LIBROS DE AYER Y HOY
El conocimiento y la experiencia que tiene María Isabel Arvide Limón, nombrada cónsul -ministra en otro contexto-, de Estambul, fueron durante mucho tiempo los baluartes en los que se apoyó la diplomacia mexicana.
Ser cónsul es un grado menor que ser embajador, pero tiene gran importancia por la defensa que se puede hacer de connacionales.
Hemos visto la importancia de esos representantes en el reenvío de mexicanos en medio de la pandemia. Arvide va a la vieja Bizancio, a la antigua Constantinopla desde la edad media hasta 1923, y no tendrá el peso de la presencia de un Alfonso Reyes por ejemplo, que desparramó su talento diplomático, en otros lugares del mundo.
Podemos criticar algunas posturas de Isabel, cuyo nombramiento no está aprobado aún, pero una cosa tiene, es persona sensible y hay que esperar el desarrollo de su misión para juzgarla.
El conocimiento y la experiencia no todos los diplomáticos mexicanos los poseían o poseen y México ha tenido miles de embajadores y cónsules, si se cuenta el número de países que tiene la ONU, 193, y las muchas décadas de relaciones exteriores que tenemos.
Ser un diplomático de carrera se presta a confusión: ¿lo es por estudios especiales con título y todo o por años acumulados en la actividad? Más que por su carga académica, parte de la diplomacia mexicana ha brillado por su sensibilidad y aportes a la vida armónica de las naciones.
De hecho durante mucho tiempo no fue necesario portar un título como diplomático y bastaba con que el representante de México en el exterior tuviera estudios de derecho internacional y cumpliera los requisitos para representar formalmente al país.
Los estudios se sustituían con personajes de gran cultura, poetas, escritores sobre todo, que con su formación podían ser dignos representantes de México y defender sus derechos en otros ámbitos.
Esta característica brilló aquí con José Gorostiza, Octavio Paz y Reyes ya mencionado. Y en muchos países también: es mundialmente sabida la presencia del premio Nobel chileno, Pablo Neruda, como embajador en Francia.
UN CANCILLER APRENDIZ QUE QUISO INVOLUCRAR AL PAÍS EN UN GOLPE
Las críticas a ciertos diplomáticos, no corren parejas con las que se deberían de hacer a los secretarios de Relaciones Exteriores (SRE).
Un señor José Ángel Gurría entre ellos, que es ajonjolí de todos los moles.
Pero el caso más atroz ha sido el de Luis Videgaray. Amigo cercano de Enrique Peña Nieto, Videgaray pasó de la Secretaría de Hacienda a ser el canciller del país apoyado por una declaración que causó sorpresa: dijo públicamente que era un aprendiz o sea que no sabía nada e iba a aprender con una materia tan delicada como la relación del país en el exterior.
La declaración era doblemente grave porque el ejecutivo y el canciller tenían una relación subalterna con Donald Trump, quien atacaba permanentemente a México.
Se agudizó su presencia en la secretaría, cuando quiso enarbolar las posiciones del gobierno vecino en el caso Venezuela y apoyar con su presencia al presidente falso impuesto por Trump en aquel país, Juan Guaidó.
Un movimiento que está estancado, pero que en aquel momento hizo que varios países presionados por el imperio apoyaran a Guaidó que aún se mueve en las oscuridades de aquel país, presumiendo de ser el legítimo.
Al grado de que jueces de Gran Bretaña niegan los tesoros a Maduro por considerarlo ilegal.
El gobierno peñista avaló a Eduardo Medina Mora, embajador en Estados Unidos y con paso por la Gran bretaña, que después fue obligado a renunciar como ministro de la Suprema Corte.
Esa fue en parte la imagen que tuvimos de la SRE y de su diplomacia.
ĹA DOCTRINA ESTRADA ELEVÓ A MÉXICO A ALTURAS INTERNACIONALES
El sinaloense Genaro Estrada fue canciller durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio hasta 1932.
Su tesis redactada en 1930 y llamada por él, Doctrina Mexicana, es conocida a nivel mundial como doctrina Estrada, y en ella aparecen recalcados los principios de no intervención y la autodeterminación de los pueblos hoy recogidos por el artículo 89 Constitucional.
Estos entrañan el respeto a los otros países y la soberanía que debe reinar en aquellos. Se insistía en que ningún país tiene derecho a juzgar la forma de gobierno de otros países, cualquiera que hubiera sido esa forma de instalarse.
Y esta propuesta se oponía a la llamada doctrina Tobar, del porfiriato, que sostenía lo contrario, curiosamente cuando a nivel mundial a ese gobierno se le consideraba dictatorial.
El gobierno mexicano si rompió con el gobierno franquista y después con Pinochet aparentemente violando esa doctrina, pero lo hizo por la agresión a los derechos humanos.
La doctrina siguió vigente y fue con Peña a través de Videgaray que se rompió plenamente con la presencia de Videgaray en reuniones con Luis Almagro secretario general de la OEA, para pactar el golpe a Venezuela.
En el actual gobierno no se ha calificado como golpista al de Bolivia pese a que lo es, y se mantienen relaciones discretas, pero se le cuestiona por ser neutral en Venezuela, cosa que no agrede la doctrina, más cuando se llama al diálogo entre la partes.
Por la situación actual y la beligerancia de Estados Unidos, se sostiene que dicha doctrina ya no tiene vigencia.