Una de las preguntas que rápidamente nos vienen a la mente cuando estornudamos demasiado, nos sale urticaria o tenemos molestias digestivas es: ¿será alergia? Y la respuesta tiene cada vez más papeletas de ser afirmativa. Porque la realidad es que sí, sin duda, somos cada vez más alérgicos.
Las estadísticas apuntan a que entre el 20 y el 40 por ciento de la población mundial convive con algún tipo de alergia. La cosa tiene visos de empeorar incluso si, como prevé el Centro Europeo de la Fundación para la Investigación de las Alergias (ECARF), uno de cada dos bebés nacidos en Europa en 2020 termina desarrollando a lo largo de su vida una alergia.
¿Pero por qué nos sucede? Claramente se debe a un fallo de nuestro sistema inmunológico. Para ser más exactos, a una pérdida de la tolerancia a sustancias que, a diferencia de virus y bacterias, no son patógenos. Esa confusión hace que, a pesar de que no hay nada más natural e inofensivo que un grano polen, al organismo de un alérgico polínico le suponga una grave agresión.
Existe un interesante debate sobre si pesa más la exposición o la predisposición en las alergias. Estados Unidos es un buen campo de experimentación porque cuentan con una gran diversidad genética, como receptores que son de inmigración procedente de todo el planeta. Cuando se han realizado estudios en profundidad se ha comprobado que a lo largo y ancho de norteamérica existe la misma proporción de alérgicos. Y que solo varía la sustancia que rechaza cada uno. La alergia, a pesar de su base hereditaria, va ligada a un estado de bienestar, a una economía desarrollada y consumidora de recursos, como se comprobó al unificar las dos Alemanias.
No es por la higiene
Aunque está en boga la teoría de la higiene (que tantas vidas ha salvado, dicho sea de paso), no comparto que el exceso de pulcritud sea la causa del incremento de las alergias. Más bien me parece un testigo inocente, como en las películas de Hitchcock. La higiene va ligada al estado de bienestar, y éste a su vez a cambios en la atmósfera y la alimentación que son los que favorecen las alergias.
También hay que tener en cuenta que los parásitos de los países con menos higiene protegen de las alergias. Además de que en los países desarrollados existen más tóxicos que alteran las bacterias intestinales protectoras o microbiota. Pero no es cuestión de desinfectar más o menos.
El cambio climático y la contaminación
Si se cumplen los pronósticos, en 2050 la mitad de la población mundial sufrirá alguna alergia. Los dedos acusadores señalan al cambio climático y la contaminación como presuntos culpables. Y tienen argumentos.
Los aerosoles biológicos juegan un papel vital en las interacciones entre la atmósfera, biosfera, clima y salud pública. Los gases de efecto invernadero, la combustión de fósiles y el cambio climático que hemos provocado los humanos afectan a todos los seres vivos.
Las bacterias transportadas por el aire, las esporas de hongos, el polen y otras biopartículas son esenciales para la reproducción y propagación de organismos de diversos ecosistemas. Y pueden causar o amplificar enfermedades en humanos, animales y vegetales. Su interacción está implicada en patologías graves más allá de las alergias, incluyendo ictus, cardiopatía isquémica y cáncer.
En cuanto a la contaminación es evidente que daña el suelo, afecta a las semillas que germinan, a las raíces de las plantas, y a sus frutos comestibles. También atenta contra los herbívoros que las comen, y que luego nos comemos nosotros. ¡Arrojamos cantidades inmensas de productos tóxicos a la tierra y mares que nos sustentan y luego pretendemos estar sanos!
Un estudio reciente realizado en 18 países europeos indica que el 33% de casos nuevos de asma infantil en Europa son causados por la contaminación atmosférica (polen, esporas, partículas PM10 y PM2,5) y que las recomendaciones de la OMS no protegen suficientemente a los niños.
La fruta ya no es lo que era
Luego está el asunto de la alimentación. Cada vez hay más personas hipersensibles a alimentos y proliferan las dietas restrictivas. Si los humanos llevamos milenios comiendo leche, huevo o fruta, ¿cómo es que justo ahora hemos dejado de tolerarlos?
Muy sencillo: porque no son la misma leche, ni los mismos huevos ni las mismas frutas que comieron nuestros abuelos. Ni los mismos que comió nuestra madre, que nos pasó la tolerancia a todo lo que ella ingirió y respiró.
En la actualidad, gracias al desarrollo de la biotecnología, los cultivos se han modificado para incorporar proteínas de resistencia a patógenos (virus, hongos, bacterias), aumentar su rendimiento, poder conservarlos en cámaras o hacer que sus semillas germinen sin que los hongos ni los insectos del suelo las devoren. Esas proteínas que a ellos le sirven de escudo protector son un arma de doble filo. Porque con nosotros se han comportado como los alérgenos más agresivos.
Lo sabemos porque desde hace muchos años trabajamos con investigadores de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad de Valladolid estudiando el poder alergénico de los alimentos, sobre todo semillas y frutas. La población piensa que los vegetales son los alimentos más naturales, argumento por el que cada vez vemos más veganos y vegetarianos. Sin embargo, es en frutas y verduras donde se encuentran los alérgenos más agresivos.
Alérgicos al melocotón, pero no al pelo de tigre
Después de todo, no hay que obviar que cuanto más distante estemos de un ser vivo, de un taxón determinado, más distinto y también más alergénico será. Un hombre es más parecido a un tigre que a un artrópodo, por ejemplo. Por lo tanto, es más alergénico el último.
Los números hablan por sí solos. Dicen los informes que en los últimos 10 años la alergia a frutas se ha incrementado un 34%. Y que la familia de las rosáceas, y en concreto el melocotón, son los causantes del 25,7% de la alergia a alimentos en España. De las reacciones graves provocadas por alimentos en España, el 44,7% son producidas por frutas y semillas, y de ellas el 60% por sensibilización a LTPs (del inglés Lipid Transfer Proteins). Es decir, antifúngicos naturales de las frutas y semillas que las protegen frente a hongos y otros parásitos y que son, a su vez, potentes alérgenos.
Tal vez debiéramos enseñar al sistema inmune a tolerar alimentos alergénicos desde el periodo de lactancia. Un estudio realizado por el King´College de Londres (Reino Unido) demostró que se puede reducir en un 80% la alergia al cacahuete en niños si lo consumen regularmente desde el primer año de vida. Y lo mismo se puede decir del huevo.
Aunque se puede lograr tolerancia introduciendo el alimento alergénico más tarde (inmunoterapia con alimentos), siempre será mas arriesgado.
Tomado de la agencia Conservation: https://theconversation.com/cada-vez-somos-mas-alergicos-y-estas-son-las-razones-131858?fbclid=IwAR0LCvvImkfNg6exL3Qf9oSMEiaXXAp2yj7P-S4i2VzdUqt5UzdDcvt4C3E