacción social que están presionando hacia la transformación del sistema político en nuestro país en la medida que ponen al descubierto las contradicciones fundamentales del sistema de dominio en México.
Ahí se expresa la oposición pueblo o ciudadanía versus, no sólo de la oligarquía económica, sino sobre todo de la oligarquía política.
Así como el movimiento estudiantil del 68 empujó poderosamente contra el autoritarismo encarnado en el sistema de dominio priista, y el sismo del 85 condujo hacia un poderosa oleada de incremento de la organización y la participación en la Ciudad de México, los sismos de septiembre de 2017 parecen conducir hacia el incremento del poder ciudadano en contra de la clase política depredadora que está en la cima del sistema de dominación en México.
Pese a todos los esfuerzos que hagan los políticos para tratar de recuperar la credibilidad perdida, ya el diálogo social está perfilado en contra de esta clase política que hace hasta lo imposible para alcanzar el poder, pero no para otorgar poder a las clases excluidas.
Ya se construyó el código de interpretación que entiende a los políticos no como una clase que representa los intereses de las clases mayoritarias, sino que está para depredarlas.
Se trata de un acontecimiento ruptura que está empujando hacia expectativas de transformación reivindicación y emancipación que apenas comienza a definirse bajo la forma de cuestionamiento a los partidos, sobre todo, en cuanto a la dispendiosa utilización de recursos públicos.
Cuanto más se aparece la necesidad de la población afectada, más ofensiva se ve la voluminosa asignación de recursos a los partidos.
La avalancha de significados que viajan por las redes de comunicación están documentando un diálogo que expresa por un lado la insatisfacción social y, por otro lado, da cuenta del profundo descuido e ignorancia de los políticos que siguen pensando que se puede seguir dando atole con el dedo a la gente.
Y no. En situación de emergencia, la gente que sabe del poder que genera cuando se organiza y participa está diciendo ¡ya basta de excesos y de simulación!
Bien harán los políticos tramposos en todos los partidos en echar sus barbas a remojar, porque está en marcha una oleada de cambios potenciales que deben sanear la vida política del país.