CRÓNICAS DE LA ÍNSULA
A finales de los años 80 del siglo pasado fracasó y cerró en Instituto Mexicano del Café (INMECAFÉ). Acabó una época de ineptitud, corrupción y despilfarro de sus administradores, semejante a la suerte de BANRURAL, mejor conocido como “bandidal”. Instituciones que en vez de ayudar a los productores los devastaron y empobrecieron.
La corrupción política no es nada nueva en el país, ha venido destruyendo de manera paulatina y sostenida a la nación. Una enorme cantidad de recursos se ha perdido en esta dinámica perniciosa. No sólo en lo que se han robado los gobernantes, sino en una estructura burocrática que cobra puntualmente su sueldo y no ha servido al desarrollo de las regiones del país.
En uno de sus trabajos Gabriel Zaid narra un ejercicio que realizó. Apiló todos los planes de gobierno, desde el primero, el plan sexenal de Lázaro Cárdenas hasta los recientes, y mediante un cálculo aritmético comprobó como el campo mexicano ha ido hacia el desastre de manera inversamente proporcional al crecimiento de los planes de gobierno.
Miles de millones perdidos en la corrupción
Este agudo intelectual mexicano esbozó entonces una propuesta: que el dinero público se entregara a cada campesino en efectivo, sin burocracia, así si los campesinos si no produjeran –lo cual es improbable, la gente quiere trabajar- al menos no estarían en la miseria, ni fuera de su país como emigrantes en un norteamérica que los desprecia.
Sólo en esta coyuntura actual, Aguilar Camín ha calculado que los recursos saqueados por exgobernadores mexicanos son más de los que se usaron en el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa después de la segunda guerra mundial.
Si toda esa impresionante cantidad de recursos ha sido una pérdida irrecuperable para México, la peor pérdida ha sido haber incapacitado a su gente para ser productiva, haber instaurado una política paternalista, base del control político con que aún siguen ganando elecciones.
Cuando INMECAFÉ cerró sus puertas, pueblos enteros quedaron en la miseria, acostumbrados a tener su venta cautiva, a recoger su cosecha y, si tenían suficiente grano y transporte, vender al centro de acopio de la paraestatal, o venderle al “coyote”; de cualquier manera todos tenían poco o mucho ingreso. Había dinero para vivir. Nunca esa empresa de burócratas los capacitó para no depender de papá gobierno, a cuidar, podar sus plantas, mejorar la calidad de sus granos, sustituir plantas, sembrar nuevas, y todo lo demás. Fue una catástrofe en esos pueblos, alguno de los cuales se sumaron a la diáspora oaxaqueña.
Paternalismo destructor y grupos seudoproductivos
Pero ese crimen contra la productividad de la gente del campo no es todo, hay más. Ante la reducción de los recursos del erario sólo quedó para los grupos vinculados a partidos políticos o administraciones de gobierno en una relación de corrupción notoria. Son esos grupos seudo productivos los que se llevan (roban) los recursos del campo, mediante su chantaje político, de común acuerdo con los funcionarios.
Esos grupos clientelares de la dictadura de partidos que asuela el país (de todos los partidos sin excepción) no quieren realmente que se combata la plaga del café, por ejemplo, ni que se incremente la producción de granos, no, ellos son los negociantes de la pobreza, pues si hay desarrollo, trabajo e ingresos ellos se quedan sin esos “apoyos para los productores pobres”. De eso viven espléndidamente líderes regionales y sus funcionarios cómplices. Rémora destructiva.
Por eso suena a leyenda cuando alguien como Enrique Eduardo López Aguilar, titular del Instituto de Investigación, Innovación y Adaptación del Café de Oaxaca (Innova Café) nos dice: “Alguna vez Oaxaca llegó a producir un millón de sacos de café y estábamos entre los 10 mejores productores de café en el mundo”. Y suena a nota discordante cuando afirma, con base en sus investigaciones: “Con buena política productiva, en 3 años acabaría la crisis del café en Oaxaca y podríamos competir de nuevo con los mejore cafés del mundo”. (Continuaremos)
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