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La trampa del voto nulo

La expresión más común del hartazgo hacia la clase política y los procesos electorales se refleja en la expresión “todos son iguales”; ello da pie a la presunta campaña cívica en favor del voto nulo.

Digo “presunta” porque en su portal de internet “voto nulo por Oaxaca” hace referencia a un “cambio de fondo”, pero habría que apuntar que un “cambio” tendría que operar a partir de la modificación del contexto. Si no es así debería identificarse más como una campaña en favor de una “permanencia de fondo” para que las cosas sigan igual.

Un voto nulo adquiere sentido en ciertos momentos particulares de la vida política, cuando tenemos una experiencia de partidos políticos consolidados y se han registrado experiencias de alternancia que han dado como resultado lo mismo.

Ese voto nulo reflejaría el descrédito de los ciudadanos en la partidocracia, de los partidos observados como monopolios de la representación política; de una partidocracia que se presenta como democracia, como apunta Roberth Dahl. Este no es el caso de Oaxaca.

En la entidad, ni siquiera se ha tenido una experiencia de partidocracia, aquí se han anclado todos los vicios del viejo régimen, el partido de Estado, el dedazo, el candidato de “unidad”, el “carro completo”, “la aplanadora” y demás recursos que encuentran terreno fértil en la pobreza; son un conjunto de prácticas que han caído en el desuso en el ámbito nacional desde el año 2000, pero que en Oaxaca se encuentran presentes.

La página de la referida agrupación por el voto nulo en Oaxaca muestra algunos videos de Sergio Aguayo, Denisse Dresser, José Antonio Crespo y Lorenzo Meyer, que se realizaron y promovieron en las elecciones federales intermedias del 2009 y que tienen otro sentido, no el que se intenta mostrar de manera descontextualizada.

Las expresiones mostradas en estos videos no corresponden a nuestra realidad política ni a este momento en particular; por ello no debemos irnos con el ardid.

Es importante revisar las últimas reflexiones de esos mismos autores sobre las elecciones locales del 2010 en las cuales consideran la importancia de la participación ciudadana en el desmantelamiento del régimen autoritario.

A la expresión manipulada de “todos son iguales”, “ningún político nos representa”, podríamos agregar, “sí, pero ante aquellos que tienen el poder, deben existir contrapesos”, de tal manera que no exista la concentración de un poder desproporcionado que conduzca los destinos de Oaxaca a su libre arbitrio, como ha venido ocurriendo.

Lo que está en juego no es poca cosa y es importante tener presente que este 4 de julio tendremos elecciones concurrentes para renovar gobernador, Congreso local y autoridades municipales.

La página de la agrupación dice: “todos son hijos de la misma gata”, y agrega “por conciente, anulo mi voto”. La argumentación es simplista. Habría que preguntar ¿conciente de qué?

En las circunstancias actuales, la convocatoria al voto nulo es una trampa que conduce al arrastre de las viejas inercias en el ejercicio del poder, que efectivamente provocan hartazgo; un hartazgo ciudadano que no debería ser manipulado por una corriente reaccionaria que convoca a los ciudadanos a desperdiciar la posibilidad de incidir en la política de su entorno inmediato.

La apuesta por el ejercicio adecuado del voto no sería por el cambio de un grupo por otro, sino por la posibilidad de que quienes votan tomen conciencia de que los gobernantes no son intocables y que el sufragio cuenta para modificar una correlación desproporcionada de fuerzas, para recuperar la autoestima colectiva, para construir la confianza en las instituciones y en la legalidad.

El voto es sólo un eslabón en el largo y complicado proceso de democratización y de construcción de ciudadanía, no es una meta en sí, puesto que no se trata de que al día siguiente de las elecciones Oaxaca amanezca en la democracia plena y con la resolución inmediata de todos sus problemas.

Es claro que la alternancia en la Presidencia de la República ocurrida en el año 2000 marcó apenas el inicio de un proceso accidentado de transición política que se ha extendido a los últimos 10 años, y que va por más, puesto que se trata de desmontar la estructura organizativa del viejo régimen desde el centro federal hasta sus enclaves más rancios.

Este cambio podría conducirnos al sistema de pesos y contrapesos idealizado por los clásicos del constitucionalismo, quienes desde el Renacimiento recomiendan la no concentración de poderes en una sola persona, porque ello conduce a la tiranía.

No se trata de buenas voluntades ni de talentos personales, ni de optar por buenos o malos, sino de buscar y construir un sistema institucional que garantice la convivencia pacífica de diferentes fuerzas políticas.

(*) Investigador de IISUABJO.

 

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