Utopía
A un mes de permanecer en plantón en el Zócalo capitalino para lograr la “libertad absoluta” de 95 de sus compañeros de la Escuela Normal Rural de Mactumactzá, (Tuxtla Gutiérrez) Chiapas, sujetos a proceso penal desde mayo pasado, los voceros de este legítimo reclamo expresan preocupación por las declaraciones presidenciales de la mañanera del miércoles 4, consistentes en examinar la entrega directa a cada estudiante de las 16 escuelas de una beca para que sufraguen sus gastos alimenticios y de hospedaje, en virtud de los manejos irregulares, presuntamente corruptos, de los recursos entregados y sobre los que no se rinden cuentas, hasta la predominante práctica de poner y quitar a los directores de cada plantel.
Cacicazgos, los llamó el presidente Andrés Manuel, y puso como ejemplo el de los hermanos Raúl Padilla López y José Trinidad en la Universidad de Guadalajara. La lista es larga en los centros de educación superior cuando la democracia es consustancial para que florezca la libertad de cátedra, la autonomía, el debate y la investigación.
Como es normal, en un sistema educativo formado por el general Lázaro Cárdenas y cercenado por Gustavo Díaz Ordaz y sus predecesores hasta reducirlo casi a la mitad, estudiantes, padres de familia y el abogado de los papás de Los 43 de Ayotzinapa, Guerrero, Vidulfo Rosales, expresan sus preocupaciones por el anuncio de López Obrador.
Para el protagónico Rosales “El objetivo del gobierno es desaparecer el internado, que es el eje principal que permite la organización política estudiantil y la concientización de los alumnos”. La pregunta que de inmediato salta es si un gobierno, del partido e ideología que sea, ¿tiene como tarea la “organización estudiantil y la concientización de los alumnos”? O esto es pedir peras al olmo.
Los dirigentes del plantón que marcharán mañana van más lejos, reaccionan con los reflejos de 1969 cuando Díaz Ordaz dio el manotazo cercenador: “Y si es necesario, estudiantes de las 16 normales rurales del país vendrán a manifestarse a la capital del país”. Muy bien, pero eso a quién asusta si las autoridades de la Ciudad de México privilegian el derecho de manifestación por sobre cualquier otro, como el de libre tránsito o al trabajo que no pueden ejercer a plenitud los capitalinos porque todos los reclamos del país se concentran aquí y no en las capitales de los estados, que es donde se generan los conflictos sociales por la incapacidad de los gobernadores para construir soluciones.
Otra demanda de los estudiantes es la liberación de 66 jóvenes de la Normal Rural de Tiripetío, Michoacán, sometidos a proceso penal. Y denuncian que sigue impune la muerte de dos compañeras de Teteles, Puebla, debido a “las acciones de represión del Estado”.
Pero no aducen ni una sola palabra los dirigentes para responder a López Obrador sobre los manejos irregulares del presupuesto de las escuelas, las prácticas caciquiles y –agrego– las acciones vandálicas en las protestas que cometen en ciudades como Tuxtla, Chilpancingo y Morelia. Destrozos que sólo provocan el aislamiento social y el rechazo de la población. Ni Othón Salazar, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez las practicaron cuando fueron estudiantes y en condiciones sumamente difíciles.
La respuesta a los señalamientos presidenciales es indispensable escucharla de parte de los dirigentes y sus asesores de los más beligerantes sectores –lo que no es sinónimo de combativo– de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Eduardo Ibarra Aguirre
Autor de Utopía. Coordinador del Grupo María Cristina. Perseguido por la Sedena (1993-2002) por difundir la propuesta del ombudsman militar. Demandante laboral del CEN del PRI (1992-93). Editor de Forum en Línea desde diciembre de 1993. Redactor de cinco libros y coautor de ocho. Corresponsal en Moscú (1977-79) y becario en Berlín (1967-68).
Colaborador desde el 12 de abril de 2021.