Diario Ejecutivo
- Una marea rosa con invocaciones mentirosas
- Oposición intentó disfrazarse de sociedad civil
Este domingo se realizó la marcha por la democracia o por “nuestra democracia” como específicamente la llamaron los organizadores.
Fue, por lo menos en el zócalo capitalino, una marcha que no fue marcha sino mitin.
Fue un momento cumbre de la oposición en el cual se quiso disfrazar de sociedad civil.
Fue el tercer acto de la “marea rosa” que recuerda exactamente a la zona rosa (cuyo bautizo y explicación, hace cincuenta años se debatía entre los escritores Carlos Fuentes, Vicente Leñero y Luis Guillermo Piazza, el pintor José Luis Cuevas y el cronista de sociales Agustín Barrios Gómez).
Fue rosa porque, parafraseando a la zona bautizada con ese color, “no es tan inocente -o ingenia- para ser blanca, ni tan frívola -o agraviada, diría yo- para ser roja”, en el sentido político que ha tenido la palabra “rojo” en la historia, por ejemplo en la guerra civil española o aquí durante la guerra sucia contra la guerrilla.
Fue la marcha de los más de 250 membretes, la mayoría de los cuales no son siquiera conocidos por la mayoría de los asistentes ¿a poco están inscritos o saben de qué se tratan organizaciones como “Líderes Juaristas”, “Movimiento Nacional Sinarquista” o “Yo Soy México, Misión Rescate México, Red Ciudadana, Hijos de la MX, México Unido, Laicos Maristas Observatorio Ciudadano y Red Nacional de Mujeres” y hasta “Votar es de chingones”?
Fue una marcha en la que los 700 mil asistentes -según los organizadores- desconocían los membretes, pero tampoco saben de los intereses de cada uno de esos rimbombantes nombres supuestamente representantes de la sociedad civil.
Fue una marcha en la que la marea rosa hiso honor a la hipocresía de la zona rosa (“es un perfume barato envuelto en un envase caro”, se dijo en su momento de esa parte de la capital).
Fue una marcha hipócrita porque hablaron en nombre de la sociedad civil políticos, como los maestros de ceremonias Fernando Belaunzarán y Ana Lucía Medina, que se dicen apartidistas -como la marcha- pero representan y han representado a partidos políticos como el PAN, El PRI y el PRD y hasta a Movimiento Ciudadano.
Fue engañosa porque en el presídium estuvieron personajes que se dicen representantes de la sociedad civil, pero representan o han representado a grupos de poder: la ex presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, María del Carmen Alanís, cercana a Enrique Peña Nieto (a quien ayudó a que no se le aplicara la ley por violar la Constitución en momentos electorales); Mariclaire Acosta, ex funcionaria del gobierno de Vicente Fox; José Ramón Cossío, propuesto por Vicente Fox para ser magistrado de la Suprema Corte de Justicia, José Woldemberg, expresidente del Instituto Federal Electoral y uno de los principales ideólogos de la actual oposición, y ¡Claro! el orador principal, Lorenzo Córdova propuesto como titular del Instituto Nacional Electoral por Enrique Peña Nieto.
Fue una marcha mentirosa porque a pesar de reiterar (los organizadores y el propio Lorenzo Córdova) que no era a favor de una corriente política, la mayor parte del tiempo fue para mostrar su descontento con el actual gobierno, mientras cientos de mantas mostraban apoyo a Xóchitl Gálvez y desde la tribuna se festejaban los gritos de “narcopresidente” (por cierto acusaciones ya desmentidas hasta por el propio autor del reportaje que causó la utilización de esos hastags o etiquetas).
Fue tendenciosa porque hablaron en nombre de “todos”, cuando en realidad Lorenzo Córdova se refirió a “nuestras instituciones, nuestra Constitución, Nuestros organismos” y hasta mencionó que “el INE y hasta la Constitución sí se tocan”, pero cuando es para avanzar y no regresar al pasado. Se le olvida que muchas de las 506 reformas constitucionales que se hicieron en la época neoliberal (de las 770 realizadas desde 1917) fueron no para regresar al pasado inmediato, sino al pretérito de antes de la Revolución.
Fue farisaica porque habló de la diversidad, cuando el propio Lorenzo Córdova se ha burlado de grupos indígenas.
Fue falsaria porque intentó hacer ver que la polarización existente es causada desde el Poder Ejecutivo, cuando en realidad son las propias organizaciones convocantes -como las de Claudio X. González- las que se niegan a la diversidad política y a reconocer las opiniones ajenas. Nada más hay que ver como intentó polarizar en solo dos fuerzas a la política nacional al unir a tres partidos y criticar al que no se unió a la oposición.
Fue deshonesta cuando se habló de que el Gobierno actual intenta imponer su voluntad al nombrar, por ejemplo, a los consejeros del Instituto Nacional Electoral, cuando en realidad los presidentes de la República han sido quienes los han propuesto en su corta existencia.
Fue elitista al considerar que toda la sociedad piensa igual que los manifestantes cuando en realidad la mayoría según las encuestas, no pertenece a la ideología de los manifestantes.
Fue embustera al exigir que se dejen de divulgar encuestas (supuestamente financiadas por el Gobierno y sus afines) cuando en realidad la mayoría de las encuestas es patrocinada por medios y organismos más cercanos a quienes promovieron la marcha.
Sí fue honesta cuando se refirieron a su constitución, sus organismos, sus instituciones, sus leyes. En todo momento se refirieron a ellos como “nuestras”, es decir las de su visión del país, de su país, que nunca fue de todos.
Esa visión de país que niega cualquier cambio por dogmatismo, como boicotear por consigna cualquier reforma propuesta por el Poder Ejecutivo. Por eso fue de partidos políticos opositores, disfrazados de sociedad civil, pero con un antifaz que les dibujaba el rostro.
Ojalá fueran honestos para decir que se trató de un mitin de la oposición en contra del actual Gobierno. Entonces sí les creería yo. Los manifestantes fueron de buena fe, pero sobre todo para protestar contra el actual gobierno, no por la capacidad de convocatoria de las organizaciones convocantes que quisieron mostrar su músculo y lo hicieron, con un vestido que no era propio.
Fue una marcha rosa: ni tan ingenua para ser blanca, ni tan agraviada para ser roja. Pero sí frívola.
Dice el filósofo del metro: La frivolidad inventa monstruos donde no las hay.