MUJERES Y POLÍTICA.- Oaxaca, la ciudad como el Estado, son el reflejo permanente de la inconformidad: toma de carreteras, casetas de peaje, calles y plazas públicas, estaciones de gasolina, edificios públicos o gubernamentales, paro de labores en escuelas, cierre de comercios y de todo lo que sea posible para obstaculizar el tránsito de la ciudadanía… ¿Qué sigue?
Un día son los maestros de la Sección 22 dando lecciones de boxeo callejero frente a sus colegas de la Sección 59, las y los espectadores miran con disimulo, huyen, nadie quiere ser testigo de la violencia, hay miedo.
El segundo acto es el paro de labores de los elementos de la Policía Estatal, tras la esperada renuncia del secretario de Seguridad Pública, Alberto Esteva Salinas.
Exigían respeto a su dignidad, el cumplimiento a acuerdos salariales y uniformes, entre otros asuntos “ya pactados” sobre papel mojado, seguramente.
Y cualquier día quienes bloquean las calles en protesta de sus intereses serán mototaxistas, taxistas foráneos, transportistas, o quienes exigen castigo a un organizador de bodas y fiestas de 15 años que defraudó.
Y todo el mundo en la calle ¿por qué? Porque lo que no existe es autoridad, no hay gobierno. Así lo demuestran las estadísticas. El argumento de que la ingobernabilidad derivada del rencor de los priistas ya no es creíble. A la vista ciudadana están los resultados, inocultables, imposibles de no ver. Somos una sociedad rehén de la mala práctica política y del mal gobierno. ¿Hasta cuándo?
En enero pasado tuvimos noticias que hablan de la catástrofe local: tres mil 468 movilizaciones tan sólo en 2014 en Oaxaca; es decir, 9.5 marchas, protestas, tomas de oficinas, bloqueos por día, y fue el magisterio el mayor de los protagonistas, dijo entonces el ya despedido o renunciado Esteva Salinas, a quien sus labores de espionaje no le sirvieron ni para el arranque.
Más de dos bloqueos de calles y carreteras por día. Y si a eso le agregamos que las propias instituciones nos coartan la libertad de tránsito cuando entre el Istmo y la Ciudad de Oaxaca, en parajes casi desiertos, nos detienen elementos del Instituto de Nacional de Migración buscando “ilegales” y minutos después otra orden, esta vez son militares del Ejército mexicano, prepotentes, cuyo escrutinio con la mirada intimida, que no sólo detienen el paso de los autobuses y uno que otro automóvil sino que nos obligan a bajar del transporte, revisan el equipaje y las bolsas de mano buscando armas y drogas (para reírse). Nadie objeta, nadie quiere arriesgar su vida, ser detenido por no “cooperar” e indignados y sometidos “cooperan”.
¿Quién nos detendrá después?
Oaxaca es el caos. Oaxaca es tierra de nadie. En 2014, más de dos tomas de oficinas por día. Puertas que se tocan y no siempre se abren (según el sapo es la pedrada), negociaciones que no se cumplen, dinero que fluye a manos llenas, pobreza que no se acaba, un barril sin fondo que no va a dar a las comunidades, ni a los acarreados, mujeres y hombres que se convierten en carne de cañón y que no siempre saben a qué vienen, a qué los traen o quién los lleva, será un día de paseo, algunas veces la única oportunidad para conocer la ciudad y con un poco de suerte hasta la capital del país.
Son los políticos-caciques que despachan desde la tribuna misma de San Raymundo Jalpan o en San Lázaro o en Paseo de la Reforma o en alguna otra oficina del gobierno, en un palacio municipal, en un sindicato charro, caciques del siglo XIX que nunca se fueron, ni con la revolución ni con los tecnócratas y menos con los yupis, nada limpió de esa malaria a esta entidad, un reflejo del atraso ancestral de Oaxaca, más allá de la costumbre, de la tradición…
¡Los poderes fácticos existen! Visten, comen y viajan como reyes. Es la refinada clase política oaxaqueña. La que se luce en las revistas del corazón, que muestran a sus “pretty woman´s”, cual realeza europea que tantos suspiros acarrea a algunos empoderados o ya de perdis sintiéndose personajes de Hollywood.
¿Qué entidad del país puede soportar más de 800 movilizaciones en un año? ¿Cuál es el impacto en la vida personal de cada ciudadana o ciudadano? ¿Dónde están las autoridades? ¿Quién ha visto a Gabino Cué más allá de un programa de televisión? ¿Es ese el gobierno que nos merecemos?
La sociedad oaxaqueña se esfuerza cada día. Ubicada en la zona geográfica B de acuerdo con la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, lo que representa un salario apenas superior a 60 pesos por jornada ordinaria diaria.
Desde noviembre de 2012 pasamos de la zona C a la B. Estamos igualitos que entidades como Aguascalientes, Campeche, Colima, Chiapas, Durango, Guanajuato, Hidalgo, Morelos, Nayarit, Puebla, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Tabasco, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas…¡Oh, qué bien!, sólo que sin esa plaga de los poderes facticos que asolan y vejan la dignidad.
Hombres y mujeres que no tienen las prestaciones sociales de ley. Oaxaca, la ciudad, vive del turismo. Una de las fuentes de empleo más fuertes son los cientos de restaurantes que aquí existen, pero hay pruebas fehacientes que muestran la explotación de la que son objeto meseras y meseros con bajos salarios y lo que resulte de las propinas.
Horarios extenuantes y jornadas que van más allá de lo que establece la ley. Ya vimos, en diciembre pasado, de lo que son capaces “los patrones” al quitarles, incluso, la ayuda que el gobierno ofreció a esos trabajadores y trabajadoras para resarcir los daños provocados por toda clase de manifestaciones, las ocasionales o las permanentes.
La misma suerte para cocineras, ayudantas y recamareras de los hoteles.
Cuando en el sexenio anterior, el de José Murat, se instalaron las tiendas trasnacionales, como sigue ocurriendo ahora con Cué, se exalta un hecho concreto: la creación de empleos, ya saben dependientas, cajeras y aseadores, que como los y las trabajadoras de restaurantes y hoteles, tienen que sortear toda clase de suertes para llegar a sus trabajos y si están cerrados, bloqueados por manifestantes, saben con desilusión que permanecerán sin ganancia alguna ese día, pero sin poder retirarse a sus casas, hacen una especie de guardia.
Cosa diferente pasa con la burocracia que ya ni llega a las ciudades Judicial o Administrativa, pero que a diferencia de los otros sí recibirán su pago; no hay pierde, ni para ellos ni para el magisterio.
Oaxaca una entidad improductiva. Detenida en todo sentido. Una ciudad que en lo mediático y cotidiano, vive entretenida por más de tres mil acontecimientos de protesta que mantienen al que gobierna medio ocupado, medio atontado, sin resolver nada, fatigado, hastiado, fustigado, melancólico, lacónico, añorando lo que no pudo hacer, pero contando los días cada vez más cerca del final sin resultados, sin el bienestar para todos, el bienestar prometido.
El espectáculo mediático que impide ver el fondo, lo real, los contrastes. Por un lado esa pobreza, esa falta de oportunidades, los que se esfuerzan y nada consiguen. Por el otro lado, la clase política enriquecida, cacicazgos que se fortalecen a fuerza, de manera arbitraria, utilizando el poder, la dádiva, líderes que se llenan de dinero no siempre bien habido, corrupción de la mano de la omisión gubernamental, una cascada de desgracias donde la carne de cañón son los que menos pueden decir no, porque aquí ni el programa sin hambre, ni la leche Liconsa, ni las cocinas comunitarias alcanzan para resarcir la pobreza, aunque algunos se frotan las manos pensando que ya les alcanzó el populismo para gobernar Oaxaca, sean del PRI como Héctor Pablo Ramírez Puga; del PRD o del PUP según sea el caso, como Hugo Jarquín; del PAN como los anodinos diputados locales que buscan ser hoy diputados federales aunque reprobados estén en lo local, como Sergio Andrés Bello Guerra o Gerardo García Henestroza, o la saltarina de bancas y oficinas Marlene Aldeco Reyes Retana que no principia ni termina nada, o la priista Edith Yolanda López Velasco, cuyo único mérito es que su hija trabaja con el rico secretario de Hacienda y Crédito Publico, Luis Videgaray; o las funcionarias que saltan de un lado a otro amparadas por la bendición de sus padrinazgos: Sofía Castro o Beatriz Rodríguez, pero cuya estela en la política, cuya huella es una calamidad de hechos siniestros que empañan lamentablemente la forma de ver qué pasa con las mujeres.
Camino al que se unió desde hace tiempo Juanita Cruz, que va de legislatura en legislatura local o federal sin resultados. Ya vemos a Azael Santiago Chepi listo a “seguir sirviendo(se)” o al ex priista José Antonio Estefan Garfias dispuesto juntarse con la chusma de la izquierda.
Oaxaca tierra fértil para la grilla. Benjamín Robles Montoya lleva al menos tres años en campaña ¿Con qué dinero? ¿quién es su padrino? ¿de dónde la fortuna? Rey Morales Sánchez, del PRD, enchufado en esa dinámica aberrante, y los yupis y no tan yupis, “los millonarios” de abolengo que encontraron el filón de oro: Jaime Alberto Castellanos del Campo, el niño bonito que recoge Nueva Alianza tras un fugaz paso por el gobierno municipal.
¿Méritos? Qué es eso. Sólo se necesita buena cara y “dinero”. Y el descaro mayor, el peor de todos, la bofetada a la pobreza eterna de Oaxaca en el personaje que encarna el cinismo: Heliodoro Díaz Escárraga.
Oaxaca tierra de grillos, decadente, el escenario preciso para la desgracia, la inseguridad que permea, el secuestro incesante, que no se detiene y que el mandatario oaxaqueño pretende inútilmente ocultar tras su dedo índice.
La vergüenza del feminicidio galopante que en sus cuatro años de gobierno ha cobrado la vida de casi 360 mujeres, pero aquí no pasa nada.
Más de 300 instancias de la mujer que no sirven sino para puras vergüenzas: un escritorio y una funcionaria que apenas alcanza un sueldo de mil 500 pesos mensuales, por lo general.
Un Instituto de la Mujer Oaxaqueña sin mayor presencia ni peso político, excepto para calmar, tranquilizar, declarar, opinar, ser el candil de la calle y la oscuridad de su casa.
La trata de mujeres centroamericanas en su paso por el territorio local o traídas bajo la promesa de un buen empleo en la cuidad, a los ojos de todo el mundo y que las “autoridades” no ven, no persiguen, no reconocen porque son parte del entramado de la corrupción.
Oaxaca, al borde de unas elecciones que se vaticinan terroríficas. Nadie cree en los partidos políticos, nadie cree en la clase política. Nadie cree en sus gobernantes.
Millones de pesos que no resarcirán el dolor ni la pobreza, pero que sí fortalecerán los cacicazgos de la clase política. Qué es un político en su región, es un cacique. Así es Oaxaca, por eso nuestra vida cotidiana, que ya cansa, que ya agota.
@jarquinedgar