Periodismo libre y comprometido

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Teresa Gil

La consulta por el SI y un periodismo que no niega sus intereses

Libros de ayer y hoy

Decir que el periodismo es un instrumento finiquita una definición. Lo hemos visto claramente en dos situaciones del momento: la Consulta Popular del primero de agosto y la propuesta de AMLO de eliminar a la OEA y crear un organismo libre y democrático que rechace el vasallaje. 

La información, minimizada, escondida cuando se ha dado, en los intersticios de los  medios escritos, no es un efecto de ignorancia sobre todo para periodistas que tienen décadas en el medio y que conocen al dedillo la noticia. Es el uso simplemente de un instrumento que tienen en sus manos y respecto el cual no les importa quedar como  ignorantes si cumplen los más recónditos intereses. Suyos y de los que los apoyan y pagan.

Si vuelve uno los ojos a los libreros caseros y ve las hileras de textos que acuñaron los sueños, hay en  la emoción no la duda, sino la tristeza, ante aquellos que escribieron amparados por la ética todos esos volúmenes o los que en las universidades o escuelas, daban cátedra no solo de la  minuciosidad de los géneros, sino del alto contenido que tiene la información cuando sirve para clarificar y elevar.

El regreso al pasado de los medios, puede darles un frentazo

La oscuridad más profunda presagia la claridad, dice un dicho. Así estaban las cosas a mediados de los años setenta del siglo pasado en los medios, cuando surgió, con un arrastre  portentoso, la presencia de periodistas que exhibieron con sus aportes y tesis irrebatibles de la información, al periodismo tradicional, yerto, entregado al poder, que había necesitado de la presencia ignominiosa del presidente en turno en un medio importante,  para hacer prevalecer su autoritarismo. El mismo que ratificaron en todos sentidos ese tipo de medios.

Fue precisamente en este mes, el 8 de julio de 1976.  Era más estrecha la línea de los medios en ese entonces, cuando la prensa escrita dominaba el entorno. De tal forma que sucesos como los del 68 y los del 10 de junio de 1971, se hundieron en  las oscuridades de los que dirigían esos medios, inclinando la cerviz ante los gobernantes.

Todo lo que se ha escrito de lo que hicieron muchos de estos medios en los sucesos de la masacre diazordacista, refleja el servilismo y el criterio periodístico de apoyar al represor. Lo mismo se vio en  medios de Chile con el asesinato de Allende y con muchos  medios en la Argentina de la dictadura militar, como se ha visto en  la reciente represión en Colombia.

Por el contrario, la lucha es contra gobiernos con los que no coinciden. La forma como se han agrupado medios que dependen de transnacionales contra el gobierno de Venezuela, es una reacción al revés de la tradicional de México; igual lo han hecho aquí, en este tiempo, al criticar a AMLO.

Algunos mexicanos son medios que apoyaron posiciones como las de EPN y Luis Videgaray que se definieron directamente por el golpe en Venezuela, como en su momento lo hicieron Vicente Fox y Felipe Calderón cuando fueron a ese país a instigar ese golpe. Otros similares dieron el apoyo a la golpista Jeanine Añez en Bolivia, ahora en proceso de ser juzgada quizá por terrorismo. Son meros ejemplos.

La reacción al estado actual de los medios, de nuevas generaciones

La reacción que se dio en los años setenta y de la que salieron medios como Proceso y Unomásuno, se expresó de muchas maneras y fue defeccionando con el tiempo hasta llegar al momento actual. Aquel Unomásuno ya no existe y a Proceso cada quien lo puede juzgar.

Organizaciones como la Unión de Periodistas Democráticos (UPD) ya desaparecida desde los años noventa, ha tenido vislumbres en algunos medios, como en Sinaloa, pero no hay en la actualidad organismos que hayan heredado sus propuestas.

En un análisis que hace en su libroIdeología y Comunicación Política (Ediciones Quinto Sol 1981), uno de sus dirigentes César H. Espinoza, se profundiza en el medio periodístico de la época que abarcó los años 60, 70 y parte del 8O. Una prensa sumergida en un sistema represivo que para curarse en salud convocó a una discusión a fondo sobre los medios, entre otras cosas para plantear el derecho a la información que ya era universal y que fue instalado en la  Constitución décadas después.

La discusión nunca se dio. La UPD presentó su propia propuesta en la cámara de diputados que nunca fue aceptada con el pretexto de que la convocatoria había fenecido cosa que se demostró que no era cierto. En el cuerpo de ese libro Espinoza se refiere a las posturas imperantes en esa época, el Macluhismo y su famosa galaxia y el nuevo orden informativo que no pasaba del control de parte de los medios por el estado y de la concentración de éstos en las grandes empresas. Esto último, tal como ahora.

Destaca la política agresiva hacia medios populares, trabajadores como los de UNAM por ejemplo, a los que espiaban como actualmente se ha denunciado con el Pegasus y la sumisión de los medios ante esas circunstancias. El libro tiene un profundo análisis que mucho ronda en lo que está ocurriendo ahora y sería interesante que se hiciera una reedición al respecto. La puede hacer STUNAM del que Espinoza ha sido asesor. Es propuesta.


Teresa de Jesús Gil Gálvez

Nací en La Colorada, Sonora, estudié en la Universidad de Sonora que me dio mención honorífica por mi tesis La libertad de prensa en México. En la UNAM hice estudios de maestría en Ciencias penales. En medios sonorenses trabajé, desde la adolescencia, en los más importantes del estado y en julio de 1972 salí en un tren hacia la gran capital, donde he trabajado en medios importantes, diarios, semanarios y revistas, con breves retiros al mundo entre ellos una corresponsalía en España.

Colaboradora desde enero de 2017.


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