Utopía
Primero fue destruida la entrada de la sede del 27 Batallón de Infantería de Iguala, Guerrero, el pasado día 14 por los impunes grupos de encapuchados de los que siempre se deslindan los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa; después la emprendieron contra el edificio de la Fiscalía General de la República e hirieron a 11 uniformados; la misma historia de vandalismo y provocación, pero con el objetivo muy bien seleccionado, se reprodujo el jueves 23 en la Embajada de Israel en México y provocó lo que buscaban, la reacción diplomática firme frente a la mexicana Secretaría de Relaciones Exteriores; y hasta hoy, lo que La Jornada pretendió justificar con el balazo: “Mitin y enérgica protesta frente al Campo Militar 1”.
Vale la pena detenerse en la “enérgica protesta” de los estudiantes rurales y que el diario capitalino describió así en su portada: “En un hecho inédito y al grito de ¡vivos se los llevaron y vivos los queremos!, cientos de estudiantes de Ayotzinapa lanzaron petardos, piedras y palos contra la entrada principal del Campo Militar número 1 (…). En pocos minutos, la instalación castrense pasó al caos de las detonaciones, rejas desvencijadas y pintas en los patios y jardines, mientras elementos de seguridad resguardaban el sitio con cascos, toletes y escudos, con saldo de 39 uniformados heridos.”
Y el muy protagónico abogado de las víctimas de esta legítima causa social y política, Vidulfo Rosales, quien abandonó a tiempo el uso de mascadas de colores chillantes, prologó en su discurso los injustificables hechos vandálicos, en estos términos, al decir de la reportera Fabiola Martínez:
“De manera implícita, el abogado anticipaba también lo que ocurriría minutos después, al advertir que los de Ayotzinapa tienen una manera de protesta enérgica, fuerte, a la cual no vamos a renunciar, y toca a las autoridades contenerla en el marco irrestricto de los derechos humanos (…) Por ello, atajó, ningún gobierno va a decirle a la sociedad la manera en que debe protestar, porque ese tipo de límites es censura (sic libertario).”
Sesgada y facciosa interpretación del derecho humanitario por parte del abogado que no está enterado que los derechos humanos son universales, indivisibles e imprescriptibles, para todos los humanos no sólo para los que pujan por causas populares, sean inducidas o no, para administrar el conflicto y que sus buenos oficios tengan razón de ser ante los mecenas de varias latitudes. En los años 90, el financiamiento dependía del caso que cada “ONG” apadrinara, pero los familiares no recibían ni un vaso de agua, mucho menos un boleto de avión a Washington para comparecer ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de la tristemente célebre OEA.
En lo que sí tiene parcial razón don Vidulfo es en que “toca a las autoridades contenerla en el marco irrestricto de los derechos humanos”. Obligación de la que no está exento ningún movimiento social por legítimas que sean las demandas que enarbole. Reclamo contestatario que nada justifica para que envíen al hospital a los agredidos agentes policiacos y soldados que también son humanos y tienen derechos.
De las autoridades capitalinas y del país, sobre todo las comprometidas con la 4T, es dable esperar mucho mayor capacidad de contención de los activistas y provocadores vandálicos para no conculcar los derechos de terceros ni permitir la destrucción de bienes públicos, incluidas oficinas gubernamentales y de los órganos autónomos, así como la integridad física de policías, soldados, marinos y guardias.
Eduardo Ibarra Aguirre
Autor de Utopía. Coordinador del Grupo María Cristina. Perseguido por la Sedena (1993-2002) por difundir la propuesta del ombudsman militar. Demandante laboral del CEN del PRI (1992-93). Editor de Forum en Línea desde diciembre de 1993. Redactor de cinco libros y coautor de ocho. Corresponsal en Moscú (1977-79) y becario en Berlín (1967-68).
Colaborador desde el 12 de abril de 2021.
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