A RESERVA.- La marcha por la paz con justicia y dignidad o también denominada “del consuelo”, que desde el sábado 4 de junio partió de Cuernavaca, Morelos, comienza con largos y profundos silencios, como dijo el poeta Javier Sicilia a pocas horas de iniciada al frente del contingente:
“El dolor y sufrimiento de esta nación es tan grande que ya rebasó cualquier ideología, cualquier posición, nos unimos en lo humano, nos unimos en la búsqueda de consuelo”. Reitererando su postura sobre la lucha del Gobierno federal contra el narcotráfico a la que calificó como una “guerra contra los mexicanos”.
En este contexto se unen personajes de distinta ascendencia, ideología y credo. Participan organizaciones civiles y activistas por los derechos humanos y por supuesto cientos, tal vez miles de parientes y amistades de niños, niñas, jóvenes mujeres y hombres que han sido víctimas fatales de la violencia homicida del Estado.
Juntos Emilio Álvarez Icaza, organizador de la marcha; el obispo de Saltillo, Raúl Vera; las víctimas del michoacanazo, la familia Lebarón, el colectivo Cactus que exige justicia por el asesinato de Bety Cariño en San Juan Copala.
Se suman al contingente miembros de “La Otra Campaña”, del EZLN; el sacerdote Óscar Enríquez, del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, quien exigió que el pacto que firmaran “sea ciudadano, entre mujeres, hombres, trabajadores, campesinos y sociedad entera; que el emplazamiento que se haga en Juárez sea sin la presencia de autoridades y que la desmilitarización del país sea una demanda sin margen de negociación”.
Al llegar a Ciudad Juárez, Javier Sicilia dijo esperar que desde esta frontera, a la que nombró “epicentro del dolor”, surja un movimiento nacional de resistencia civil capaz de transformar las instituciones que no funcionan en la República.
“Es el momento de hacer un cambio. Desde aquí queremos crear la resistencia civil para empezar a transformar las instituciones que no funcionan; se debe corregir el rumbo político del país; es el momento, no podemos soportar más, éste es el momento de hacer el cambio”, dijo.
“…vamos a empezar a construir la paz en medio de esta violencia y de esta clase política que no hace su trabajo y también en medio de la indiferencia de los ciudadanos. No queremos oídos sordos ni más injusticias; no más hijos e hijas sin padre, madre o con hermanos asesinados o desaparecidos. Estamos aquí en Juárez para empezar nuestro trabajo”, agregó el poeta en Juárez.
Las expresiones de los rostros de quienes iban en esta caravana no sólo denotaban cansancio, a medida que avanzaban, a veces con más a veces con menos seguidores, se transformaba el consuelo en coraje, mucho coraje, indignación e impotencia; tal vez lo que se esperaba de la ciudadanía no llegó; es decir, el mundo entero estuvo al tanto, siguió con interés inaudito el recorrido, los mítines, los testimonios, pero pocos estaban presentes.
Acompañamos desde lejos y seguramente muchas lloramos lágrimas de madre, sentimos por todas, por ellas que sienten el dolor que deja perder un hijo, el esperar a una hija que no regresa; también hubo llanto de indignación, de rabia contenida, por fin pudimos hablar, llorar y gritar más con odio y desesperanza, todavía sin consuelo, porque todavía en carne viva padecemos lo que aún no acaba, se encrudece violentamente: la guerra, la muerte.
Así, frente a un país que no sale del asombro y la indignación, frente a una sociedad dolida y sin esperanza, Sicilia llama a la resistencia civil, la circunscribe en la paz y la dignidad. ¿Cuántas, cuántos estaremos dispuestos?
Razones no faltan. La voluntad de alzar la voz, desobedecer y enfrentar sin violencia a un estado belicoso, ofensivo y vejatorio de nuestros derechos humanos, ahí está.
Tal vez lo más difícil es la inercia transformada en indiferencia ciudadana; sin embargo, eso será tarea de quienes tienen convicción de decencia y dignidad frente al denuesto de los agravios, no los personales que también cuentan, sino los sociales, los que quebrantan la convivencia pacífica y mancillan los valores imperiosos de la vida y la felicidad. Por supuesto la resistencia es impostergable.
La resistencia a la que convoca Sicilia es por la paz sin violencia, basada en una filosofía que deslegitima la violencia, promueve una actitud de respeto al otro en el conflicto y constituye una estrategia de acción política para combatir las injusticias; por supuesto no se trata de pasividad o resignación.
La protesta la definen acciones u omisiones de una masa importante ciudadana de frente al poder cuestionado; debe sustentarse en un elemento de fuerza moral que la legitime, que requiere para su eficacia un proceso organizativo y de planeación.
La resistencia de una población a una situación de conflicto responde a menudo a un sentimiento de injusticia compartido por toda o parte de la sociedad que llegado un momento se moviliza para reclamar sus derechos o para poner fin a una dominación coercitiva, que en este caso está ejercida por el régimen en el poder.
Esta forma de lucha no violenta, se basa en el principio de que los gobiernos dependen de la colaboración y obediencia ciega a la autoridad de la mayoría de la población, cuando ésta se vuelve difusa los mecanismos de autoridad se tambalean, es cuando se tiene que acudir a la solidaridad de los que aún creen que no forman parte de la “lucha social”.
Hacer esto es lo más complicado, sobre todo cuando se trata de sociedades poco participativas; habrá que traducir la causa de la resistencia a un lenguaje y necesidades comunes de muchos y muchas más, romper el cerco o el encierro en que el poder nos coloca.
La importante de la estratégica de ganar aliados, también debe desplazarse al exterior de nuestra lucha: en las partes del adversario, en las neutrales o no interesadas directamente en el problema; así como mantener con claridad y fuerza a los del propio bando.
Los métodos de la resistencia civil pueden dividirse en:
a).- la protesta social manifestaciones, declaraciones, peticiones, la persuasión y distribución de información; b).- la no-cooperación social, económica y política (huelgas, boicot, no pago de tributos, desobediencia civil…); c).- la intervención no violenta (ocupaciones-tomas, bloqueos, creación de instituciones paralelas de gobierno…).
Algo importante en todo momento es recordarle a la gente a desobedecer toda orden inhumana que nos dá la autoridad; esa es la permanente lucha social, la desobediencia civil valorativa.
Por último, debemos reflexionar la participación de los sujetos en la resistencia civil, entendiendo a priori que los niveles de participación no determinan necesariamente el éxito de la lucha; es la determinación de nuestros objetivos y fuerzas, donde deben insertarse las estrategias y tácticas de la resistencia civil.
Gandhi y muchos otros luchadores sociales afirmaban sin reticencias que la lucha no violenta es un proceso gradual, coyuntural, que debe plantear objetivos claros, accesibles para las mayorías, muy específicos y realistas, medibles en su resultado y graduales en su consecución; no ser dirigida a metas abstractas, maximalistas y muy genéricas como “la lucha contra el neoliberalismo o la globalización”.
En México estamos colocados en la irremediabilidad de la paz armada y la necesidad de más policías, militares, redadas, retenes, operativos armados, porque dicen, que nos cuidan nos protegen y nos encierran.
Este encierro deriva precisamente en un proceso armamentista de la población civil, hay que defendernos cómo se pueda y de quién se pueda.
Estamos inmersos en la guerra contra nuestra voluntad, quedamos atrapadas y atrapados, somos carne de cañón.
Nuestra defensa no puede ser aislada o individual, así no será posible un resultado colectivo.
Habrá que pensar seriamente en la propuesta del poeta Sicilia, ¿Será la resistencia civil la opción? Lo cierto es que la política de Calderón es insostenible y nos toca hacer algo contra los crímenes del Estado mexicano.
¡No más sangre!