Abanico
Es momento de reconceptualizar la vejez, de frenar estereotipos y ampliar nuestra perspectiva de la decadencia.
En las sociedades superficiales y consumistas como la nuestra, se apuesta por la juventud como sinónimo de vigencia y paradigma. Es altamente aspiracional. El cine y los medios de comunicación en general perpetran modelos de lo idóneo y asocian los pocos años al vigor, fortaleza y belleza. Sin embargo, existe una realidad que tratamos de no considerar o admitir: el tiempo pasa.
A nivel mundial, cada vez más personas integrarán el grupo poblacional de más de 60 años. La edad en que algunos países consideraban que la Población Económicamente Activa debería de jubilarse cada vez se posterga más porque, además de la insuficiencia gubernamental para pensiones, hay una realidad ineludible: la experiencia no se jubila y la obsolescencia se reconfigura.
Si antaño el trabajo se abocó a trabajo físico, ahora existen infinidad de labores que desdeñan el paso del tiempo. Pasamos de una era industrial a una no solo de conocimiento, sino altamente creativa.
A la par, descubrimos nuevos valores en las generaciones Baby Boomer y Silenciosa: confiabilidad, responsabilidad, empatía, cautela, institucionalidad y un largo etcétera en el que se incluyen destrezas humanas como colaboración, trabajo en equipo, negociación, comunicación, cuidado… todas aquellas que el trabajo automatizado no logrará sustituir jamás, las habilidades bandas que llegaron para quedarse.
Ahora, más allá de esta nueva perspectiva de las competencias laborales, que paulatinamente cierra el cerco entre las edades que privilegian los empleadores y el descrédito infundado de obsolescencia, en la sociedad en general aún no logramos valorar a las personas mayores.
Pasamos por alto los consejos, perspectivas e historias de los “viejos”. Los volvemos invisibles y cada vez de manera más acentuada, asumimos que son inservibles sus aportaciones, diálogos y vida. Ignoramos que la sabiduría no es sólo conocimiento aunado al amor, y eso los mayores de 60 años lo tienen de sobra.
No es fortuito: durante el último tercio de vida se suele ser más agradecido y al unísono mina significativamente el temor, el polo opuesto del amor. Ambas conductas suelen generar seres más conscientes del momento que se vive y revalorar a los seres que lo comparten. Es como si el tiempo lograra que percibamos todo con mayor bonhomía.
Pero hay quienes desestiman esto. No en las culturas orientales y en pueblos originales, donde la mayor edad es un privilegio de vida y se asume la sapiencia de los mayores. Hablo de aquí, de México, un país donde solemos olvidar lo importante.
Así, en este país se desdeña a las personas “viejas”. No sólo no se les respeta, sino que se desdeñan, abusan y vejan.
Existen 12 millones de adultos mayores. Tres millones de ellos dependen de alguien más para realizar actividades básicas como vestirse, bañarse o comer. No existen cifras oficiales de maltrato, pero es un secreto a voces. Los cuidadores informales, quienes los atienden sin ser profesionales en el área, suelen gritarles, menospreciarlos o ignorarlos. Emocionalmente los fustigan.
¿Qué nos ocurre como sociedad, porqué nos hemos deshumanizado, porque asumimos que el valor de una persona se centra en lo que pecuniariamente produce, se ve o representa nada más? Hemos vuelto a los viejos, a nuestros viejos, seres totalmente desvalorizados y ninguneados.
¿Se requieren leyes que terminen la discriminación, abandono y maltrato a nuestros adultos mayores? No. Se requiere replantear nuestros objetivos de vida y misión intrínseca de cada uno. En la medida que nosotros nos revaloremos podremos hacerlo con otros, incluso a las generaciones anteriores, a quienes nos precedieron.
Respetar, valorar y amar nuestras raíces es lo que genera la verdadera empatía con nuestros ancianos, cohorte de la sabiduría.
Ivette Estrada
Periodista y escritora mexicana. Creadora del Método ADM de comunicación estratégica. Considera que las palabras construyen realidades, reputación y recuerdos. Fue Premio Nacional de Periodismo en Crónica. Tiene publicados ocho libros y es experta en Relaciones Públicas, Personal Branding y creación de publicaciones diversas.
Colaboradora desde el 27 de junio de 2022.
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