La Suave Patria
*Es el local más bello y antiguo del Centro Histórico. *Siglo y medio de vender dulces tradicionales. *Se mudó de la aristocrática Plateros a 5 de mayo. *Sus productos llegaban de todas partes, luego los fabricaron. *Adquirían al principio las recetas de sus proveedores. *La idea fue de Carolina Guízar, nieta de su fundador.
Era 1874 cuando la familia Guízar llegó de Guadalajara a la Ciudad de México, fundó e inauguró la primera tienda de la Dulcería de Celaya, cuya primera sucursal se encontraba en Plateros –hoy Francisco I. Madero-, una de las más elegantes de la ciudad.
Años más tarde tuvieron que cambiar de domicilio y desde 1900, la principalísima calle de 5 de mayo ha sido el hogar de la dulcería más famosa y visitada de la Ciudad de México.
En un principio, los dulces tradicionales eran traídos de distintos lugares del país, y es que este era el objetivo de los hermanos Guízar, que los capitalinos y los visitantes del extranjero tuvieran la oportunidad de probar los dulces típicos del país.
La demanda fue incrementando y en la ciudad se hablaba de lo delicioso que eran los dulces de una confitería del Centro Histórico, lo que motivó a los Guízar a elevar la calidad de sus productos y brindar lo mejor a su ya elevada clientela.
Fue tal su fama y demanda, que en situación apremiante y diríase urgente, a iniciativa de una jovencita que ejercía de gerente, optaron por comprar las recetas a sus principales proveedores y empezaron a fabricar sus propios dulces en el sótano de su casa.
Una fábrica pequeña fue improvisada, y con palos de madera, cazos de cobre y un horno dieron inicio a la etapa de producción artesanal que hoy con mucho orgullo los caracteriza.
La Dulcería Celaya está dentro de uno de los locales más bellos y antiguos del Centro Histórico, muchas estructuras han sufrido cambios y hasta han desaparecido por transformaciones evolutivas propias del corazón capitalino y por los sismos de septiembre de 1985.
Algo que hace único a este establecimiento es su decoración al estilo “art nouveau”, con espejos franceses, marcos de madera hechos a mano, piso de azulejo verde y aparadores de encino, que durante tantos años han perdurado.
Otro aspecto básico del lugar es su extensa variedad de dulces, con el azúcar presentado en muchísimas modalidades y posibilidades, y es su elaboración artesanal lo que añade un sabor especial a cada uno de ellos.
Fue debido a la llegada de los primeros españoles que tantos dulces pudieron desarrollarse en el país; pero lo cierto es, que en la época prehispánica, los dulces ya eran elaborados a base de miel y frutas.
Pero cuando los europeos trajeron huevo y leche con ellos, las opciones crecieron y terminaron por convertirse en los postres típicos que actualmente conocemos.
Sobre el surtido rico del negocio, doña Carolina Guízar, nieta de uno de sus fundadores, con casi cien años de edad y creadora de la idea de comprar recetas ajenas a los proveedores en la década de 1940, cuenta que hay cerca de un centenar de dulces en la Dulcería de Celaya.
“Hacemos, vendemos y distribuimos –dice doña Carito entrecerrando sus ojos tapatíos, pues nació en Zapopan, Jalisco en 1925- puerquitos de piloncillo, cocadas, príncipes de nuez, doraditas de higo, reinas, suspiros, gaznates, queso de tuna, manzanitas de limón y las piñoninas”.
Emparentada con un famoso obispo mexicano, monseñor Rafael Guízar y Valencia, la señora explica que estos son solamente algunos de los dulces suculentos que es posible encontrar en esta emblemática dulcería del Centro Histórico.
La Dulcería Celaya está situada en 5 de Mayo 39, Colonia Centro y su única y bien surtida sucursal fue abierta en 1948 en las calles de Orizaba esquina con Puebla, pared con pared con el templo de la Sagrada Familia de la Colonia Roma Norte, ex Distrito Federal para más azucaradas señas.
Luis Alberto Adrián García Aguirre
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en donde estudió dos licenciaturas: Periodismo y Comunicación Colectiva (1968-72) y Relaciones Internacionales (1973-77). De 1995 a 2002, colaboró con Reporteros Sin Fronteras (RSF) de París y el Comité de Protección a Periodistas (CPJ) de Nueva York. En los años 2000 y 2015, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo.
Colaborador desde el 5 de febrero de 2020.
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