“Como anda la cabeza caminan los pies”, suelta molesto el economista Francisco Álvarez Figueroa, y señala contundente: “la ausencia de civismo y de ética en nuestras autoridades estatales trastocó los parámetros de comportamiento”.
Hoy, lamenta en entrevista el empresario y político oaxaqueño, “avanza sin escrúpulos el que tranza, el que miente, el que viola la ley, quien no tiene vergüenza”.
Y lo más grave, puntualiza, es que estas actitudes permean desde lo alto de la pirámide gubernamental hasta alcanzar a casi todas las instituciones y a muchos ciudadanos con quienes deben hacerse cómplices.
Subraya que la falta de civismo entre los funcionarios que se van “se observa en la riqueza inocultable de los nuevos ricos sexenales, en la falta de oficio y en la frivolidad con que se condujeron”.
Y advierte premonitorio: “el gobierno que se va será evaluados por el pueblo, pero para ello nos hará falta hacerlo como buenos ciudadanos”.
Mientras tanto, sostiene que “hay que reconocer la desigualdad, la pobreza, la falta de oportunidades, el desempleo, la falta de agua, las obras de relumbrón inútiles, las marchas y plantones, la inseguridad y lo que gusten para empezar a evaluar si fuimos gobernados o no por personas responsables”.
Álvarez Figueroa recurre al Diccionario de la Lengua Española para explicar que Civismo implica el comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública.
Es una actitud que deberíamos observar todos los que conformamos esta comunidad y consiste en el cumplimiento de las obligaciones para con la sociedad a la cual pertenecemos, dice.
Añade que ello supone la observación de unas pautas mínimas de comportamiento, que son las que permiten que los seres humanos podamos vivir en colectividad.
Como bases de esta conducta social cita el respeto hacia los demás y el entorno natural, hacia los objetos y las instituciones públicas e implica también la buena educación, la urbanidad y la cortesía.
“Es todo aquello que nos hace mejores ciudadanos y un buen gobierno sólo se logra con la sumatoria de buenos ciudadanos que den prioridad al civismo como norma de conducta”, puntualiza.
Sin embargo, admite que esto es sólo la teoría, porque “en realidad es una materia que ni se estudia, ni se promueve y pocos la conocen empezando con nuestras autoridades”.