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Para que la cuña apriete…

La antidemocracia interna en el PRI, así como la falta de liderazgos en la oposición contribuyen a que de manera cada vez más constante al PRI se le busque derrotar con quienes desertan de sus filas.

La postulación de José Manuel Barrera Mojica, ex líder municipal del PRI en Tuxtepec, como candidato a la presidencia municipal de la coalición opositora (PAN-PRD-Convergencia-PT) ha generado reacciones que van de lo visceral a lo conciliador en el ánimo de derrotar al trío Ulises Ruíz-Eviel Pérez-Gustavo Pacheco.

Además, la selección (imposición dicen sus maquerientes) tiene varias lecturas:

En primer lugar, evidencia la falta de cuadros y/o liderazgos dentro de los partidos que se dicen a sí mismos opositores, pero cuyos miembros dirigentes provienen (José Soto de Convergencia) o han trabajado para el partido (Juan Bautista Olivera del PT) que ahora pretenden, al igual que el médico, derrotar.

Cabe recordar que en la Cuenca –al igual que en otras latitudes- para la “oposición” la necesidad de recurrir a aquellos personajes que el PRI ignora, desecha o rechaza ha sido una constante que tiene claro ejemplo en las actuales presidencias municipales de Jacatepec (Víctor Hernández-PRD), Chiltepec (Irineo Espinoza-PC), Ayotzintpec (Juan Vidal-PRD ), Usila (Joel Inocente Isidro-PAN) e Ixcatlán (Abel Fernández Figueroa-PT).

En todos esos casos, las autoridades actuales fueron priistas que como el médico Barrera no encontraron cabida por la antidemocracia de ese partido y se beneficiaron de la apertura o antidemocracia –según desde donde se mire- en los partidos opositores.

De esta manera, el desplazamiento de opositores de pura cepa no es nuevo, pero debe llamar a la reflexión profunda y sobre todo a la actuación consecuente de quienes se autodefinen como contrarios al régimen corrupto y autoritario que gobierna el estado de Oaxaca a través del PRI, pero que casi irremediablemente terminan llevando a sus filas a un antiguo miembro de las filas enemigas.

Ahora bien, en el caso concreto de Barrera Mojica, cabe puntualizar que si bien el médico tiene el estigma de haber trabajado para el PRI e impulsado gobiernos que luego se vio, resultaron un fiasco –tanto a nivel estatal como municipal–, su postura personal ante el régimen ha sido francamente combativa:

Se opuso a la actitud caciquil de José Soto cuando este (aún militaba en ese partido y) pretendía controlar al PRI que él dirigía; se opuso a la postulación de Gustavo Pacheco Villaseñor como candidato del PRI-PVEM hace tres años –lo disciplinaron con la suplencia- y finalmente se inconformó contra la imposición de Jesús Hernández como candidato del PRI a la presidencia municipal.

En otras palabras, Barrera Mojica tiene tras de sí una estela de lucha contra los cacicazgos e imposiciones, pero además, trae consigo un historial de apoyo altruista a las clases humildes y la construcción de una base social al margen de su antiguo partido político (Barrera Libre A.C), algo que no pueden presumir varios de sus ex contrincantes dentro de la Coalición Opositora (José Yanjo y Omar Pérez), quienes ahora le regatean todo apoyo.

En ese contexto, lo deseable sería que la oposición se preocupara desde ahora en construir liderazgos con miras a las elecciones del 2012 (sin ironía) a fin de no repetir este tipo de escenarios donde efectivamente resulta paradójico que la cantera más productiva de candidatos sea precisamente el partido al que se trata de derrotar.

En otras palabras, los hechos evidencian que para (intentar) derrotar al PRI se tiene que recurrir a una cuña del mismo palo. (Artículos como este, relativos a la contienda política previa al cuatro de julio se pueden leer en El Chaquiste, el medio incómodo, que ya está en circulación).

 

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