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Miguel-Ángel

Los borrachitos de mi colonia

Los borrachitos de mi rumbo me animan todas las mañanas que salgo a correr por las praderas de cemento de la colonia.

Una cuadrilla de hombres, que se reúnen desde las primeras horas con su Tonayan o sus buenos litros de aguardiente, me echan porras cuando paso corriendo.

Conocen los códigos del deporte y saben que un “vamos campeón” hincha el espíritu olímpico y me imagino corriendo el maratón de Atenas en pleno Xoxo.

Uno de ellos grita invariablemente, “vamos, duro”; otro más se levanta y comienza a marcar el paso, “un dos, un dos, un dos, jum jum, jum jum”, este último, por los gestos y la enjundia que imprime, quizá tuvo disciplina militar en sus años mozos.

Sin embargo, los caminos artesanales de la Hermana República de Xoxocotlán no son como imaginaba, ni menos como creía.

La última semana que salí a correr, en la zona de campo traviesa, media hora después del efusivo saludo de la caravana de sobrevivientes, bajé la vista para observar mi reloj y checar el tiempo cuando, madres, caí espectacularmente sobre la zona más pedregosa de la pista.

Me incorporé inmediatamente, voltié la mirada para ver si estaba lejos de la vista de cualquier humano. Nadie vio, así que seguí como si no hubiera ocurrido nada.

Terminé el recorrido en casa, vapuleado y adolorido. La rodilla presentaba un tremendo madrazo y tenía un raspón en toda la pierna.

Imaginar a esos hombres, entrados en alcoholes, echando porras hizo aminorar el dolor.

Mi próxima participación, en las pistas artesanales de Xoxo, se las dedicaré a ellos: un dos, un dos, jum jum, jum jum.

*Director de Radio Universidad de Oaxaca (UABJO).

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