MUJERES Y POLÍTICA.- El proceso electoral que se aproxima y que deberá realizarse en 2012, inició hace tiempo en México. De esta forma, recientemente la información se ha divido en dos grandes temas: la lucha contra la delincuencia organizada y las intenciones de muchas personas por ser candidatos de sus partidos políticos. Sí, así en masculino, porque la gran mayoría de quienes aspiran a ocupar un puesto de elección popular son varones y son visibles. La misma historia de siempre.
A excepción de la aspirante de Acción Nacional, Josefina Vásquez Mota, no hay más mujeres levantando la mano para ir tras la presidencia de este país. En el PRI, lo sabemos, son clarísimas desde hace más de un año las intenciones del ex gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto y el senador Manlio Fabio Beltrones.
En la esquina de enfrente van el desdibujado Marcelo Ebrard y el ya muy conocido Andrés Manuel López Obrador, están tras la misma, y para no variar en los nombres ya conocidos no se ha descartado en las izquierdas Cuauhtémoc Cárdenas, nada diferente y siempre como un tercero en discordia.
Otro aspirante es Ernesto Cordero, ex secretario de Hacienda, llamado el delfín del presidente en turno. Santiago Creel también gasta tiempo y dinero en esa búsqueda.
Así cada proceso electoral resulta la repetición de la misma historia, una película conocida por la población que puede elegir, es decir, la ciudadanía.
Quién o quiénes quedarán todavía no lo sabemos a ciencia cierta, pero se vislumbra un proceso electoral de tres bandas, a menos que suceda algo inesperado estarán en las boletas electorales: Josefina Vásquez Mota, Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto ¿serán?
Los partidos políticos “chiquitos”, pero igualmente sangrantes para la población mexicana, es de dominio público que buscarán coaligarse, aliarse o arrejuntarse con los “grandes” para evitar un descalabro porque saben bien que vivir fuera del presupuesto es un grave error, de ahí que pese a no tener coincidencias ideológicas en ningún sentido y a pesar de todas la ofensas que se hayan hecho en el pasado, terminan como rémoras y sin necesidad de cuestionarse sus posibles incongruencias.
Estas alianzas entre institutos políticos volverán a poner en jaque la igualdad de mujeres y hombres candidatos en las fórmulas de los partidos políticos y será pretexto suficiente para quitar a las mujeres que aspiran, todo por la democracia y para que “nuestro partido obtenga el triunfo”, les dirán.
Es evidente la falta de candidatas, dicen los dirigentes de los partidos que no hay liderazgos femeninos, lo cual no es una realidad. Como si no supiéramos de la capacidad de la mercadotecnia política para hacer que una persona sea conocida, ejemplos sobran y uno tangible es ahora mismo el caso del señor Conejo, digo Cordero.
Es como decir que en los partidos políticos las mujeres no existen, aunque en realidad son las efectivas soldaderas en las contiendas: promueven el voto, van a los mítines, cuidan las casillas, incluso, un número importante eligen y como lo indican las estadísticas, el voto de las mujeres puede decidir y ha decidido en algunos casos quién debe gobernar.
Claro, después argumentan que es frecuente que las mujeres se equivoquen por la falta de información. Otra culpa que se pretende que las mujeres lleven sobre ellas.
Recordemos que una de las razones por las que el patriarcado no reconocía ese derecho ciudadano de las mujeres era por la posibilidad de que ellas se dejaran influir por el clero o la derecha.
Tendríamos que decir entonces que los hombres también se han equivocado y a veces gravemente en las decisiones que toman al momento de elegir, pero esa historia no se juzga ¿o sí?
La presencia de mujeres en la vida política es la invasión del espacio del poder que por siglos ha estado en manos de los hombres. Es dejar pasar a la otra mitad a la esfera del poder, donde se toman las decisiones y lo que sería peor, a la disposición del paraíso del dinero, complemento fundamental del poder.
De ahí que 58 años después de que fuera reformada la Constitución mexicana para reconocer la ciudadanía de las mujeres, todavía los partidos políticos sigan negando su presencia, aún cuando sin ellas sería imposible hoy día su “fuerza”, militancia y hasta existencia.
No hay liderazgos dicen entonces los partidos políticos, pero también señalan que las mujeres no quieren ser candidatas, generalización que no es correcta.
Es cierto que el desprestigio de la política se percibe con mayor convicción en muchas voces femeninas, pero también hay muchas otras que se ven en las curules, en las presidencias municipales y como lo hace hoy Josefina Vásquez Mota, se ven en la silla presidencial por imposible que parezca a la costumbre.
Cierto que hay una reticencia de las mujeres para ocupar estos cargos. No es para menos, contra ellas se ha empleado la violencia en todas las dimensiones posibles. Se cuestiona su vida privada, algo que no se toca con los varones.
Ya sabemos, los sitios comunes a los que llegamos quienes hacemos periodismo y preguntamos a las candidatas ¿quién cuida de sus hijos mientras usted está en política? ¿cómo le hizo para dividir su tiempo entre sus aspiraciones políticas y la familia? También escudriñamos sobre su forma de vestir y más aún en su lenguaje, casi las crucificamos mediáticamente si de su boca en lugar de rosas salen sapos, como nos decían antes.
Asuntos que no preguntan a los varones y que podrían también ser cuestionados, pero no se hace porque hay un convencimiento permanente de que las mujeres son las que se ocupan de las cosas de la casa, la educación y el cuidado de la niñez y de las personas mayores, como si se tratase de algo natural, divino y no de algo que se ha establecido a través de normas y reglas creadas por las personas; y como dicen las feministas y académicas, por tanto se pueden cambiar.
De ahí se deriva aquello de que las esposas, compañeras o ahora ex parejas de los gobernantes sean las responsables de los programas asistencialistas al frente del sistema DIF, cuando muchas de ellas podrían desempeñar otras tareas porque tienen una enorme capacidad o quizá ninguna porque no se les da.
Esta violencia lleva a satanizar a las mujeres que se “equivocan en política” de forma descomunal, porque se cree que ellas deben ser incorruptibles y como buenas mujeres no podemos trasgredir ese espacio que es masculino.
Pero eso no es posible. Las mujeres también se pueden equivocar en ese sentido y son sañudamente señaladas, lo que no sucede con los hombres aún cuando hayan hecho las cosas más indecibles; aunque se creen comisiones de la verdad para juzgarlos, salen librados y pronto nuestra indignación corre la misma suerte, se olvida, se duerme.
Nada de esto sucede con las mujeres, la ofensa permanece y, a menos que me corrijan quienes estudian la conducta humana, tiene que ver con nuestro origen, de dónde venimos.
Hay sin duda un trato desigual a mujeres y hombres, incluyendo a las que tienen poder. Otro ejemplo que ilustra esa desigualdad, en lo simbólico y en los hechos es que casarse, arrejuntarse o vivir con modelos o estrellas de televisión les suma puntos, ellas dejan abnegadas sus carreras a pesar de ser lucrativas para convertirse en las señoras de su casa y con ello fortalecer la imagen de su príncipe azul, perdón del político en turno.
Me pregunto que pasaría si alguna candidata o política mexicana se divorcia o enviuda y decidiera en cosa de año o año y medio contraer nuevas nupcias con un actor “famoso”. Usted imagine lo que sigue, yo ya lo vi.
Pero la violencia no es sólo juzgar la forma de vida, en pretender pensar que la política no es asunto de las mujeres, lo más grave es que se ha derramado sangre y dolor en las mujeres. Las oaxaqueñas tienen en ese sentido una larga historia.
Dentro de los partidos políticos, las mujeres enfrentan otro problema serio, el cacicazgo de las que basadas en la costumbre patriarcal, se han amachinado, por decir lo menos, en esos cargos y como si no hubiera otras y quizá mejor preparadas, tenemos una permanente repetición de nombres. Y ese sí es un problema para las mujeres de los partidos políticos.
Esta posición, aprendida de los varones por las mujeres, es la que ha imposibilitado el desarrollo de muchas otras mujeres, principalmente de las más jóvenes. Algunas diputadas pasan de una curul a otra y de un nivel estatal a federal de las legislaturas sin ni siquiera terminar su periodo legislativo. ¿Y las otras para cuando?
Estos pequeños detalles y muchos deben ser analizados a profundidad por las mujeres, hay tiempo todavía. Un solo frente de mujeres podría servir, siempre y cuando éste no se convierta en agencia de colocaciones o la oportunidad para perpetuar esquemas machistas y patriarcales.
Otro elemento que debe tener una mujer en la política, es la visión de una sociedad más igualitaria para mujeres y hombres y por otro lado, las electoras y electores debemos tomar en cuenta qué hacen esas mujeres por las otras mujeres. Sólo así. Misma pregunta que haremos a los señores.
LA ONU EN OAXACA
Esta semana la ONU conmemorará su aniversario en Oaxaca, para ello, los “operadores” políticos han iniciado un ardua tarea tratando de contener los ímpetus de quienes ocupan la plaza del zócalo capitalino a fin de que se retiren, para evitar dar mala imagen a quienes nos visitan.
La ignorancia de algunos políticos es tal que se olvidan de que en las formas está el fondo. Tal es el caso de Jesús Martínez Álvarez quien a través de un “comunicado de prensa” habla de la mala imagen que provocan Ernestina Jiménez Martínez quien realiza una protesta frente a las puertas del palacio rosa de gobierno y refiere al daño que ésta ocasiona para el turismo y el comercio.
En realidad lo que nos produce mala impresión es la falta de información que tiene el hombre que debe tener en sus manos las riendas de la política interna de Oaxaca. No es Ernestina Jiménez Martínez sino Miriam Elena Velasco Velasco la persona que protesta luego de sufrir acoso sexual por parte de un maestro venido a funcionario público en el IEEPO, ahora prófugo de la justicia.
A Gabino Cué le vendieron la idea que se trata de una venganza política, habría que decir a estos políticos que es común que se tergiversen los dichos de las victimas para señalar una venganza en contra del victimario, el acosador, el sujeto-varón que comete el ilícito de hacer insinuaciones de carácter sexual a una subalterna, como sucedió con Timoteo Agustín Chávez Aquino, quien se desempeñaba como director de proyectos educativos del IEEPO.
La imagen es lo de menos, lo peor en este caso, insisto, es la serie de violaciones a los derechos de las mujeres que se cometen todos los días en Oaxaca y que todavía hoy son discutidos por integrantes de la LXI Legislatura, como el derecho a vivir libres de violencia, la misma que hoy día bajo el sol candente de esta capital reclama desde hace varios meses Miriam, quien no ha sido restituida en su cargo, ya que desde que denunció el acoso fue puesta a disposición; el mismo que demanda Ernestina, despedida injustificadamente luego de denunciar el desvío de recursos de un programa dedicado a la educación de niñas y niños migrantes. Violación sobre violación.
Lo otro inocultable es la violencia feminicida que hoy, repito por aquello de la mala imagen y las vergüenzas que le dan a Martínez Álvarez, lleva la suma de SETENTA Y NUEVE mujeres asesinadas. Sí, repito 79.
@jarquínedgar