Libros de ayer y hoy
Supina ignorancia muy convenenciera, expresan esos que quieren hallar similitud entre las quemas inhumanas de la Inquisición, con la quema del símbolo de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña. Hay una gran diferencia en perseguir inicuamente y asesinar, que la quema de un símbolo por personas que son las perseguidas de la justicia, las víctimas, aunque ambos casos no debieron ni deben de darse.
La Inquisición que sentó sus reales varios siglos, quemaba personas a las que consideraba peligrosas para sus propios designios religiosos. Miles de personas fueron asesinadas de esa manera, incluso personajes históricos, eso sin incluir las otras represiones, la cárcel, la expulsión, el señalamiento.
La carga de la Inquisición de la que la iglesia católica no se ha podido desprender, fue recordada con la muerte de Joseph Ratzinger, Benedico XVI, el pasado año, quien fue titular de la Congregación de la Doctrina de la Fe, extensión de aquella Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición, la más antigua de la Curia actual, que agrede de formas diversas en la vida moderna. Sobre todo, a partir del descrédito y de la persecución, como la que hizo Juan Pablo II contra la URSS, cuya caída se atribuyó su iglesia, sin tomar en cuenta las verdaderas causas.
Se queman símbolos para expresar inconformidad
La quema de símbolos como se hizo el pasado 18 de marzo en el Zócalo, al encender fuego a la imagen de la presidenta de la Corte, es la expresión del descontento en contra de un Poder Judicial que deja libres a presuntos delincuentes y se hace cómplice de tropelías y saqueos con esas liberaciones, solo por presunta corrupción o una cuestión política.
Es el caso de un poder en el que algunos de sus miembros, no todos por fortuna, violan las verdaderas profundidades de esa facultad que deben de ejercer. La justicia, nada menos. Los que cometen esa barrabasada de equiparar a la Inquisición con la quema de un símbolo, se les olvida que los incineradores en este caso han sido los perseguidos, son las víctimas, los afectados.
Un pueblo que está expuesto a lo que las esferas de un poder quieran hacer con la justicia. Y quemaron un cartón, no a un ser humano concreto. Aunque a los que desprecian la vida humana, en la expresión de muchas formas, el prestigio puede ser para ellas más importante que la vida misma y por ello hay tanto desprecio en las críticas de parte de gente que a lo mejor se refocila en los viejos preceptos, de algunas iglesias.
Grandes personajes fueron realmente quemados por la inquisición
Dividida en tres etapas según las enciclopedias, la Inquisición de hecho surge en la Edad Media, allá por el 1200 de esta era y se prolongó hasta el siglo XIV. Después apareció en escena la Inquisición española en pleno siglo de las luces como una contradicción, que fue la que más azotó en las tierras que ellos dijeron descubrir, matanzas, quemas públicas, expulsiones y cárceles.
La era italiana fue la más tardía en el siglo XVI con un Savaranola que se dio vuelo, pero que paradójicamente fue quemado por su propia Inquisición, aunque ahora, en otra contradicción, quieren convertirlo en beato. El ajusticiamiento siguió varios siglos y se extendió a América con la quema de brujas.
En su momento murieron en la hoguera Juana de Arco y Giordano Bruno, mientras otros personajes lograron evitar ese ajusticiamiento reprimiendo conceptos. Entre ellos estaban Galileo Galilei, Johannes Kepler y muchos más.
Las quemas simbólicas que realiza el pueblo, tienen la connotación del desprecio a un símbolo destructivo que los afecta como es el caso de Judas, a los que suman a políticos despreciables y personajes que carecen de toda ínfula moral. Pero puede haber divergencia en los seleccionados.
Teresa de Jesús Gil Gálvez
Nací en La Colorada, Sonora, estudié en la Universidad de Sonora que me dio mención honorífica por mi tesis La libertad de prensa en México. En la UNAM hice estudios de maestría en Ciencias penales. En medios sonorenses trabajé, desde la adolescencia, en los más importantes del estado y en julio de 1972 salí en un tren hacia la gran capital, donde he trabajado en medios importantes, diarios, semanarios y revistas, con breves retiros al mundo entre ellos una corresponsalía en España.
Colaboradora desde enero de 2017.
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