CRÓNICAS DE LA ÍNSULA
Con el comprobado traspié de construir el llamado Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca (CCCO), el “gobierno del cambio” se empieza a despedir de los oaxaqueños con un triste legado: la histórica decepción del pueblo de Oaxaca, ¿ahora cómo volver a creer en un cambio? Los errores de la Secretaría de Turismo y Desarrollo Económico, que hoy exhiben en su real dimensión al gobierno de Oaxaca, vienen desde su creación.
José Zorrilla de San Martín Diego (a estos apellidos de impactante alta alcurnia siente uno que le faltó al final: Y Alba, o algo así), secretario de Turismo del gobierno de Oaxaca, ya se le veía instalado en ese cargo desde la “revolucionaria” campaña de Gabino Cué hace casi cinco remotos años. Aunque para saldar deudas políticas tuvieron que darle cuotas a los partidos de la alianza de “agua y aceite” (PRD y PAN) que llevó al actual gobierno al erario… que diga al poder estatal.
Le tocó inicialmente ese cargo al panista Alfredo Ahuja Pérez, ex edil de Tuxtepec, pero como este gobierno que tuvo arranque de caballo brioso había legislado la exigencia de que esos altos cargos los tuvieran quienes al menos ostentaran título de alguna licenciatura, Ahuja que no contaba con eso se vio precisado a conseguir una cédula profesional falsa.
Pero la mentira fue muy pronto revelada cuando su comunicadora difundió con mal tino esa cédula. Hubo comentarios de que le tendieron una celada. Todo ello, casualmente, en beneficio inmediato del miembro del grupo cercanísimo del gobernador Cué, José Zorrilla, quien raudo tomó posesión del cargo… y a hacer negocios y divertirse lindo.
Largo sería enumerar las frivolidades y desatinos de ese Amigo en el poder, pero todo ello se puede resumir en su quizá postrer acto de prepotencia: edificar el tan “esperado”, “ansiado”, “reclamado” (por sus acarreados) Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca, casualmente junto al hotel propiedad de su familia, el Hotel Victoria. Nunca fue más claro que la amistad se demuestra en la nómina y cuando se puede en el ejercicio del erario.
¿O qué sugiere que familiares del secretario Zorrilla de San Martín Diego hayan realizado y cobrado por el proyecto? ¿Qué más sugiere que esa obra pública no se haya licitado? Pero sobre todo, ¿Qué con que se encuentre a unos pasos del hotel Victoria de los Zorrilla de…? Es clave en política eso de que “lo que parece, es”.
Además del cúmulo de organizaciones dedicadas al estudio y defensa de la naturaleza en Oaxaca y México con suficiente autoridad académica y moral, los argumentos del especialista Juan José Concejo Dueñas —director del Instituto de la Naturaleza y Sociedad de Oaxaca (INSO) con tres décadas de trabajo de investigación en la entidad— son contundentes. A saber.
El Cerro del Fortín, donde el gobierno del “cambio” quiere construir el Centro de convenciones, es ya una isla verde en la Ciudad de Oaxaca, cercada por la desordenada urbanización, de frágil ecosistema, aislada del cerro de San Felipe (otro en peligro) y del resto de la Sierra.
De ahí que su cuidado y preservación sea tan necesario como último pulmón de la Ciudad de Oaxaca y parte de otros municipios del Valle Central. Eso fue lo que se buscó conservar con el decreto de 1937.
Concejo Dueñas ofrece otras consideraciones de peso que con buen juicio cualquiera atendería para no destruir este vital ecosistema: culturales, históricos y sociales.
Y por si fuera poco la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) dictaminó observaciones contra ese proyecto. Pero con todo el bagaje técnico, académico y de sentido común que ubican este proyecto del secretario Zorrilla y Gobierno del Estado como evidentemente improvisado, sin sustento, ellos obstinados recurren hasta el absurdo para llevarlo a la práctica.
La SCT objeta el Centro de Convenciones en el sentido de que se revise y modifique el proyecto de vialidad del mismo, pues no se puede construir una glorieta en una zona donde hay un flujo continuo de 20 mil vehículos diarios. La cantidad de accidentes que hay en ese lugar se magnificaría. Sencillamente. El Delegado de la dependencia federal declaró que esas fallas técnicas de que adolece el proyecto las hizo de manera oficial a los encargados de la obra. Es claro que hicieron caso omiso.
Hacia el final de este largo sexenio, la ocurrencia de despedirse con una decisión atrabiliaria, mostrando un rostro autoritario y una discapacidad política patética; sin obra pública en todo el sexenio (salvo el adefesio de Cinco Señores), parece que planearon una burla más a la sociedad, ¿la última carcajada?: Vamos a hacer una obra grande que responda a una “demanda histórica”, de paso sin licitar, con la inclusión de familias y amigos y cerca de nuestro bonito hotel.
Así todos contentos, el pueblo de Oaxaca aplaude una “gran obra” y los funcionarios hacen negocios.
Todo ello aunque no se ocupe ese inmueble como publicitan, pues ¿Quién querrá traer una convención importante a un Oaxaca violentado continuamente? Eventos internacionales serían excepción, no hay que olvidar que periódicamente Estados Unidos recomienda a sus ciudadanos no viajar a Oaxaca, por los problemas consabidos, recomendaciones muy atendidas en Europa.
Pero como se toparon con que hay oaxaqueños más perspicaces, pues ahora a echarles montón y puñetazos, precisamente con grupos del montón: golpeadores de la CTM, cámaras de comercio, comerciantes, mercaderes, etcétera. Todos digamos que duchos en su actividad, pero ninguno con autoridad en materia de medio ambiente.
Finalmente, la Velaria de Ulises Ruiz Ortiz sobre el Auditorio Guelaguetza “sólo” era anti estética y dispendiosa (que no es poco), pero la destrucción ecológica (también dispendiosa) de Gabino Cué es peor, es ecocida. Es tan grande la desvinculación social de este gobierno sin precedentes en ineptitud como la desilusión de quienes lo llevaron al erario… que diga al poder.