MUJERES Y POLÍTICA
Esta semana nuestra mirada es obligada hacia el pasado. Son 100 años de feminismo en México, al menos de manera formal.
Entre el 13 y el 16 de enero de 1916 se celebró en la ciudad de Mérida, la capital de Yucatán, el primer encuentro feminista convocado por el “gobierno revolucionario” local, entonces encabezado por el general Salvador Alvarado.
El primer congreso feminista de Yucatán, su nombre completo, fue convocado por el gobierno el 28 de octubre de 1915, que entre sus considerandos destacan los llamados a la libertad, a la educación de las mujeres, a una vida con independencia, a un estado jurídico que las enaltezca y porque “la revolución Constitucionalista ha manumitido a la mujer, concediéndole derechos que antes no tenía…”.
Diversos considerandos que hoy, 100 años después, quedan lejos de ser sustantivos para muchas mujeres de nuestro país, lamentablemente.
En el para siempre de la historia de las mujeres, pero sobre todo de la historia del feminismo mexicano, estarán los nombres de quienes integraban la Junta Organizadora del Congreso feminista: Consuelo Zavala, presidenta, además de Dominga Canto, Adolfina Valencia, María Luisa Flora, Beatriz Peniche, Amalia Gómez, Piedad Carrillo Gil, Isolina Pérez Castillo, Elena Osorio, Fidelia González, Candelaria Villanueva, Lucrecia Vadillo, Adriana Vadillo, Rosina Magaña y Consuelo Andrade.
Fueron ellas las responsables de la organización que en sus manos puso el gobierno revolucionario yucateco. Muchas otras se fueron sumando a estas tareas y otras también decidieron no seguir.
El primer congreso feminista de Yucatán, que convocó a mujeres de toda la entidad y de otros estados del país, se realizó en el teatro José Peón Contreras, donde al menos dos mujeres ofrecieron un discurso durante la inauguración, uno de Matilde Aydé Acevedo de Paullada, y otro de Francisca Ascanio, ambas integrantes de la Junta Directiva que presidió las sesiones, además, claro de la declaratoria inaugural que no fue hecha por el gobernador porque estaba indispuesto (este sí en serio), por lo que fue el coronel Aguirre Colorado.
César A. González, del Departamento de Educación, leyó el discurso, entre protestas y aplausos que había enviado Hermila Galindo.
Un discurso “audaz” apuntan las historiadoras al abordar el tema de la sexualidad. Un texto inmoral según algunas de las asistentes, entre ellas Isolina Pérez y la propia presidenta del Comité Organizador, Consuelo Zavala.
Es este el primer congreso feminista de Yucatán, donde se establece una “agenda” de temas que plantean la liberación de las mujeres del yugo patriarcal, de ser solo sujetas al trabajo de la crianza o cuidado de la familia y claro la asistencia en la casa.
Una agenda que al cabo de los años se transforma, pero que tiene en los planteamientos hechos por las mujeres de hace cien años las mismas y específicas bases.
Al cabo de los años, nada podría detener aquel empuje y, en mayor o menor medida, seríamos sujetas de los derechos a la educación, la salud, el trabajo digno y bien remunerado, a decidir cuántos hijos tener, al aborto por determinadas causas, a votar y ser votadas, a ocupar puestos dentro de los gobiernos, a vivir libres de violencia…
Derechos que como señalaba la ahora histórica convocatoria fueron de alguna forma concebidos por y para las mujeres desde la Revolución mexicana y que el gobernador de Yucatán pondría en práctica.
Así, esa entidad, era un laboratorio para ensayar lo que la Revolución preveía para las mujeres. Era Salvador Alvarado el jefe de un laboratorio que sentaba sus bases en la educación de las mujeres, una idea que sigue vigente.
¿Qué pasó después? Es una de las preguntas que nos seguimos haciendo. ¿Qué habría pasado si la agenda de las feministas (más de 600) que asistieron a aquel Primer Congreso se hubiera cumplido a cabalidad y la Constitución de 1917 la hubiera plasmado?
Seguramente este, nuestro país sería otro. De eso no tengo ninguna duda. Las cosas por desgracia para las mujeres, pero también para los hombres, no sucedieron como estaban planeadas en Yucatán.
Las reformas legales no llegaron a la Constitución del 17. La derecha mexicana, esa sí extremista y en ocasiones asesina, se opuso por todos los medios a que las mujeres consiguieran sus derechos, sus libertades.
El resultado es feroz y atroz para miles de mujeres en este país, generando con ello pobreza que cíclicamente se repite de generación en generación. Se transmite.
Más mujeres son estadísticamente las analfabetas. Son menos las mujeres en los puestos de poder. La violencia feminicida produce la tragedia de orfandad y en muchos sitios se ha naturalizado. Los sueldos de las mujeres son inferiores.
La cultura sexista y misógina es una hiedra que se mete a través de la historia que borra de ella todas las aportaciones que las mujeres han hecho; es permisiva para usar el cuerpo de las mujeres como objetos para promover el consumo…
Son 100 años del primer congreso feminista de Yucatán, 100 años de una agenda que aún no termina por concretarse.