Desde la década de los setenta del siglo XX se gestó el movimiento ecologista en el mundo con la intención de hacer consciente que los recursos naturales son finitos y que requerimos de todo el entorno natural, puesto que la humanidad es parte de ese entorno; es decir, no somos entes separados de esa naturaleza.
El Ocote, en Tataltepec de Valdés, Oaxaca.
Entonces, ¿qué sentido tiene reflexionar sobre la sostenibilidad ecológica si las riquezas naturales y productivas muchas veces se quedan en manos de una élite que genera desigualdades e injusticia?
Hablar del bienestar de una sociedad requiere pensar en la viabilidad del uso y aprovechamiento de los recursos naturales para que las generaciones futuras también cuenten con esa posibilidad; por tanto, es vital asegurar la supervivencia de la humanidad en condiciones aceptables.
En este sentido, ecología hace referencia a la relación entre la humanidad y su ambiente, la manera como la primera transforma al segundo, cuyo propósito es lograr vivir.
Pensar de esta forma hace que el ambiente no se reduzca a los bosques, a los ríos, al conjunto de la naturaleza biodiversa, pues involucra también la transformación de ese ambiente por la actividad humana, porque de ello dependen sus procesos económicos, sociales y políticos.
La reflexión sobre los comportamientos humanos que afectan directamente la degradación ambiental en menor o mayor medida nos lleva a buscar las alternativas; por ello, entre ellas consideramos que los procesos de economía solidaria, comercio justo, agricultura orgánica u agroecología, consumo responsable, educación ambiental son propuestas reales de carácter ecológico y social.
Además, también se atraviesa por analizar las políticas ambientales necesarias que tomen en cuenta el análisis de la relación sociedad-naturaleza, con sentido ético y con una perspectiva global.
Una de las instancias gubernamentales que tiene relación directa con esta reflexión y actuación es la Semarnat (Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales), donde observo algunos cambios importante con respecto al pasado, puesto que se enuncian “los objetivos de la Agenda 2030 que buscan erradicar la pobreza, proteger el ambiente y la prosperidad de todos sin comprometer el bienestar de las generaciones futuras”, mismos que se mencionan en el Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Promarnat) 2020-2024.
Se hace referencia a regiones bioculturales, lo cual supone contemplar la parte social, cultural y económica de los territorios, no sólo los elementos naturales per se, sobre todo enfatizan en impulsar la gobernanza ambiental. Todo, sustentado en el artículo 4º. Constitucional que a la letra dice: “Toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar”.
Me parece coherente buscar el bienestar a través del medio ambiente, pues en primer término propone una transición energética, ya que el ex secretario de la Semarnat, Dr. Víctor Toledo, mencionó durante su gestión que “no se requieren megaproyectos para pasar de energías fósiles a energías renovables, en especial porque se debe considerar que “el petróleo, el gas y el carbón llegarán a su fin en el 2050”; más bien se puede pensar en alternativas sociales como cooperativas de producción de energías renovables.
En mi opinión, si queremos pensar en lógicas distintas se tiene que hablar de ética en las políticas ambientales, y al menos discursivamente parece la tendencia, ya que se hace referencia a la posibilidad de colectivizar las energías renovables e incentivar la participación activa.
De esta forma se impulsa la gobernanza ambiental que recae en la población local, quienes son dueños de los territorios porque desarrollan su vida en ese espacio y porque poco o mucho pero conservan una parte importante de los recursos naturales.
Camino a Yuquín en Simojovel, Chiapas.
Sin embargo, la tarea no es fácil porque no sólo deben diseñarse políticas ambientales éticas para lograr la conservación; sobre todo, debe haber una participación activa de la sociedad porque el ambiente no tiene fronteras, por lo que la visión global debe asumirse desde la propia sociedad, ya que los problemas ecológicos -como observamos en la actualidad- tienen efectos en la salud.
Como sociedad en general tenemos que involucrarnos porque comúnmente olvidamos la huella ecológica que dejamos en cada una de nuestras acciones con nuestros modos de consumir; asimismo, olvidamos que el ambiente es público y, por tanto, es del común; es decir, es de todos, por lo que siendo así nos toca cuidar a todos(as).
Por otra parte, debemos recordar que las causas del deterioro devienen por los monocultivos extensivos, la producción agrícola exclusiva de exportación, el uso excesivo de agroquímicos, la erosión de suelos, el cambio de uso de suelo, las prácticas de extractivismo, en general la actividad económica con usos de tecnologías que deterioran el ambiente aceleradamente.
Por tanto, insisto en que no es sencillo y esa responsabilidad no puede recaer en una sola instancia, pues concierne a toda la sociedad.
*Profesora-Investigadora de tiempo completo del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez (IISUABJO) e integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).