La grandeza de Benito Juárez radicó en la fortaleza inamovible que le dio a la educación.
Si uno viaja en el tiempo hallará su tenacidad por adquirir conocimientos. Así fue como concluyó su educación básica e ingresó al Seminario de la Santa Cruz, a pesar de su desacuerdo con la teología y otras materias de índole eclesiástico.
Dejó la formación religiosa para ingresar al Instituto de Ciencias y Artes del Estado de Oaxaca, a un año y medio de haberse fundado, para continuar con su preparación en el área de Jurisprudencia.
Así, en 1834 obtuvo el primer título de abogado expedido por la Corte de Justicia del Estado.
Juárez siempre celebró la creación de un Instituto “independiente de la tutela del clero, y destinado para la enseñanza de la juventud en varias ramas del saber humano. En aquel entonces era muy difícil aprender en un Estado donde no había más establecimiento literario que el Colegio Seminario Conciliar”, como señala en su texto “Apuntes para mis hijos”.
En ese momento de su vida valoró, sin duda alguna, los beneficios, el alcance y la fuerza de la educación pública, pues como él mismo lo menciona, “para seguir otra carrera que no fuera la eclesiástica o para perfeccionarse en algún arte u oficio era preciso poseer un caudal suficiente para ir a la capital de la nación o a algún otro país”. Sin recursos no había esperanzas.
En 1867, Benito Juárez promulgó la Ley Orgánica de Instrucción Pública, que establecía a la educación como obligatoria, gratuita y laica.
Este hecho fue sumamente importante, a tal grado que estableció las bases de la educación en México convirtiéndose en el cimiento del artículo Tercero Constitucional.
Como parte de ese mismo impulso cultural, fundó la Escuela Nacional Preparatoria, logrando atenuar la formación religiosa y basarla en la ciencia.
Juárez tenía plena consciencia de la importancia de la educación para una nación libre, democrática e independiente; por ello, sentenció: “Libre, y para mi sagrado, es el derecho de pensar… La educación es fundamental para la felicidad social; es el principio en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos”.
Antes de seguir el llamado de la política, Juárez fue profesor distinguido, Secretario y posteriormente Director del Instituto de Ciencias y Artes. En esa tarea de dar y recibir conocimientos, contribuyó a la formación liberal de incontables generaciones de oaxaqueños.
Hoy, como ayer, en este histórico inmueble damos su justo valor a la educación. Sin educación no hay futuro. Es por ello que en la Administración Central Universitaria trabajamos de manera permanente en la construcción de una Universidad de calidad para todos, donde se proporcione educación valiosa y útil que contribuya a dar firmeza a una sociedad en constante evolución.
En la UABJO formamos a quienes desde diversos ámbitos dirigirán los rumbos de nuestro estado y nación; lo hacemos siguiendo los principios de nuestro Rector Supremo y atendiendo los requerimientos de la comunidad.
Vivimos tiempos difíciles, como los que en algún momento le tocó enfrentar a Benito Juárez, y ello nos motiva a dar nuestro mejor esfuerzo, a superarnos día con día, a generar conocimiento de alto nivel, a promover la investigación, la ciencia y la cultura en todas sus vertientes, contribuyendo así a la solución de problemas y establecer nuevas rutas hacia el progreso.
Sigamos todos esos caminos y hagamos que el Benemérito se enorgullezca de su universidad. Que la sociedad atestigüe que el legado juarista viva y que su llama se mantenga encendida en el corazón de cada universitario.
(*) Mensaje del Rector de la UABJO en el CXLIV Aniversario luctuoso del Benemérito de las Américas. Oaxaca de Juárez, Oaxaca, a 18 de julio de 2016.