MUJERES Y POLÍTICA.- Si digo que la política me da risa es porque me da risa y sé que podría equivocarme rotundamente considerando que la política es cosa seria. Sin embargo, para nadie es un secreto que quienes se dicen políticos hacen de esta actividad un espectáculo.
Todas las personas tienen derecho, toda la gente puede aspirar a un puesto de elección popular, pero entre esa posibilidad y dar resultados hay una realidad que los separa, comparable incluso con un océano. La realidad nos dice hoy que tenemos más políticos malos que buenos y que las buenas intenciones no bastan.
Si el payaso Lagrimita, Guillermo Cienfuegos Pérez, y el futbolista Cuauhtémoc Blanco quieren gobernar los municipios en que viven es una legítima aspiración. Están en su derecho. Pero en ambos casos los partidos políticos no ven cuán idóneos pueden ser los aspirantes, lo que buscan es ganar votos, como sucede con el futbolista en la capital de Morelos, es populismo puro y vil. Muestran, además, el quiebre más dramático que la política tiene hoy al confundirse con la farándula.
Ejemplos sobran: la esposa del presidente Enrique Peña Nieto, Angélica Rivera, es una protagonista de la (mala) política actual. Nadie olvidará sus actuaciones estelares por YouTube para defender la “legitimidad” de la compra del sexenio, la casa blanca y la honra de ella y de su familia.
Aunque ella no es una política directa, tiene una fuerte injerencia y se presta como “toda buena esposa” a ser protagonista del juego del político en turno, como en su tiempo lo fue Irma Serrano, quien llegó a Senadora de la República sin resultado alguno o la diputada Silvia Pinal, y como lo es desde ahora Anahí, “prometida” del gobernador cacheteador de Chiapas, Manuel Velasco.
Ni modos es el resultado de elegir a los representantes populares, tan populares como estos personajes que hemos mencionado y otros que se quedan en el olvido. El fin de los partidos políticos es el mismo, ganar a costa de todo.
El prototipo del nuevo político es el carisma. Que se mueran los feos, estamos en la nueva era de la política: guapos, sin talento ni inteligencia, con ambiciones personales y de dominio, niños y niñas desatando pasiones entre las masas que ignorantes eligen a sus gobernantes a partir de la guapura, fórmula que ha dado excelsos resultados: Peña Nieto en el país, Velasco en Chiapas, Aristóteles en Jalisco…
Y los maduritos, pero jóvenes aún, gobernadores de Puebla, Oaxaca y el ex del DF, Rafael Moreno, Gabino Cué y Marcelo Ebrard, o los líderes de partidos como Jorge Emilio González, además, claro está de una veintena de diputados y ex diputados federales que siguen moviendo el pandero en la polaca mexicana.
Caritas, ambición y poder combinaciones necesarias para la politiquería actual, en lo que devienen, es otra historia. Idea que parte de la convicción de “vender” a los aspirantes a partir de sus muy renovadas facciones de niños de bien, lejos de la imagen del antiguo político mexicano.
La imagen del estereotipo creado por empresas de televisión en México y a través del cine de Hollywood, en EU, de ahí que la aceptación sea como un zapato a la medida, un buen detergente que hace espuma o una bebida refrescante que promete quitar la sed.
Quienes aspiran a ser políticos surgen de diversas actividades: empresarial, profesionistas, comerciantes y obreros, entre otros muchos, aunque estos últimos, de la clase obrera, están en desuso.
La representación popular es como una botica en los tiempos pasados, hay de todo pero no siempre es lo que usted necesita. Además de legislar, de hacer las leyes para hacer de este país una circunstancia mejor, el legislador debería ser una contraparte entre los poderes, el contrapeso no existe entre los poderes que gobiernan.
Lo puede ver en todas partes. Cada uno y cada una va por su tajada respectiva. La izquierda no existe y la derecha, ya en el poder, nos resultó más brava que el viejo perro.
Lo preocupante es cómo hacer funcionar al país desde la práctica futbolística, desde el humor, desde el drama de las telenovelas… Cómo gobernar a este país con políticos sin convicción, con partidos políticos en quebranto, rebasados por las mismas ineptitudes, los mismos errores, las mismas corruptelas.
No importa si se llaman Cuauhtémoc Blanco o si sus apellidos vienen del rancio abolengo de la “robolución” mexicana; al final, el resultado es el mismo y se refleja en la falta de oportunidades para la gran mayoría de la población mexicana.
Las manzanas podridas pudren a las pocas que están buenas. Habrá quien tenga buenas y mejores intenciones pero es claro que el filón de oro de la política cambia a cualquiera.
No es lo mismo tener una casa que varias casas, no es lo mismo ser diputada sin constructora que con ella. No es lo mismo un simple mortal que tener poder sobre municipios…Solo por dar unos cuantos ejemplos de lo que puede cambiar a una persona en unos cuantos “sablazos” de miles de pesos.
RAÚL VERA LÓPEZ
Es entonces cuando pienso, muy seria, en la propuesta que lanzó el obispo de Saltillo, Raúl Vera López: refundar el Estado mexicano. Una idea que observan descabellada y hasta peligrosa quienes ven en riesgo su modo de vida, en ese sistema político quebrantado, ineficiente, incapaz de separarse del beneficio particular para adoptar el beneficio común.
Tuve la fortuna de conocer a don Raúl Vera en el 2006, cuando en Coahuila sucedieron hechos lamentables como la tragedia en la mina de carbón de Pasta de Conchos, que costó la vida de 65 trabajadores.
Este hecho reveló que en México la esclavitud tiene diferentes rostros y también mostró una que es conocida ampliamente: el poder del dinero y la impunidad, dos lastres que sistemáticamente persiguen al país entero.
Meses más tarde fue una de las voces que se alzaron para demandar justicia para las víctimas de la violencia sexual cometida contra 14 trabajadoras de la zona de tolerancia del municipio de Castaños por parte de elementos de un pelotón de soldados.
Sin su intervención, hubiera sido difícil que los soldados fueran llevados a juicio bajo el sistema de la justicia civil, un hecho sin precedente e inimaginable entonces.
Al final se torció la justicia. Los empresarios mineros no fueron juzgados y no todos los soldados fueron encarcelados.
Don Raúl Vera, fraile dominico, ha sido un crítico de las acciones que atentan contra los derechos humanos, antes de los hechos arriba expuestos, fue un protagonista fundamental en Chiapas en 1994 y sin duda conoce bien lo que ha sucedido en Guerrero donde también prestó servicio, de ahí que tiene exactitud en lo que plantea sobre Ayotzinapa, que sirvió para destapar la cloaca que en todo el territorio nacional conforman políticos aliados con el narcotráfico.
Este humanista que tomó la opción preferencial por los pobres, propone refundar el Estado mexicano y llama a construir una nueva Constituyente el próximo 5 de febrero, fecha emblemática considerando que ese día se cumplirán 98 años desde que se promulgó la Constitución que rige al país.
La tarea no es fácil. Busca primero que nada no lanzar nuevos liderazgos una tierra minada de esos protagonistas sin cabeza, por ello dice Vera lo primero es escuchar al pueblo, quienes han sido excluidos por este sistema político-económico-social generando lo que hoy somos, una sociedad de desiguales, una sociedad gobernada por un sistema decadente que vanagloria la superficialidad propagada por la televisión, más que cualquier otro medio de comunicación, y deja de lado lo realmente importante, el valor de la gente.
En la entrevista de Arturo Rodríguez García, el pasado 1 de enero, texto publicado en el portal de Proceso, el obispo Raúl Vera sostiene que el estado actual de México es crítico.
Da nombre y apellido a los hechos concretos actuales: crisis institucional y de legitimidad del Estado. A diferencia de otros tiempos en que esta crisis derivó en guerras civiles, hoy, dice Vera, el pueblo quiere una salida pacífica, “ya no quiere pobreza, cinismo, injusticia ni violencia. Hay que remediar al país y no remendarlo, pero tiene que hacerlo el pueblo”.
Ese es el objetivo de la nueva constitución, que no nace ahora es una idea, una propuesta, que se ha venido formando desde hace por lo menos dos décadas y que hoy, ante la crisis que vivimos en México, surge como volcán en erupción.
Hace años, en la primera entrevista que le hice al Obispo, habló de la deshumanización en que son “formados” los cuerpos de seguridad del país y, claro eso incluía a los militares.
Deshumanización del Estado que crea muerte y no vida, las razones de entonces a las actuales, aunque estamos hablando de muy pocos años no han cambiado, en cambio se ha exponenciado:
El baño de sangre cruel en toda la nación, la impunidad, la asociación delictuosa entre gobierno-narcotráfico-empresarios (unos omisos y otros beneficiándose a manos llenas del dinero sucio del narcotráfico; otros inyectando dinero, muerte y violencia, y los últimos “lavando” o blanqueando el mismo dinero); la trata de personas con fines sexuales, esclavitud moderna contra niñas y mujeres; la penalización de la migración y la criminalización de la protesta social, sin olvidar los viejos lastres del sistema político como son el tráfico de influencia, los privilegios que derivan en cínicos actos de enriquecimiento y lucro a costa de la mayoría de la gente.
Podemos, sin duda, acabar esta columna mencionando otros muchos casos y hechos ocurridos desde 2006 y que fueron revelando la condición crítica de la que ya hablaba el obispo Vera desde entonces como la desaparición y muerte de periodistas, la multiplicación de casos de personas desaparecidas, los asesinatos impunes en San Fernando, Tamaulipas, y Tlataya, Estado de México, la omisión frente a los casos de desapariciones forzadas en el país, incluyendo Ayotzinapa, el deleznable feminicidio, la negligencia que provocó la muerte no accidental de las niñas y niños en la guardería ABC, en Hermosillo… los visos de un país al borde de una crisis, gracias al fracaso del sistema mexicano.
Refundar el país no es una mala alternativa, es en realidad una demanda social que busca terminar los vicios y fracasos de la política mexicana, una alternativa con resultado a largo alcance pero es un principio contra la injusticia que lacera al país.
@jarquinedgar