¿Qué pueden hacer las universidades ante la pandemia generada por el COVID-19? De entrada, tienen que rebasar las actitudes de pasmo, de parálisis, de derrotas anticipadas con la respuesta de “no se puede”, así como dejar de repetir las limitaciones organizativas o el tamaño de los obstáculos a enfrentar.
Por el contrario, es necesario identificar los márgenes desde donde sí se pueden generar alternativas y construir soluciones.
El momento de la pandemia es complicado, con retos gigantescos y los márgenes pueden parecer muy estrechos, pero es necesario que desde las universidades revisemos nuestras propias fortalezas y los múltiples vínculos sociales que se están construyendo.
Entre éstos, podemos destacar lo que están haciendo los profesionales de la salud, los investigadores en sus trabajos de medicina, biología, ciencias químicas, enfermería y demás.
Muy importante el aporte de los estudiantes en términos de servicio social, prácticas clínicas, pasantías con una visión humanista y de colaboración, quienes desarrollan actividades en las distintas unidades de salud.
Ante ello tampoco se trata de exponer sus vidas, sino de manera conjunta con las autoridades sanitarias generar mecanismos de protección desde los espacios en donde puedan realizar sus aportes con la seguridad que requieren, como de alguna manera se ha venido realizando.
Pero la atención del problema no sólo implica a los profesionales de la salud. Son muy importantes los aportes de otras disciplinas sociales porque ahora, más que nunca, es necesario construir una nueva pedagogía ante esta situación de emergencia y de distanciamiento social.
Necesitamos enseñar y aprender de una manera distinta y las universidades por esencia, como espacios de generación de conocimiento, debemos marcar nuevas rutas.
En momentos complejos como el que vivimos, no podemos desdeñar aportes desde las múltiples perspectivas. Por ejemplo, los aportes de los matemáticos para alfabetizar en términos del a, b, c, de probabilidad y estadística para entender las proyecciones de epidemiología, así como la básico del método y del sentido de la investigación para comprender el por qué es necesaria la inversión en la ciencia y en quienes se dedican a realizarla.
Es también la oportunidad de revalorar la educación a distancia, la capacitación técnica y pedagógica para aprovechar las ventajas de esta modalidad y sus alcances, para educar con pertinencia en el contexto pero con miras en los vínculos de carácter global de la educación superior; ello permitiría, en la medida de lo posible, salvar el ciclo educativo ante la contingencia, pero también ampliar la cobertura y la inclusión de la educación superior.
Los resultados de la educación a distancia dependen de la autodisciplina y la dedicación de quienes se involucran en el proceso y su validez no desmerece de quienes se forman en educación presencial.
La pandemia se ha convertido en el punto de quiebre para observar el conjunto de relaciones sociales, de las instituciones, los alcances de las reglas, las formas en que nos hemos constituido como sociedad, no con un propósito meramente contemplativo sino como la oportunidad para sacudir inercias, de las mentalidades y estructuras conservadoras.
Para algunos sectores de la sociedad hay muchos “peros”, “las limitaciones de la educación en línea”, “la improvisación”, “los problemas de acceso”, que por supuesto son importantes de considerar, pero no como frenos u obstáculos que obstruyan las rutas y nos atasquen en el “no se puede”.
Es importante insistir nuevamente en la necesidad de explorar en dónde sí es posible e ir construyendo soluciones por mínimas que parezcan.
*Rector de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca; Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana.