LA SUAVE PATRIA
Luis Alberto García * / Tlaxcala
* Hay que conocer ese estado, sus lugares y su gente.
* Las buenas alianzas del sector turístico han propiciado el éxito.
* Además de haciendas ganaderas, está el volcán de La Malintzin.
* En la capital del estado confluyen el arte y la cultura.
* Se le considera la ciudad más antigua de la Nueva España.
* Motolinia llamó a los magueyes “árboles de las maravillas”.
“Las buenas alianzas realizadas por los empresarios del sector turístico han dado un óptimo resultado”, asegura René Delgado, guía de la Secretaría de Turismo de Tlaxcala, puesto que la oferta consiste en grandes y buenos balnearios, haciendas pulqueras y ganaderas, cultura prehispánica y restaurantes típicos que, gentilmente, son colocados a las órdenes de los visitantes.
El propósito de esa sinergia es para sacar adelante y hacer resurgir el turismo tlaxcalteca con precios y tarifas competitivas y sumamente accesibles, con sitios destacados, entre ellos numerosos hoteles confortables de estilo mexicano.
Y para los aventureros que derrochan adrenalina a cada paso, aquellos que alimentan su espíritu con desafíos, encontrarán el magnífico parque nacional del volcán de La Malintzin, tupido de árboles y habitado de fauna, en un territorio donde hay diversión para todos los gustos y edades, cerca de la Ciudad de México.
La capital del estado es cosa aparte, ya que cuenta con motivos contemporáneos que integran un gran tesoro que la hacen una joya de confluencias artísticas y culturales, pues es una ciudad colonial ubicada a 115 kilómetros del ex Distrito Federal, a 32 de Puebla y a 307 del puerto de Veracruz.
Considerada la ciudad más antigua de la Nueva España, Tlaxcala fue fundada el 3 de octubre de 1525 y, durante los últimos años del siglo XIX, contó con el “Ferrocarril Tlaxcala” que la comunicaba con Santa Ana Chiautempan, a donde llegaba el “Tren Grande” procedente de la ciudad de México y Apizaco, otra población abundante en historias en la cual renacen las haciendas de ganado bravo.
Ahí están Piedras Negras, Atlanga, Soltepec, La Laguna y otras más con prestigio y galanura, en las que aún se conserva el sazón de una fiesta tan mexicana, cuyo máximo exponente entre los lugareños ha sido, es y será Jorge “El Ranchero” Aguilar, figura e ídolo de la tauromaquia nacional del siglo pasado.
En las cercanías de Tlaxcala y en medio de antiguos caminos marcados por los riquísimos latifundistas de la Colonia sobreviven las haciendas pulqueras, dedicadas a enseñar a los viajeros cómo se prepara esa espirituosa bebida tan emblemática de este estado, si seguimos la llamada Ruta del Pulque.
Su historia da referencia a tres siglos de bonanza económica y a la inmensidad de grandes feudos que existieron hasta que la reforma agraria impulsada por la Revolución dividió y repartió la tierra sembrada de magueyes.
El fraile Motolinia los llamó “árboles de las maravillas”, aprovechados en sus fibras para tejer vestimentas, en las espinas para coser y, desde el punto de vista alimenticio, de las pencas y raíces, de donde se extraen los chinicuiles y gusanos, ambos de un sabor incomparable y único.
De las pencas se hornean mixiotes y, de su savia dulce se extrae el aguamiel que se convierte en origen de la ancestral bebida que, en el México prehispánico, era sólo para los tlatoanis, sacerdotes, guerreros, ancianos y mujeres que amamantaban, combinable con infinidad de frutas y verduras como el apio, el mango, la piña, el piñón y la guanábana.
Como dice el guía René Delgado, “Tlaxcala se recorre a golpe de huarache, y el legado espiritual que dejaron frailes andariegos y misioneros jesuitas, franciscanos y dominicos es sorprendente”; pero después de pasear por el campo, conozcamos los diferentes atractivos de la serena capital.
En ella se celebran anualmente festividades que emocionan a la población como el carnaval de Semana Santa, caracterizado por la danza de los “huehes” vestidos con trajes bordados, máscaras y sombreros de plumas, como los que vimos disfrazados en el Museo de Culturas Regionales.
Otra gran fiesta es la bajada de la Virgen de Ocotlán que, luego de ser vestida en una hermosísima capilla barroca y churrigueresca, es retirada del templo para visitar otras parroquias; pero las celebraciones siguen con la Fiesta de Todos Los Santos, del 28 de octubre al 2 de noviembre, con los tradicionales altares de muertos.
Sobresale la gastronomía en honor de los difuntos, y miles de flores a la par de las procesiones y rezos de los pobladores, y por último, también en octubre y noviembre, se realiza la Feria de Tlaxcala, notable por sus exposiciones artesanales, ganaderas, gastronómicas y turísticas, así como por sus corridas de toros y peleas de gallos.
Hay que visitar los edificios civiles y religiosos, entre otros la fuente de la Santa Cruz, la Alhóndiga, el Ayuntamiento y las Casas Reales, la capilla Real de Indios, la iglesia de San José, la calzada de San Francisco, la catedral de la Asunción, la capilla poza de 1539 que servía para bautizar a los indígenas de los barrios.
Y por supuesto la plaza de toros construida con adobe y tabique, verdadero relicario de arena dorada del que han surgido toreros de prosapia, situada a los pies de ese magnífico templo del siglo XVI.
Por último, a propósito de corridas, está la Feria de Huamantla de julio y agosto de cada año, que además contempla palenques y la tradicional procesión de la Virgen de la Caridad por las avenidas que se adornan con tapetes de aserrín de diferentes formas y colores.
Hay que llegar temprano para guardar lugar, pues para los festejos se preparan carteles de tronío, habitualmente con los triunfadores de la Plaza México de la capital del país y, como se ve, el tema taurino destaca a lo largo del evento, entre novilladas y demostraciones con alumnos de la escuela taurina, prácticas y tientas para aficionados.
La narración se queda corta si únicamente nos referirnos a lo descrito, a los llanos verdes y a los valles sólo delimitados por las cercas y corrales que resguardan a los toros de lidia, en una tierra bravía celosa de su pasado, como todo en este México nuestro, insólito e inacabable por gracia divina.
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*Premios Nacional de Periodismo / 2011, 2015, 2019 / Categoría Crónica