ISONOMÍA
El presidente Andrés Manuel López Obrador dice que la defensa de su modelo de comunicación política, efectivamente despierta el debate en donde él respeta las discrepancias y reclama el derecho a defender sus posturas.
Defender este modelo, dice el Presidente, “está papita”. Y de verdad que tiene razón. La importancia del debate, como variable central del desarrollo democrático, es un tema clásico del concepto de democracia deliberativa.
Las deficiencias o los límites del modelos de democracia representativa en cuanto a satisfactores de las necesidades, demandas y expectativas populares, llevaron a coincidencias académicas en Jürgen Habermas (1996); John Rawls (1997); Jane Mansbrudge (2007), Robert Dalh (1997 ); Jonh Elster (2000); Joshua Cohen (2007) y otros más. Con distinto énfasis se sostiene que la deliberación pública es definitivamente positiva para un país moderno de corte democrático.
El proyecto de transformación del país corre en varias pistas. Una de ellas, crucial, se refiere a la transición del viejo modelo de matriz comunicacional corporativo y casi monopólico hacia un modelo más abierto, deliberativo y policéntrico.
Se pasa del modelo autoritario y neoliberal que desplegaba la íntima relación y complicidad del poder público con los medios masivos hasta el actual modelo del poder público informando y defendiendo sus decisiones cotidianamente.
Por lo demás, aparecen nuevos actores colectivos. La sociedad mexicana se ha diferenciado y complejizado a un extremo que tenemos crecientes segmentos de la sociedad que impulsados por el hartazgo social, se movilizan por las vías a la mano para expresar su opinión sobre los grandes temas nacionales. Y ahí no hay ni para dónde hacerse. Nadie puede negar el derecho de la sociedad a expresarse libremente. La libertad de expresión no es exclusiva de los periodistas.
En el complemento de la reflexión, la actualidad atestigua el fin de la hegemonía absoluta de los medios masivos de comunicación: televisión, radio y prensa escrita en contraste con la ampliación de la influencia vía Internet y redes sociales.
La tecnología como medio de expresión popular que cuestiona o apoya las decisiones públicas del gobierno, pero también de quienes le critican, canalizando de modo efectivo el poder ciudadano.
Se acabó la preeminencia del modelo en donde el Presidente no informaba y no debatía porque prefería el secretismo de las decisiones discrecionales y de espaldas a la sociedad con amplias alianzas con los propietarios de los medios y líderes de opinión pública.
Los actores privilegiados del viejo modelo no acaban de entender la pertinencia y la base objetiva de esta transición del modelo y se empeñan, con la lógica del pasado, en cuestionar al Presidente.
Las batallas políticas indican la participación de actores en constante lucha por el poder político. En este caso, el gobierno también es un actor que tiene que defender su estrategia de políticas frente a otros grupos que reclaman poder.
De ahí la postura encontrada y contenciosa de los actores. El caso del periodista es distinto. Ahí la postura básica del periodista será cuestionar el ejercicio del poder desde la perspectiva que le es pertinente: la del interés general.
Cuando el periodista se convierte en un actor en la lucha por el poder entonces asume de lleno la defensa de una postura que nubla la objetividad periodística y se expone de lleno a los avatares que sufren los actores de toda lucha política.
Algunos periodistas críticos no quieren que se les critique; es decir, no quieren ser considerados como actores, pero tienen que entender que una buena parte de la población quiere tomar parte en la deliberación con todo derecho.
En el pasado, el monopolio de los medios masivos de comunicación anulaba la opinión de la gente que era manipulable porque no existían mecanismos de expresión popular y tal vez porque el sistema de dominio era exitoso en la necesidad de promover la apatía y desinformación de la gente. Lo que Bohman (1997) llamaba “pobreza política”. La gente está interesada en la política, donde se decide sobre sus grandes problemas y sabe, de modo ascendente, cómo canalizar sus posturas.
En la actual coyuntura de transición o de transformación histórica del país, la potencia de las redes sociales y el incremento de la participación política de la gente son el contexto ineludible del juego del poder político, ahora imbricado en un marco más general del juego del poder social.
No irán a ningún lado los detractores del proyecto AMLO, si no entienden esta variable en extremo influyente. O usted ¿cómo la ve?