Utopía
Cada vez es más frecuente que el legislador que preside la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Santiago Creel, se ponga demasiado rojo de la cara al hacer uso de la palabra, grite emocionado, fuera de autocontrol, y al borde de las lágrimas llame “desgraciado” al titular del Poder Ejecutivo federal. La escena se repitió el miércoles 5 al retar a legisladores de Morena a que lo remuevan porque simultáneamente aspira a ser el candidato del Frente Amplio por México, después del virtual destape y cargada de la dictadura mediática por Xóchitl Gálvez.
Casi todos los recursos, incluidos los histriónicos, es dable utilizar en el debate parlamentario, pero debería ser más cuidadoso Creel Miranda con su salud, con su desgastado corazón, supongo, después de tantos trotes como consejero ciudadano, diputado federal, secretario de Gobernación y delfín de Vicente Fox para sucederlo en Los Pinos. Este fue el momento, 2005, en que Creel estuvo más cerca del alienante y peligroso sueño de ser presidente de México, pero no pudo derrotar a Felipe Calderón y mucho menos con las mañas con que le ganó en las primarias la candidatura de Acción Nacional a Los Pinos, si nos atenemos a la tímida denuncia que hizo y en la que no figuró el vocablo desgraciado: “Que causa o conlleva desgracia. Un amor desgraciado. 2) Persona que carece de gracia o atractivo”. Por el contrario, se dedicó a realizar negocios desde su plataforma blanquiazul.
De tal suerte que no vale la pena arriesgar la salud física y mental por una candidatura presidencial que ya no fue y no será, porque la hidalguense que se disfraza de lo que sea necesario para subrayar su origen humilde, su condición “indígena”, de “luchadora” y el papel de bufona del poder político y ahora del gran capital, desde los tiempos del “gobierno del cambio” (2000-2006), cuando la senadora presumía que trabajaba con ella “un fundador” del Partido Comunista Mexicano, constituido en noviembre de 1919. Un fenómeno de longevidad que compartió, sin mediar pregunta, a una veintena de periodistas que sonrieron.
Volvamos al iracundo Creel. La Comisión Permanente del Congreso lo exhortó a solicitar licencia como diputado y separarse del cargo de presidente de San Lázaro, pues a decir de legisladores morenos lo usa en la promoción de sus aspiraciones presidenciales.
De acuerdo con las crónicas el debate fue ríspido y a ratos, digo yo, falto de imaginación. Y el panista respondió encolerizado que no va a dejar el puesto y retó al partido guinda a lograr las dos terceras partes de la votación para removerlo. Enrojecido y manoteando en el atril, aseguró que cumple “estrictamente” con las funciones que marca el reglamento y el orden parlamentario.
Creel remató con su característica valentía, propia de los perdedores incapaces de confrontarse con quienes lo excluyeron de la competencia electoral: “Es un bufón nacional, si quiere ser comediante váyase a un vodevil Presidente”. El burro (Santiago) hablando de orejas.
Superadas emociones y exabruptos que alteran el ritmo cardiaco, por buenos actores que sean, Creel Miranda explico a colegas de la fuente que pedirá licencia cuando estén garantizadas las acciones que solicitó a la Suprema Corte, entre las que se encuentran controversias constitucionales y solicitudes de atención prioritaria. Resultó indispensable el señor que supone que no funciona la sinfónica sino tiene a su experimentado director.
Mas la pregunta formulada por un diputado sigue en pie: ¿Si no confía en su propia ruta cómo puede esperar que los ciudadanos lo acompañen?
Eduardo Ibarra Aguirre
Autor de Utopía. Coordinador del Grupo María Cristina. Perseguido por la Sedena (1993-2002) por difundir la propuesta del ombudsman militar. Demandante laboral del CEN del PRI (1992-93). Editor de Forum en Línea desde diciembre de 1993. Redactor de cinco libros y coautor de ocho. Corresponsal en Moscú (1977-79) y becario en Berlín (1967-68).
Colaborador desde el 12 de abril de 2021.
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