Libros de ayer y hoy
Las mujeres siempre han estado sujetas a cápitis diminutio o deminutio, según se quiera usar, disminución de la cabeza. El solo hecho reciente de que se tenga que legislar en México para que se equipare un porcentaje de mujeres en los puestos que se acaban de votar, ya implica una disminución que se quiere superar.
La misma votación concedida a las mujeres en 1953, más de cien años después de otros países en el mundo, exhibe la disminución que tenía un ser humano frente a otro de la misma especie. Eso se ve ahora en los salarios, las oportunidades, en la atención como mujer, en las familias.
El caso de la cantante estadounidense Britney Spears sometida a la tutela de su padre a los 37 años, causa escándalo mundial en el medio femenino y expone las oscuridades de las leyes de ese país, no muy diferentes a las de la mayoría del mundo sujetas todavía a las herencias del derecho romano y su creación acendrada, el patriarcado.
Es cierto que la cantante atravesó hace tiempo por una situación difícil que afectó en algo sus facultades, pero actualmente los médicos la han declarado sana. Es, además, una buena y triunfadora cantante, cuyos ingresos, que están dentro de la tutela del progenitor, son substanciosos. El grito “Free Britney” que se generaliza, debería avergonzar a ese sistema que se asume democrático, a jueces, juristas, escuelas de leyes y tribunales.
Las formas de control, no solo alcanzan a mujeres, también a sectores
Las formas de control de los demás son innumerables, pero casi siempre hay en ello un interés real. Dinero, poder, afecto, odio, pueden ser los más evidentes, pero hay formas de control como las que impone el derecho en un estado que deben de estar legitimadas. La de Spears, ya mencionada, al parecer ya no lo está.
En todas las sociedades hay personas y organismos que viven del control que ejercen sobre los demás. De esa forma utilizaban algunas ONG el presupuesto que recibían o en descuentos en impuestos. Son las que desapareció este gobierno y que tanto ataques han producido, en fideicomisos y otras expresiones que se llevaban buena parte de los ingresos.
Solo en impuestos el fisco no recaudó cerca de 89 mil millones de pesos, según datos de la Secretaría de Hacienda, del pasado 5 de julio. Las deducciones a organismos que ejercían un control específico, fueron de cuatro veces más que las recaudaciones, según la secretaría. Eso da una idea del buen negocio que es controlar algo, más cuando se trata de una persona como Britney, que ha ingresado millones de dólares a la cuenta de su padre.
El control en México se ha ejercido en niños, ancianos, minusválidos, animales, plantas, medio ambiente, en una duplicidad en algo que ya ejercen los gobiernos. El control sobre indígenas es otro, aunque algunos que tienen luchas propias, son ellos los que dirigen esas luchas y no dejan que extraños los conduzcan.
Mujeres in manu maritii las más disminuidas, incluso actualmente
Los romanos tenían una lista de los casos de capitidisminución que alcanzaban a muchos sectores. Los encuadraban en tres grados, máximo cuando se trataba una persona que había perdido todo, libertad, ciudadanía y familia; medio, la persona que tenía libertad pero le faltaba una de las otras dos, y el último, de seres que por decisión propia entraban a la disminución a través de la mayoría de edad, de renuncia o de traslado a otro país.
El más grave y que se recalca en los códigos romanos (Derecho romano, editorial Dyukinson, Madrid, 2021) es cuando la mujer entraba in manu maritti, es decir se casaba. Perdía su ser libre; estaba sujeta en todo al marido y la ley lo aceptaba. No hay mucha diferencia con lo que pasa ahora siglos después, porque muchas mujeres viven en esa situación.
En el país de donde es Britney, por ejemplo, las mujeres se siguen subsumiendo al marido a través del apellido incluso. Lo señores Smith abundan, pero son el marido y la esposa. Como eso se contagia, en el mundo muchas mujeres se sienten orgullosas de rechazar sus verdaderos apellidos para convertirse en propiedad de un tal González, López o Pérez. Pero a veces, es difícil dejar un apellido. De mi libro Lo que no se dijo, página 97:
Apellido
Anne Hathaway pensó que a lo mejor no era congruente con sus ideas. Ella, modesta, siempre en segundo plano, tenía algunas que eran consideradas modernas para la época. Y en una era radical: las mujeres no son propiedad de nadie, así se trate de meros formulismos.
Se refería, entre otras cosas, a esa costumbre que tienen algunas de ponerse el apellido de sus esposos, cuando tienen dos, el de su padre y el de su madre. Le parecía deleznable, despreciable, el que muchas mujeres se solazaran en el apellido ajeno, cuando podían enorgullecer el propio. William la había apoyado en eso.
–Las mujeres sabias, le había dicho, se bastan solas.
Anne Hathaway, bonito nombre, expresó en silencio, escribiendo en caligrafía larga su propio nombre; más si se le agrega el apellido de la madre.
Pero luego, nostálgica, extrañando lo que se adhería a ella como algo de lo que no se podía desprender, se preguntó con desaliento:
—¿Y el apellido Shakespeare, que voy a hacer con él?
Teresa de Jesús Gil Gálvez
Nací en La Colorada, Sonora, estudié en la Universidad de Sonora que me dio mención honorífica por mi tesis La libertad de prensa en México. En la UNAM hice estudios de maestría en Ciencias penales. En medios sonorenses trabajé, desde la adolescencia, en los más importantes del estado y en julio de 1972 salí en un tren hacia la gran capital, donde he trabajado en medios importantes, diarios, semanarios y revistas, con breves retiros al mundo entre ellos una corresponsalía en España.
Colaboradora desde enero de 2017.