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El hombre del carruaje

LIBROS DE AYER Y HOY

A Benito Juárez, montado en su carruaje, lo persiguió la inquina conservadora apoyada por el clero, que lo mantuvo fuera de la Ciudad de México alrededor de cuatro años.

Su regreso triunfante en 1867 le permitió instalarse en el ala norte, sección del Palacio Nacional que estará muy cerca del papa Francisco cuando éste arengue en ese recinto antes de recorrer el Zócalo.

Carruaje-de-Juárez

El moderno papamovil en el que se desplazará, no borrará la imagen universal del carruaje de Juárez, desde el que él luchaba contra el intervencionismo extranjero y sus enemigos locales, la propia Iglesia católica.

Los hálitos de una reforma que conmocionó al mundo al separar en forma tajante lo asuntos estatales de la fe, todavía flotarán en ese centro histórico que anida, además, a varios de nuestros dioses.

“El respeto al derecho ajeno es la paz”, decía el Benemérito y cuando Francisco reitera que viene como misionero de paz, con la prudencia que algunos le reconocen, debe tener claro que los mexicanos vivimos en un país laico.

El simbolismo del carruaje en el que vivió y despachó, mientras se desplazaba del centro al Paso del Norte –Ciudad Juárez en su honor–, resalta en su destino actual, en el Museo Nacional de Historia, la función de vehículo –residencia– ejercicio del poder, que es caso singular en el mundo.

Y viene a ser punto de referencia como “el coche”, en la obra de uno de sus biógrafos principales Ralph Roeder (Juárez y su México Fondo de Cultura Económica 1972) y de Alberto Prieto (La época de Juárez Gente nueva, La Habana, Cuba) obra que me traje de La Habana en 1985 recién editada. Esta última es un librito muy singular que se ilustra con dibujos del famoso carruaje y personajes de la época, con Juárez a la cabeza.

Prieto echa mano de fuentes mencionadas por Ediciones de Cultura Popular, para encomiar la lucha de Juárez contra el conservadurismo, una de ellas de Carlos Marx, quien lo reconoce como presidente de este país y sostiene: “La propuesta intervención en México de Inglaterra, Francia y España, es en mi concepto una de las empresas más monstruosas que se hayan registrado en los anales de la historia universal…”, (La Intervención extranjera en México 1861-1867).

Seguido por varios carruajes de su equipo y adherentes, llegó un momento en que el carruaje en el que viajaba el indio de Guelatao, transitó solitario por el México agreste y bronco de aquel entonces. Pero Juárez siempre encontró apoyo y cobijo.

En las cartas oficiales que publica Prieto y que también incluyen otros autores, aparece la respuesta tajante de Juárez a Maximiliano negándose a regresar a la ciudad como el austriaco le pedía; con una gran dignidad le responde al final : “Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios propios una virtud, pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará” (de ahí tomó su famosa frase Fidel Castro, La historia me juzgará).

A nivel familiar, en las cartas que le dirigió a su yerno, trasciende la delicadeza del hombre y la sencillez de sus detalles al preocuparse por los problemas odontológicos de su nieta. Mucho hacen sus enemigos actuales para quitar grandeza a su figura.

El rompimiento ahora de las normas de la Constitución por una feligresía exaltada ante la visita papal y la recepción apoteósica que le dará a Francisco el gobierno hacen prever no obstante, que las cosas volverán a su cauce.

La historia no puede ser borrada. Y que a los principios laicales –o laiciales– que muchos están defendiendo, les harán lo que el viento a Juárez.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

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