Sin Derecho a Fianza
—— Segunda y última
Hace más de un año, en julio del 2012, después del examen para el concurso de plazas magisteriales para el siguiente ciclo, informó la SEP que, de los casi 135 mil profesores (134 mil 704) que lo presentaron, solamente 40 mil 412 profesores lograron una calificación aprobatoria y 94 mil 292 reprobaron; muchos de estos no lograron más de 29 respuestas correctas de un examen de 120 preguntas, de las que, sin embargo, se tomaron en cuenta sólo cien.
No obstante esa desgracia, por disposición de la propia SNTE, un profesor con apenas 30 aciertos fue considerado apto para conseguir una plaza. También se dio a conocer que 75 profesores tuvieron cero, al no haber respondido correctamente ni cinco (5) preguntas. Ni siquiera el uno por ciento tuvo excelente calificación: únicamente 309 acertaron a cien de las 120 preguntas (el 0.2) y el 70 por ciento no obtuvo ni 6 de calificación con menos de 60 aciertos.
A pesar de los miserables resultados de la “Prueba universal”, 129 mil 908 profesores quedaron en la lista de espera para ser contratados, aun la cuando mayoría alcanzó 30 aciertos o más. La SEP también informó que los mejor calificados fueron los maestros que ya daban clases por honorarios o cubrían interinatos, mientras que los recién egresados de las escuelas normales tuvieron menos aciertos.
Por supuesto, acá no entraron los insignes normalistas oaxaqueños, quienes se niegan a todo examen. Les daría mucha pena que aparecieran entre los que contestaron dos o tres preguntas correctamente. Estas pruebas se aplicaron para docentes de 30 estados; los que se niegan siempre son Michoacán, Guerrero y Oaxaca; sí, los principales bastiones de la CNTE y, por casualidad, donde están los más violentos y los más atrasados.
Uno de los importantes estudiosos de la educación, Gilberto Guevara Niebla escribió hace tiempo: “Pero la crítica más vigorosa que se ha hecho a la escuela mexicana, sobre todo en los últimos años, es la baja calidad del servicio que presta. La sociedad se ha conmovido ante numerosas evidencias que confirman que los niños no aprenden en su escuela primaria, como se espera, los elementos básicos de la lengua, las matemáticas, la ciencia y el civismo. No obstante eso, la escuela los aprueba y les otorga certificados.
“El no aprendizaje afecta a todos los estratos de la pirámide escolar a tal punto que se ha llegado a hablar de que las universidades son, en muchos casos, auténticas escuelas preparatorias. En 1986 la sociedad mexicana se escandalizó cuando el rector de la UNAM, doctor Carpizo, hizo públicos los promedios alcanzados en los exámenes de admisión por los aspirantes a la preparatoria (promedio 3.5) y a la licenciatura (4.8).
“Poco más tarde, un investigador de la misma institución comprobó a través de encuestas que los egresados universitarios eran, en algunos aspectos, analfabetas. Un examen aplicado por Nexos a alumnos de sexto de primaria y tercero de secundaria en 1990 vino a constar que existía una diferencia notable entre lo que certificaba la escuela y lo que realmente sabían los niños. En una escala de 10, los alumnos examinados de sexto obtuvieron promedio de 4.8 y los de tercero de secundaria de 3.9 (Nexos 162, junio de 1991)”.
Quien empujó al sistema educativo al abismo en que se encuentra fue Carlos Jonguitud Barrios quien siempre sostuvo que “La educación es responsabilidad de los maestros”. Así que nadie fuera de ellos debería intervenir en los asuntos educativos. Esa ideología estrecha de visiones corporativistas y gremialistas los encerró, y no cambió con Elba Esther ni con la CNTE.
Hablando de nuestro estado, La sección 22 controla casi todo. Tiene el 90 por ciento del IEEPO, influye en la creación y distribución de plazas, se mete en las decisiones del gobernador (nunca como ahora), nombra a directores de escuela, a inspectores, a funcionarios y hasta autoridades educativas. Por eso, mientras exista esa sección, una escuela normal no podrá evolucionar.
Sobre el tema se han hecho varios intentos: en 1996 se planteó el Programa para la Transformación y el Fortalecimiento Académicos de las Escuelas Normales (PTFAEN) tenía cuatro objetivos: (1) la transformación curricular; (2) la actualización del personal docente de las normales; (3) la elaboración de normas de gestión institucional y la regulación del trabajo académico; y (4) el mejoramiento de la planta física y equipamiento de escuelas normales.
Con Vicente Fox (2002) se inventó el Programa de Mejoramiento Institucional de las Escuelas Normales Públicas (PROMIN). En 2005 se crea la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), dizque para hacer avanzar el proceso de reforma de las normales; también se cambió la coordinación de educación Normal a la Subsecretaría de Educación Superior.
También se creó el Programa de Fortalecimiento de la Gestión Estatal (PROGEN) que busca la mejora de la gestión de las escuelas, y el Programa de Fortalecimiento de la Enseñanza Normal (PROFEN) que quiere el mejoramiento del trabajo académico y aportan recursos.
Hace cuatro años el sistema de normales se incorporó al Programa de Mejoramiento del Profesorado de Educación Superior (PROMEP), por ese tiempo también se inició el Programa para Mejorar el Desempeño de los Estudiantes…. Y así hay otros programas, pero ninguno sirve para mejorar las normales; sus alumnos cada vez están peor: más ignorantes y más violentos.
LAS NORMALES, EN LA INDIGENCIA: SOLO CUATRO APROBARON
Según un reporte de la SEP con vistas a una reforma de las escuelas normales, publicado en mayo del 2013, se encontró que solamente un uno por ciento (1 %) de las normales, tanto públicas como privadas, cumple con un perfil de calidad deseable. Es decir, son 445 escuelas para maestros, por lo tanto, sólo cuatro fueron “palomeadas” como deseables.
También señala el informe que de las restantes, en 93 de ellas, la formación que se imparte es muy baja, por eso, sus egresados no puedan obtener una plaza en el concurso de maestros. Claro, se refiere al resto del país, en Oaxaca, ya se sabe, hasta el más ignorante recién graduado profesor obtiene una plaza para toda su vida.
Lo que en otra parte del mundo serviría para clausurar las normales e incorporar esas profesiones a las universidades, acá es tema para “replanteamientos” y alarmas y hablar de “urgencias” para revisar y “modificar” el modelo de escuelas normales.
Tiempo perdido. Mientras el sindicato magisterial siga controlando esos planteles, donde es quien decide qué profesor impartirá clases, qué director, inspector, delegado y autoridad esté al frente, nada pasará. La educación normalista seguirá su viaje al abismo… si es que hay más fondo.
Si se revisan los modelos de países avanzados, se encontrará que la formación de profesores de educación básica se vincula con las ventajas que ofrecen los centros de educación superior. Es decir, si los profesores recibieran la educación en universidades sería mejores profesionales, al acercar su mente a los conocimientos universales, asumirían el respeto por el saber que existe en esas instituciones y lo más importante, al tener contacto con diversas ideologías se eliminaría el peligro de alienación al que se expone a los jóvenes: la ideologización anquilosada que se propaga en las normales. El resultado lo podemos observar con el vandalismo que cada cierto tiempo asestan a la sociedad oaxaqueña.
Sus discursos tienen una pseudo ideología nacionalista: nada debe entrar por nuestras fronteras; debemos luchar contra el “imperialismo”; cualquier cambio es privatización (si se decidieran cerrar las normales, sería porque se quieren privatizar); todo lo que haga el gobierno es malo.
Es en las normales rurales (en una de ellas cobra sin trabajar el líder Núñez Ginés) donde hay una mayor ideologización y politización con la intención de las corrientes sindicales de obtener canteras de activistas que conformarán en el futuro la dirigencia magisterial que perpetuará el modelo destructivo de la educación. Los normalistas son capaces de hacer cualquier cosa, ya que les han imbuido que es “su lucha”; son utilizados por el sindicato y utilizan esa labor para ser posteriormente reconocidos y así obtener prebendas: cargos sindicales, no ser enviados a lugares lejanos, mejores salarios, etcétera.
Y quien no participe en esos actos censurables, como en la Escuela Normal del Istmo, se le discrimina o violenta. Así, también por esa aportación “revolucionaria” se obtienen becas y se aprueban materias. Por eso, son los líderes estudiantiles quienes controlan las becas de la federación. Asimismo se privilegia al hijo del profesor aunque repruebe el examen de admisión.
Los estudiosos de la educación, como Guevara Niebla, señalan que el sistema normalista mexicano nació con una debilidad congénita: no tiene vinculación funcional con los centros de investigación científica; por eso, la trasmisión del conocimiento está separada de la producción del mismo, lo cual tiene múltiples implicaciones.
También se debería “redignificar” la profesión, ya que los jóvenes con ciertos niveles, no aspiran a ser profesores, como indica una encuesta que se aplicó a maestros, alumnos y directores de 184 normales para primaria. El 52 por ciento de la población estudiantil la constituyen mujeres y el 48 por ciento hombres. “Son muchachos que provienen de familias modestas con padres de baja escolaridad: el 61% de sus progenitores tuvo como escolaridad máxima la primaria”. Eso indica cierto nivel de competencia.
Esa aberración de la herencia de plazas ha afectado grandemente a la educación. Está comprobado que ninguna otra profesión en México está tan asociada a lazos de sangre como la de maestro. Por eso, una tercera parte (69 por ciento) declaró que tiene familiares cercanos que son profesores. Y no se cree que la vocación magisterial se trasmita de padres a hijos.
La falta de vocación se observa en las respuestas de los estudiantes. Según lo que informa Guevara Niebla, en la encuesta se pregunta a los jóvenes por qué estudian para profesores: el 45 por ciento de ellos indica que no era esta carrera la que deseaban pero que, por diversas circunstancias “cayeron” en la normal. Esas circunstancias, en muchos casos, son de que no pudieron aprobar en otras instituciones y que, al contar con “la conquista sindical” de herencia de plazas, se les hizo fácil “estudiar” para maestro. Esta situación conlleva a otra: el 80 por ciento está de acuerdo en que el ejercicio del magisterio está “devaluado” o “devalorado”.
Sin embargo, a pesar de que se tiene la certeza de que las normales no funcionan, que no cumplen con el propósito al que fueron destinadas, el Estado no hará nada. Es de temer la reacción de los miles de alienados que no permitirán que sus privilegios sean tocados. Pero la sociedad debe exigir el cambio.
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