Los distintos escenarios del México actual, desde el nacional hasta los espacios locales, revelan el predominio de una política para el beneficio de unos cuantos; de una política degradada por las reglas del mercado, sujeta a los intercambios de beneficios y ganancias particulares de algunas facciones, líderes de partidos y gobernantes así como por las pugnas derivadas de los repartos económicos, de posiciones de poder o de cálculos por reposicionamientos electorales.
La expresión más clara del vacío de la política es la descomposición del Pacto por México, que con la salida del PRD, revela la naturaleza de los arreglos y componendas en torno a un tema crucial para el país; la reforma energética, la cual debería demandar concentración de los actores políticos y sociales, procesos de consulta popular así como de mayor análisis legislativo.
La iniciativa sobre el fututo del patrimonio nacionalno debe quedar en manos de los dirigentes que se quedan en el pacto, ni de sus conocidos procedimientos de líneas verticales hacia las bancadas y de legislación al vapor para favorecer intereses privados con presuntos argumentos modernizadores.
Los mexicanos no merecemos la continuidad del autoritarismo.
En el plano estatal observamos las pugnas y señalamientos entre grupos. Un indicio importante es la misiva al gobernador difundida en redes sociales por parte del ex gobernador y ex Secretario General de Gobierno, Jesús Martínez Álvarez, quien hace un balance a tres años del gobierno actual.
La carta difundida el pasado 28 de noviembre, pone en cuestión la eficiencia del gabinete de Cué y apunta que la explosión de conflictos se atribuye a “una falta de atención oportuna”; agrega que “cada funcionario jala por su lado y sólo ve sus intereses, que simple y sencillamente se dedican a hacer negocios, como si fuera ya el último día del gobierno, y que esto empezó desde el primer día de tu administración”, y remata “hay total ausencia del estado de derecho”.
Respecto a los problemas económicos y administrativos de la entidad, el ex funcionario dice que “se han tenido los tres presupuestos más altos de la historia”.
Este punto hace pensar que el problema de la acumulación de rezagos en Oaxaca no es un asunto de más o menos presupuesto, sino de una mala administración, y de lo que es peor, de la utilización discrecional y opaca del presupuesto para favorecer a personajes en particular, como se lee en la carta.
Nuevamente se trata de la política de unos cuantos.
La declaración es grave por que proviene de alguien que conoce a la administración actual desde el interior y desde arriba, aunque lo que dice no es ninguna novedad ya que los problemas enunciados que se expresan en múltiples protestas, son los que observamos los oaxaqueños todos los días y a todas horas al salir de nuestros respectivos hogares. La incompetencia de la autoridad estatal es parte del vocabulario popular.
Por estos mismos días, la conflictividad de Oaxaca y las limitaciones de su gobierno para la conciliación política han sido exhibidas en el escenario mediático nacional a propósito de las disputas por algunas escuelas de educación básica entre corrientes sindicales del SNTE que tienen en medio a niños y padres de familia, y en el entorno, agrupos con diversos intereses en distintos niveles, desde las televisoras comerciales hasta agentes locales de partidos políticos.
Es importante no perder de vista que las corporaciones son una hechura a la medida del antiguo régimen autoritario el cual se encuentra vigente, toda vez que sus reglas de imposición, violencia, exclusión, corrupción y subordinación a los dueños del dinero siguen marcando los comportamientos de los distintos grupos.
Así tenemos que una de las criaturas más emblemáticas del régimen, la maestra Elba Esther Gordillo está en la cárcel, pero afuera se ha extendido su gran legado pedagógico y político.
Sobre la conciliación se privilegia el conflicto y el divisionismo, sobre el consenso se prefiere la imposición, sobre el derecho a la educación se encima el control político, sobre la institucionalidad y la legalidad se observa el predominio del poder personal desmedido y la impunidad.
Las lecciones de la maestra se multiplican por doquier en los cuadros de la alta burocracia de la administración pública. El encierro de la profesora es lo de menos, su ideario y su escuela transpiran por todos los poros del régimen, del gobierno federal al estatal, del PRI a los partidos colonizados, de los sindicatos a sus facciones y de los gobiernos de siempre a las alternancias simuladas.
En tiempos de pretendida modernidad, estamos muy lejos de la idea de la política como el espacio de dialogo y acuerdo como la pensaron los autores clásicos; muy lejos de la conciliación, de la inclusión, del reconocimiento de los otros, de las consultas, del respeto a la pluralidad de ideas, así como de la participación de las mayorías en asuntos colectivos. Las expectativas por un cambio y un futuro mejor siguen en el aire.
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