OAXACA, OAX, julio 16.- Al Cerro del Fortín –escenario de la presentación de la Guelaguetza– se le reconocía por tener “ojitos de agua” por todos lados, y desde el año 1 mil 400 los zapotecas tenían la costumbre de ascender a ese lugar, relata el Cronista de la Ciudad de Oaxaca de Juárez, Ing. Jorge Bueno Sánchez.
Esa elevación localizada en la parte norte de la capital del Estado –dice el Cronista en entrevista–tuvo los nombres de Cerro de la Buena Vista, Cerro de Ecatepec, a la llegada de los españoles; posteriormente Cerro de Jerusalén, Cerro del Calvario, y cuando en la toma de Oaxaca se hizo prisionero a Porfirio Díaz le llamaron Fortín de Zaragoza y finalmente Cerro del Fortín.
Años después, cuando llegaron los españoles en el año 1521, fue traída la Virgen del Carmen, cuyas festividades se realizan el 16 de julio y coinciden con las festividades de Centéotl, reconocida como Diosa de la tierra, de los alimentos y del maíz.
Para entonces –narra Bueno Sánchez– se elegía a la Diosa Centeotl, se le subía al cerro, se le bailaba y a los ocho días se le bajaba para ser sacrificada, le extraían el corazón.
TERMINAN EL RITO
Llegan los españoles y se termina con ese rito, se construyen ermitas y en la festividad de la Virgen del Carmen, surge la romería y ascensión al cerro, como costumbre oaxaqueña, siendo en el año 1928, siendo Gobernador, Genaro V. Vásquez, cuando se pidió tener un espacio en la rotonda de la azucena.
Se subía al cerro como día de campo, sin faltar el corte en aquellos años de las azucenas, siendo en el año 1932 cuando se ideó realizar el primer homenaje racial con la presentación de grupos diferentes provenientes de diversas regiones del Estado, invitadas a participar en la fiesta de la Gran Señora, “Oaxaca”, que cumplía años de haber sido elevada al rango de ciudad.
Se integró un comité presidido por el Gobernador, Francisco López Cortés, interviniendo además personajes como Alberto Vargas Medina, autor de la Tortolita Cantadora; el periodista, cuyo seudónimo fue Jacobo Dalevuelta y cuyo nombre era el de Fernando Ramírez de Aguilar.
También participó José López Alavez—autor de la Canción Mixteca—y otros jóvenes oaxaqueños, como Luis Castañeda Guzmán, Everardo Ramírez Bohórquez y Alberto Bustamante.
El festival racial consistía en rendir homenaje a la “Gran Señora Oaxaca” y se aprovechó la costumbre de las gentes que venían de los pueblos con sus frutas y bailables; se invitó a las 7 regiones del Estado y comenzó el reparto de frutas que producían y obtenían en las comunidades.
Fueron 3 los grupos que vinieron del Istmo de Tehuantepec, y después se invitó a Tuxtepec, con el propósito que cada pueblo presentara su tradicional traje y lo que ha hecho famosa a esta delegación, cargar las mujeres una piña sobre el hombro, fruto que trajo e introdujo, Mr. Smith, en el año de 1940, según el Cronista de la ciudad de Oaxaca de Juárez.
Fue un éxito notable la presentación de esos grupos y en Noviembre del año 1933, se invitó al Presidente de la República, Abelardo Rodríguez, vino a Oaxaca, se le presentó el mismo festival del año anterior y además se le hicieron 2 propuestas:
Una que el teatro llamado Mier y Terán, en aquel entonces, llevara el nombre del músico oaxaqueño y autor del Himno Oaxaqueño, Dios Nunca Muere, aparte, en la Rotonda de la Azucena, preside Abelardo Rodríguez, el evento de homenaje a Oaxaca, presentado con anterioridad.
La prensa nacional que acompañaba al Presidente—afirma Bueno Sánchez—quedó impresionada del folclore, música y costumbres, se habló mucho de la fiesta oaxaqueña y por primera ocasión se escuchó el nombre de Guelaguetza, por la espectacularidad y reparto de frutas, que traían las delegaciones asistentes al evento y provenientes de poblaciones del interior del Estado.
Afirma el Cronista que la gente que presenció el espectáculo, quedó extasiada, siendo en el año 1935, cuando se volvió a repetir con motivo de la celebración de los 25 años de la Revolución Mexicana.
Posteriormente se volvió a presentar en el año 1941 en la ciudad de México, por Indios Verdes, y un año después, la Guelaguetza se desarrolla con la introducción de canciones, preferentemente oaxaqueñas, competencias deportivas de atletismo, la ciclista de vueltas al cerro, y se organiza la octava del Lunes del cerro.
Vinieron otras delegaciones, se enriqueció la fiesta, las gradas construidas desde 1932 en la rotonda, para 1935 albergaba a 300 o 400 gentes, después se convirtió en espacio para 2 mil o 3 mil gentes.
SUBIAN A ALMORZAR
Los niños subían a los árboles a contemplar los bailables; la gente nunca perdió la costumbre de subir al cerro del Fortín, a almorzar, tomando preferentemente el chocolate, el atole, saboreaban las empanadas y otros alimentos con el sello oaxaqueño.
Al medio día descendían del cerro, después de haberse echado—los hombres—sus pulques, tepaches y unos que otros sus mezcales. No tardó en llevar e instalar en el cerro, las carpas donde se vendía cerveza, surgió una especie de romería y para entonces, mucha gente no iba a ver los bailables, realizaban su paseo de antaño y de toda la vida.
En aquel tiempo, usaban especialmente los varones, un sombrero de paja que al término de la festividad, lo quemaban y en forma obligada estrenaban otro sombrero.
Durante todo el año llovía, invariablemente, quienes gustaban de ir al cerro, estrenaban prendas de vestir, buscaban lucir lo mejor en la gran festividad y en el caso de los pantalones, se les mojaban y encogían, porque eran de manta, no sanforizados.
A pregunta si la banda de música del Estado, participaba, la respuesta fue afirmativa, teniendo como director a un maestro de apellido Canseco, e interpretaban piezas musicales que se han ido perdiendo, como una de Fausto García Pujol, La Morena, marcha dedicada a la Diosa Centeotl.
No ha pasado mucho tiempo que se presenta y forma parte de las festividades de los Lunes del cerro, la obra de Martínez Barroso, Donají…la leyenda, mostrada un día anterior al gran espectáculo, el domingo por la noche.
Señaló el Cronista en la entrevista, que nos acercamos y estamos próximos a celebrar 2 fechas importantes para Oaxaca, la primera debe ser la celebración en 1526 de declaración de Villa a la ciudad, y lo mas cercano, la declaración de ciudad en 1532 y la conmemoración de 100 años de la representación de la Guelaguetza, como homenaje racial, inicialmente.
Dijo el entrevistado que la primera Guelaguetza, comprendió actividades diversas, tanto culturales como deportivas y sociales; en la actualidad hay representaciones de diferentes regiones que muestran lo mejor que tienen, sus danzas, bailables y su música.
Exhiben sus trajes de gala durante la fiesta y en los últimos años la Guelaguetza se ha ido transformando, buscando 2 cosas—a decir del Cronista—mayor espectáculo y mayor concurrencia para la obtención de mayores recursos y beneficios para comerciantes y prestadores de servicios al turismo.
El espectáculo comprende la presentación de danzas con su música, que son ágiles, evolutivas como la Danza de la Pluma, Además de los vistosos bailables llenos de gracia y picardía, como los presentados por las delegaciones de Pinotepa y Ejutla.
La presentación de una mayordomía o la Boda y pedida de mano, se hacen monótonas, cansadas, que en muchos de los casos, fastidian al espectador.
Hasta hace algunos años—dijo el Cronista—podían entrar 16 mil gentes con la construcción del Auditorio, que lleva el nombre de Guelaguetza; el 80 por ciento de los espectadores son en su mayoría turistas nacionales, son pocos los internacionales.
FAMOSA, LA FIESTA
Afirmó que esta fiesta a mucho orgullo cien por ciento oaxaqueña, al paso de los años ha sido famosa, recordó haber participado en una primera transmisión por televisión; un año después estuvieron presentes, Carlos Salinas de Gortari y el Rey de España, Juan Carlos, como invitados a la fiesta.
Veo como Cronista—mencionó—que el espectáculo se está manejando como manifestación mas que turística, porque se está dando a la señorita que viene de un pueblo indígena—la elegida Diosa Centeolt—la verdadera importancia, como lo es el hecho de presidir las fiestas de los Lunes del cerro.
Concluyó la entrevista, señalando que en la actualidad son varios los espectáculos que se presentan en la capital del Estado y poblaciones cercanas, comprenden una semana entre el primer Lunes del cerro y la octava, lo que da mayor atractivo y oportunidad a los turistas, de permanecer mayores días en Oaxaca.