Al pie de una foto
Es un monigotito déspota que usa exclusivo perfume francés, trajes de diseñador y zapatos italianos hechos a medida. Sin motivo aparente monta en cólera repentina de manera explosiva, sus rabietas son más sanguinarias que una conflagración mundial, por supuesto odia a las mujeres y las humilla a placer, detesta a todos sus subalternos en aquel partido político del cual usufructúa un feudo en esa contaminada megalópolis, pese a que perdió las elecciones anteriores. Con los poderosos es laxo, zalamero y obediente hasta el servilismo. Ni en el momento de máxima reflexión acepta una sugerencia, consejo, crítica o retroalimentación de un subordinado, su torcida megalomanía ha crecido como la mala hierba en la parcela política (de izquierdas o derechas) que controla con puño de hierro, en donde la disidencia no tiene otro destino que la aniquilación ipso facto o el destierro, llevando al extremo la lógica maquiavélica de que es preferible ser temido y odiado por igual en lugar de ser amado.
Ella es académica de un instituto de educación superior y obtuvo su plaza por una recomendación, sus padres eran campesinos que migraron a la capital del país en busca de nuevos horizontes, el padre trabajó como obrero de una cementera la mitad de su vida, la madre lavaba ropa ajena y pudieron pagar con grandes esfuerzos la educación de sus hijos en instituciones públicas. Ella presume la blancura de su piel en las boutiques de los centros comerciales, se asume “whitexican” y ahora después de cursar varios postgrados se siente humillada cuando le recuerdan su origen humilde, vota siempre a la derecha maldiciendo con todo su ser a “ese” gobierno de unidad popular que por vez primera en décadas se ha preocupado por el bienestar de las mayorías. Su furiosa rabia la mantiene ocupada en twitter, tiktok y Facebook distribuyendo a todo tren infodemia, veneno y odio en mensajes cada vez más sádicos en contra de lo que llama “feligresía de indios mugrosos que merecen ser quemados con leña verde en el Zócalo”.
El otro es un gran pintor, artista egresado de la escuela de Bellas Artes, es famoso el apellido extranjero que lo distingue de la plebe, asiduo invitado a los canales de televisión para “denunciar la destrucción de los fideicomisos para el arte por el gobierno populista”. Su elevado salario como catedrático e investigador se adereza con una abultada beca cuasi vitalicia del Sistema Nacional de Creadores, además de algunos premios que suele repartirse con cierta periodicidad con un grupo de colegas “eméritos” que administran las instituciones educativas y culturales del país, siempre en beneficio de Instituciones filantrópicas creadas ad hoc por oligarcas corruptos para defraudar al Fisco. Sus excentricidades creativas lo han llevado a cometer desde el plagio de la gráfica de pueblos originarios hasta la descabellada impostura de pretender ser perseguido político por asumirse públicamente como fascista.
Solo tres breves ejemplos de un peculiar ser que se consume en las llamas de la soberbia, el vacío del caos, la destrucción gratuita y la avaricia, hombrecillos para los cuales la vida es tan solo una frenética carrera de caprichosa acumulación de poder, riqueza y fama, estos enanos mentales a manera de los protagonistas del Film Hasta los enanos empezaron desde pequeños de Werner Herzog se caracterizan por dejar a su paso una larga cauda de atrocidades sin nombre.
Filmada en un pueblo aislado de Lanzarote, la isla más septentrional de las Canarias en la península ibérica en medio del océano atlántico, la película en blanco y negro, primera obra de Herzog es un amarguísimo drama visionario de la miseria humana que nos narra la historia de un grupo de enanos internados en una institución correccional. Los petizos en principio se rebelan contra las autoridades representadas también por otro enano y después contra todas las reglas de convivencia establecidas. Al obtener de manera efímera la preciada libertad esta va tornando a tiranía en una loca carrera hacia el desorden, caos y acracia.
Sin tener la más elemental conciencia sobre sus actos los pequeños insurrectos empiezan a quemar y destruir, vandalizando todo lo que se les atraviesa en el camino, hasta el punto de llegar a perpetrar verdaderos actos de barbarie, como el hecho de someter a vejaciones a unos ciegos, el fútil asesinato de animales o la realización de una procesión religiosa encabezada por un simio crucificado. Corrosivo retrato, extravagante parábola descarnada y sin concesiones de la estrecha ruta moral de la sociedad contemporánea, en la que el secuestro de la conciencia es apenas el principio de toda la locura y sin razón como leitmotiv de la existencia humana.
Al paso de los muchos años de su creación pudieran parecer excesivas o delirantes algunas de las escenas del cineasta alemán, también director de Aguirre la ira de dios, pero a la luz del acontecer actual quizás apenas sean alguna sombra brumosa o reflejo desvaído de la realidad. Esta semana apenas, he visto en canales de internet prohibidos en occidente largas columnas como de hormigas borrachas que no eran otra cosa camiones militares y blindados del ejército ucraniano en un alocado y ciego ataque suicida, tratando de atravesar pequeños tramos de la congelada estepa ucraniana para ser barridos en lo inmediato por lo que su contraparte rusa llama “la picadora de carne”, es decir tenaces cargas de artillería que con una precisión matemática evaporan con cohetes termo báricos a los ilusos atacantes.
Cuánto dinero, poder o fama tiene que acumular el títere comediante que mal gobierna Ucrania para que deje de enviar al matadero a ciudadanos inocentes, incluso mayores de 40 años y sin preparación militar, así mismo cuántos miles de millones necesita el oligarca Claudio XXX para que deje de sabotear el legítimo esfuerzo de millones de mexicanos por obtener niveles de vida aceptables, eficientes servicios médicos en el sector público, educación pública de calidad, una justa administración de la riqueza y recursos naturales del país y una verdadera participación política directa que deje de ser una simulación.
La guerra de trincheras en la Europa en la primera guerra mundial ahora se repite de nuevo en los poblados del Donbas o (Cuenca del Donets) y las ciudades ribereñas del rio Dniéper, en medio de infinitos laberintos de fosas sumergidas en el lodo yacen cientos de cuerpos insepultos que el títere comediante no reconoce como bajas de su maltrecho ejército, si acaso son declarados oficialmente desaparecidos para no pagar indemnización alguna a las atormentadas familias que buscan a sus hombres en fantasmal silencio y sigilo para no despertar las represalias de los cipayos de occidente. Los escasos medios que cubren con cierto rigor periodístico narran dantescas escenas del campo de batalla donde los nauseabundos tufos putrefactos gritan por los cuerpos que se revuelven entre el fango y la nieve para de vez en vez brotar desmembrados por las explosiones.
Y es que el hedor pútrido de las trincheras políticas en México también estremece hasta la náusea, el diálogo en varios chats de WhatsApp de relevantes políticos de la oposición y sus corruptas componendas que han sido reveladas semana a semana por la Gobernadora de Tabasco Laida Sansores han dejado al descubierto al verdadero líder de la facciosa derecha golpista, y se trata nada menos de quien debiera ser el árbitro imparcial del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdoba Vianelo el sátrapa funcionario que se amparó judicialmente para, violando la constitución seguir ganando más dinero que cualquier funcionario público del país incluso del jefe del ejecutivo. Como el rey de una corte de enanos mentales el presidente del INE que en el nombre lleva su destino “Lorenzo”, ha roto, destruido, incendiado, arrasado con su séquito de frenéticos seguidores la poca credibilidad que tenía el INE, llevándose entre las patas en su desvarío pernicioso, hambriento de poder la credibilidad institucional de todo lo que toca; el tribunal electoral, la corte y la supuesta respetabilidad de varios legisladores, senadores, empresarios e intelectuales.
Sí distinguido lector, el enano “Lorenzo” más ridículo, absurdo, extravagante y ambicioso de la historia contemporánea del país, es además el empleado preferido del oligarca también disminuido de facultades mentales Claudio XXX el salvaje más cruel, así la tragicomedia mexicana y sus payasos de las cachetadas nada quedan a deber a la sangrienta derecha multinacional que doblada de risa ve arder el mundo y a la civilización sucumbir ante la destrucción.
Fernando García Álvarez
Nací enamorado de la luz y desde muy joven decidí ser artesano de sus reflejos. He sido aprendiz y alumno de generosos mentores que me llevaron al mundo de las artes y la comunicación. Así he publicado mis fotografías y letras en diversos foros y medios nacionales e internacionales desde hace varias décadas. El compromiso adquirido a través de la conciencia social me ha llevado a la docencia.
Colaborador desde el 10 de diciembre de 2021.