La noche del jueves último fue lluviosa y en atrio de la Catedral de la Ciudad de Oaxaca las honduras de cantera mojaron el calzado de quienes se apresuraron a llegar puntuales al Concierto de Música Oaxaqueña, que ejecutaría la maestra Cecilia Winter en el órgano histórico de esta antigua construcción católica.

Ansiosos, los asistentes se acomodaron en las bancas, pero también se dispusieron sillas en el pasillo que lleva al altar mayor, dedicado a la Virgen de la Asunción, asientos que quedaron con dirección contraria al altar; es decir, viendo hacia el órgano del siglo XVII.

En la parte superior del Coro, donde se ubica el legendario instrumento musical construido por el organero Matías de Chávez en 1712, la organista se alistaba con el percusionista René Pérez López, quien la acompañaría en todas sus intervenciones, además de dos auxiliares para manipular los registros.

Aunque la lluvia seguía cayendo, más público llegaba para acomodarse entre los pocos asientos disponibles, mientras una asistente del Instituto de Órganos Históricos de Oaxaca repartía los programas de mano, mismos que fueron impresos en hojas de los colores patrios.

Luego, la voz de Cecilia Winter hizo que el edificio de cantera verde quedara en silencio, y por un micrófono agradeció la presencia del público al concierto, que enfatizó se dedicaba a la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y al Centenario de la Revolución Mexicana.

“En este concierto espero mostrarles que el órgano es un instrumento versátil y capaz de expresar diferentes tipos de música. Y con este programa de música oaxaqueña, espero atraer a los oaxaqueños a este órgano como algo suyo y no un objeto completamente ajeno”, dijo la también pianista, cuya piel blanca contrastó con el rojo profundo del huipil istmeño que lució esa noche.

Aunque los órgano tubulares fueron construidos para tocar música sacra en la misa y también se utilizan para tocar música clásica en los conciertos, Cecilia Winter tiene en su haber siete conciertos, en diferentes órganos antiguos, interpretando un repertorio de música tradicional oaxaqueña.

Así, la maestra tomó asiento frente al coloso musical y con un suave sonido introdujo a los presentes a la composición “Marcha Gira Triunfal”, de Amador Pérez, notas festivas que recibieron a nuevos oídos que llegaron al concierto.

Atentos, los asistentes se notaron fascinados ante la propuesta musical, que hacía sonar a un instrumento tan solemne, con música tan cercana.

“Llévame oaxaqueña”, el “Jarabe del Valle y la “Danza de la Pluma”, fueron los temas que jalaban con insistencia los pies de alguno que otro, que no se resistió a llevar el ritmo.

La Catedral oaxaqueña se tornó más cálida que sus lámparas de luz amarilla, al compás del “Jarabe Mixteco” y el “Jarabe Mixe”, los “Sones de Pochutla” y “Pinotepa”, parte del público trataba de adentrase en una pantalla colocada en el templo para dar detalle de los movimientos de la ejecutante.

Sin celulares prendidos y ante la quietud de los niños asistentes, uno de los momentos más estremecedores fue cuando Winter dio las notas de “La Martiniana”, que abrió un bloque de música de la región del Istmo.

Luego, la euforia retornó al público con el tema de la danza “Flor de Piña”, que arrancó un aplauso tan sonoro que espantó a la lluvia. Una sentida melodía continuó agitando el corazón oaxaqueño, y que instantáneamente puso de pie a todos, fue el ritmo del “Dios Nunca Muere”, composición de Macedonio Alcalá y considerada el himno de los oaxaqueños.

Más aplausos y caras de satisfacción, agradecieron los ejecutantes con una ligera inclinación, el concierto culminó.

Y mientras los asistentes salían de la Catedral, la Maestra Winter fue felicitada por el empresario Alfredo Harp y su esposa María Isabel Grañén Porrúa, abrazos que interrumpidos ante unos niños que buscaron la mano de la organista para agradecerle su primer acercamiento a su patrimonio cultural.