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Las faltas de ética de Ricardo Ravelo

SIN DERECHO A FIANZA.- Marco Levario Turcott es director de la revista Etcétera, especializada en crítica a los medios. Es especial su enfoque hacia la ética periodística. En este sentido, son pocos los medios o periodistas mexicanos importantes que han escapado al escrutinio de la revista.

Levario también ha dejado constancia de ello en varios libros, el más reciente se llama “El periodismo de ficción de Carmen Aristegui”, y se refiere específicamente a siete casos. Repito, siete casos donde considera hubo infracciones a la ética periodística; algunos de los temas ya los había tratado Levario desde el 2008.

El 15 de noviembre pasado, en El Financiero, Carlos Ramírez habló del libro y anunció que pronto aparecería. El 19 de noviembre, Levario publicó en la versión digital de su revista un adelanto del libro: la introducción, donde explica los motivos para publicarlo.

Cuatro días después, el 22 de noviembre, Ricardo Ravelo, periodista especializado en temas de narcotráfico, colaborador de la revista Proceso y director de la revista digital Variopinto, publicó a su vez en su columna “Papel y tinta” un texto que tituló: “Sucio golpe contra Aristegui”; con los subtítulos: “Desde el poder, campaña difamatoria contra periodistas”; “También se prepara un libro contra Proceso” y “Periodistas críticos del poder, en la mira”.

Frases sumamente atractivas, pero ¿reflejan la realidad? Veremos. Transcribo el texto de Ravelo, con unos leves apuntes después de cada párrafo:

“Con el presunto aval de la Presidencia de la República, en particular del área de Comunicación Social, ha comenzado a desplegarse una campaña difamatoria en contra de algunos periodistas y medios de comunicación”.

Así inicia su texto Ravelo. Por supuesto, ya que es una autoridad, sus lectores tenemos que creer en su palabra aunque no aporte ni una sola línea para probar su dicho.

Y como ya no tenemos confianza en las instituciones, aceptamos que el maldito responsable de esa área de la presidencia ya le pagó a otros malditos periodistas para “desplegar una campaña difamatoria” contra Carmen y Proceso.

Sigue Ravelo:

“Desde hace varios meses, el plan para difamar y calumniar a algunos comunicadores (y medios) que ejercen un periodismo crítico en contra del poder, se echó a andar mediante la contratación de varias empresas editoriales, en su mayoría españolas y que son expertas, según se sabe, en el marketing y en la comunicación con el objeto de descalificar el trabajo periodístico que se viene realizando y que, al parecer, le incomoda al presidente de la República”.

El acucioso periodista no nos dice desde hace cuántos meses “se echó a andar” ese malévolo plan. ¿Por qué no denunció también desde “hace varios meses”? ¿Por qué no dijo cuáles son esas editoriales españolas sicarias? Y ¿Por qué no da los nombres de esos periodistas, los críticos y los malandrines?¡Por la santísima María, la de Magdala, se le olvidó!

“Para empezar —señala el acusador—, Marco Levario, director de la revista Etcétera, acaba de publicar un libelo que apunta en contra de la periodista Carmen Aristegui, conductora del programa Noticias MVS, a quien acusa –según el adelanto que hizo Carlos Ramírez en el periódico El Financiero del pasado 15 de noviembre– de ejercer lo que Lavario llama un periodismo de ficción”.

Por supuesto, lo que él escribe no es libelo: Ravelo No ha leído el libro pero ya tiene la autoridad para calificarlo. Continúa:

“El ataque contra Aristegui no es un cuestionamiento menor, aunque el libro esté barnizado como trabajo académico. Lleva dolo. Su intención es clara: se trata de denostar y descalificar a la periodista más acreditada de México hasta este momento”.

Sigue sin leer el libro pero ya sabe que “está barnizado como trabajo académico” y claro, también descubrió que “lleva dolo”, es decir: engaño, fraude, simulación (en Derecho, el dolo es la voluntad deliberada de cometer un delito). Y, ¿Por qué no lo prueba? Sólo él y la virgen tienen el secreto. Por supuesto, también tiene la verdad:

“Nada más falso. Aristegui, sin duda, es una de las voces más críticas que hoy se escuchan en todo el país y un referente obligado para entender la realidad política, por muy controvertida que parezca”.

Es cierto, pero no se cuestiona si es o no una de esas voces. En la introducción del libro Levario señala sobre Aristegui: “Son indudables la notoriedad y la influencia pública de aquella profesional de la información, entre otras razones porque su trayectoria acompañó a la transición democrática que, junto con el arribo de leyes electorales que cada vez garantizan más la equidad en las reñidas competencias entre los partidos, así como la confiabilidad de los resultados en las urnas, implicó desvanecer los proverbiales mecanismos de control que antaño, durante el viejo régimen autoritario, uniformaron noticias y opiniones”. Sigue Ravelo:

“Como se sabe, Aristegui ha sorteado múltiples momentos difíciles a lo largo de su carrera periodística: su salida obligada de Televisa por no tolerar sus críticas hacia el poder presidencial al que sirve la televisora; la censura que ha enfrentado en distintos medios justamente porque los hombres del poder político no toleran que Aristegui desnude la corrupción y las complicidades que se tejen en la cúpula del poder presidencial”.

Eso es curioso, los seguidores de Aristegui siempre minimizan su paso por Televisa. Aristegui sale de una empresa a la que entró seguramente ignorando a qué se dedicaba la maldita televisora. Volvemos con el dictaminador sin elementos:

“No se duda que detrás de esta campaña esté la mano aviesa de Televisa, pues Aristegui abrió los espacios de su noticiero para informar en tiempo y forma lo que estaba pasando en Nicaragua con la detención de algunos presuntos narcotraficantes que se identificaron como reporteros y empleados de Televisa, quienes incluso utilizaban los vehículos de esa empresa para transportar enervantes”.

Nada más convincente para tener seguros a los lectores, el dúo televisa-gobierno. No falla.

“La confrontación con Televisa y con su conductor estelar, Joaquín López-Dóriga (el vocero presidencial) fue más que evidente, pues si no hubiera sido por Aristegui y el semanario Proceso nos hubiéramos tenido que tragar la mentira oficial difundida por Lopez-Dóriga desde su cabina de Chapultepec 18.”

Claro, no hay ningún otro medio que critique o denuncie. Luego sigue con el libro, habla de los “pedazos”, hace referencias, pero, ni una cita:

“En los pedazos de información que se han difundido –el libro aún no está en circulación– se le acusa a Aristegui de servir a intereses de la izquierda y la derecha: López Obrador, Carlos Slim…

Y aquí la pregunta se impone: ¿A qué intereses obedece Levario al publicar un libro difamatorio? ¿Le pagaron por ello? Es obvio que el libro y su autor sirven a los intereses del sistema desde el momento en que ataca, con dolo evidente, a una de las periodistas más críticas del poder”.

Quién sabe por qué, para Ravelo, criticar a un colega, significa que se le pudo pagar por eso. Se ignora por qué lo hace en tono interrogativo, tal vez para minimizar la difamación, pero, desde el principio, si aseguró que la campaña salió de la presidencia, se supone que se pagará o ¿no? Pero, como no aporta pruebas, lo que dice es una calumnia. Sigue con sus particulares razonamientos:

“Es obvio que se trata de cuestionar el ejercicio periodístico de Aristegui como si ella fuera perfecta. Ningún periodista es perfecto en su trabajo porque justamente el periodismo no lo es. El periodismo pasa por lo humano y por ello no es ni puede ser perfecto. Los periodistas nos equivocamos, sin duda, y es de probos reconocer públicamente cuando cometemos un error.

¡Claro que se trata cuestionar “el ejercicio periodístico”!, que es lo que debió cuestionar también Ravelo, no los supuestos intereses de Levario (a menos que tuviera pruebas, por supuesto). Y qué primitivo comentario: “como si ella fuera perfecta”, lo mismo puede decir cualquier líder, gobernante o empresario que comete errores: “¿Por qué me criticas en Proceso, si no soy perfecto?” Abunda Ravelo:

“Pero de lo que no hay duda es que Levario, periodista y académico de dudosa reputación y credibilidad, escribe como si él fuera perfecto. ¿Quién es Levario para juzgar el trabajo periodístico de los demás? ¿Acaso él es impoluto? Perro no come perro, suele decirse cuando un periodista critica a otro periodista por lo que hace”.

Ravelo insiste en sus insultos. ¿Cuáles son los fundamentos para decir que Levario es “periodista y académico de dudosa reputación y credibilidad?”. Y la pregunta que hace es por demás estulta. Levario es uno de los críticos de medios más importante de Latinoamérica. Pero aunque no lo fuera, ¿por qué no podría cuestionar a Carmen o a cualquiera?

Esto que usa como argumento el periodista se llama falacia ad hominem (“contra el hombre”): argumentar para convencer sin razonamientos, dar por sentada la falsedad de una afirmación desacreditando a quien la emite. Ya dijo antes que era de “dudosa reputación y credibilidad”.

Y esa fase tan pedestre, que se usó hace mucho, cuando el periodista era impune: “Perro no come perro”. Pero igualmente estúpida. Que exista no significa que así deba ser. Esto ni siquiera merece un cuestionamiento… Luego, Ravelo habla de un tema muy importante:

“Es claro, también, que el periodismo siempre obedece a intereses. Ningún medio de comunicación de México ni del mundo puede gritar a bocallena que no tiene intereses. Todos, absolutamente todos, tienen intereses. La información obedece a intereses, pero hay medios de información y periodistas, por supuesto, que a lo largo de su trayectoria –y Aristegui es una de ellas, sin duda– han mostrado probidad, honestidad y apertura en su trabajo informativo. No es gratuito que Aristegui sea hoy una de las periodistas con mayor credibilidad dentro y fuera de México y eso, sin duda, les pesa a muchos”.

“Ningún medio”, vaya, creímos que diría que Proceso y Aristegui sí. Es decir: Aristegui está de acuerdo con los intereses de su empresa, pero la diferencia con otros es que sigue esos intereses con “probidad, honestidad y apertura”.

“Aristegui ha ganado su espacio y la credibilidad que tiene a base de trabajo. Nadie le ha regalado nada a lo largo de su trayectoria. Trabajadora incansable, Aristegui vive para el periodismo, que es su pasión y su vida”.

Esta explicación tan profunda sobre el conocimiento de la vida de Aristegui está de más. Levario no cuestiona las propiedades, la flojera o el cansancio de la periodista o si vive para otra cosa. Levario se centra en siete casos específicos donde Aristegui incurre en fallos que tiene que ver con la ética periodística. Pero Ravelo ya anda arrebatado y se cree lo que comenzó asegurando:

“Desde mediados de este año corrió la versión de que desde la presidencia se orquestaba este plan perverso. Y es claro que el primer golpe bajo y sucio ya se asestó. Otro dato es que se prepara un libro en contra del semanario Proceso, el cual se está confeccionando en una editorial también española asentada en México, en el mismo tono difamatorio del que circulará en contra de Aristegui”.

Por fin nos van llegando precisiones: “Desde mediados de este año corrió la versión…”. Lo que usa un periodista profesional: rumores. Pero lo preciso no quita lo perezoso. Cualquier periodista profesional debió investigar esa “versión”.

Para el experto en el tema del narcotráfico, mucho más peligroso y difícil, sería coser y cantar encontrar a los autores del “plan perverso” y denunciarlo. Y, por supuesto, nos podría dar, también, un adelanto del libro que, según Ravelo, se confecciona “en el mismo tono difamatorio” en una editorial española…

Pero no hizo nada, y si no aparece el libro de Levario, el periodista profesional no habría abierto la boca… es inadmisible que no denuncie quien ha denunciado seres más peligrosos, pues asegura conocer al “autor”:

“El autor de ese proyecto de libro se ha dado a la tarea de entrevistar a varios ex reporteros de Proceso, muchos de ellos resentidos, al parecer, con el semanario, quienes han hablado de los problemas internos de la revista y de lo que saben respecto de varios de sus actuales directivos”.

Y ¿por qué Ravelo no nos da los nombres de esos periodistas, ya que sabe también de lo que hablan y de lo que saben “respecto de varios de sus actuales directivos”? No sabemos, pero asegura que es “otro golpe” (sin que se haya dado)…

“Este también es otro golpe sucio. Proceso es el semanario más crítico de México. Inquebrantable, su línea editorial se ha mantenido firme a lo largo de 37 años, desde su fundación en noviembre de 1976.

“No cabe la menor duda de que a alguien (o a muchos) les pesa el trabajo de Aristegui y de Proceso, dos espacios que la sociedad necesita para pensar, reflexionar y tomar decisiones. A ningún gobierno le sirve una prensa aliada y servil. Ahí está el caso Televisa, que se pudre por su falta de credibilidad.

“Como ya se dijo, el periodismo ni los periodistas somos perfectos porque somos humanos. Pero quien le pega a un periodista y a un medio de comunicación que hace una labor informativa transparente, le pega a la sociedad.

“Siguen presentes las palabras de Aristegui en la entrevista que concedió a Variopinto en su edición No. 10: ‘Quien asesina a un periodista, mata el derecho de la sociedad a estar informada’.

“Retomando esa frase de Aristegui, bien podría decirse que quien golpea a un periodista y lo difama, también mata ese derecho de la sociedad a estar informada”. Fin del trabajo de Ravelo.

¿Qué parte de ese derecho está asesinando Ravelo? En ninguna parte de su texto hay un solo dato que nos demuestre todo lo que dijo. Porque un periodista trabaja con datos que se puedan verificar, hechos, evidencias. La denuncia no comprobada es difamación o injuria.

Ravelo debió esperar a leer el libro y desmentir caso por caso lo que dice Levario de Aristegui. O sustentar con datos su historia del complot contra ella y proporcionar los nombres de todos los involucrados. De otra forma esto no es periodismo, lo suyo es lo que acusa del otro, es un libelo.

Lo peor del asunto es que hubo otras faltas de ética, porque, sin que ningún editor lo cuestionara, el texto fue replicado en varios medios, pero omitieron los textos de Carlos Ramírez y, el más importante, el de Levario Turcott, por lo que el lector no pudo formarse una opinión al contrastar esas lecturas.

 

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