Luis González de Alba murió en su casa de Guadalajara a los 72 años. Escogió para irse el día 2 de octubre, el día que marcó su vida para siempre desde 1968. Enrique Krauze escribió en un mensaje de tuiter una sentencia definitoria: “Fuiste la conciencia histórica del 68, no te olvidaremos”.
Luis González, valiente, afrontó la represión y la cárcel con entereza, no se quebró. Luego el exilio, en tanto el sátrapa represor de Gustavo Díaz Ordaz apoyado por su Secretario de Gobernación Luis Echeverría Álvarez, continuaba su obra negra.
Ambos sátrapas llenaban la cárcel de presos políticos. El sistema ya estaba herido, ineficiente, el ogro filantrópico, como llamó Octavio Paz al régimen priista entró en crisis. El estado benefactor iba de salida, el milagro mexicano que ofreció estabilidad económica llegaba a su fin.
Se repondría un poco en los años del infausto sexenio echeverrista, con la borrachera del boom petrolero mexicano, y la “administración de la abundancia” que nos llevó a quedar cada vez más endeudados con el extranjero, merced al atropellado gobierno de aquél demagogo, Luis Echeverría.
1968, válvula de escape social
Son muchos los estudios sociológicos e históricos que explican con su ciencia el por qué del surgimiento de este movimiento estudiantil. Si bien inició con trifulcas estudiantiles, casi de inmediato se convirtió en la válvula de escape de la olla de presión nacional del autoritarismo del cerrado régimen pos revolucionario de entonces, con su partido de Estado.
Son demasiados los estudios como para que algunos comentaristas vernáculos no se hayan enterado y sigan esgrimiendo la misma simpleza de los represores de entonces y sus defensores a sueldo: “conjura comunista” o el fascistoide “conjura contra México”. Por supuesto que el movimiento no fue químicamente puro, ni tenía porque serlo. El Partido Comunista Mexicano funcionaba en la clandestinidad, no tenía ni un centenar de afiliados en el entonces D.F., ningún peligro representaba.
En esencia y tomando como base el pliego de demandas del Consejo Nacional de Huelga (CNH), los estudiantes —único sector grande y organizado que podía en ese momento afrontar al gobierno— hacían suyas las demandas de la sociedad, al exigir libertad política y cese a la represión. Injustamente estaban en la prisión El Palacio Negro de Lecumberri los líderes obreros y ferrocarrilero Valentín Campa y Demetrio Vallejo, acusados, precisamente de “Disolución social”, así como centenares de dirigentes en todo el país, después de la cruenta represión al Movimiento Vallejista de 1959.
Pliego de demandas del CNH. 1968.
1.-Libertad a los presos políticos; 2.-Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal. (Instituían el delito de disolución social y sirvieron de instrumento jurídico para la agresión sufrida por los estudiantes); 3.-Desaparición del Cuerpo de Granaderos; 4.-Destitución de los jefes policíacos; 5.-Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto; 6.-Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.
Hoy por hoy esas demandas serían de risa y muy baratas para los actuales gobiernos negociadores de todo, que concesionan hasta la ignominia, pero entonces el ogro filantrópico estaba acostumbrado a mandar, equivocarse y seguir mandando sin que nadie le exigiera cuentas. Tronaron contra los estudiantes y pusieron manos a sus fusiles y granadas. El batallón Olimpia se encargó de llevar a la práctica el plan criminal de Díaz Ordaz y Echeverría.
Se calculan en alrededor de 300 muertos y 1 mil 200 heridos. La infiltración de órganos de seguridad como la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en el movimiento —revelan estudiosos y ex dirigentes del 68—, explica que algunos dirigentes se hayan “extrañamente radicalizado”, lo que llevó a ser más frontal el movimiento. El señalado como infiltrado y traidor al movimiento es Sócrates Amado Campos Lemus, hoy avecindado en Oaxaca donde hasta hace periodismo y pondera y pontifica.
Gilberto Guevara Niebla y otros dirigentes del 68 aportan elementos del papel de Campos Lemus: “Tras los sucesos del 28 de agosto se ocultan las claves de una provocación: documentos oficiales aportan indicios de que Campos Lemus actuaba en coordinación con cuerpos de seguridad del Estado (…) El documental agrega que hay evidencias testimoniales suficientes para establecer que la DFS infiltró al movimiento estudiantil y que las sospechas sobre la actuación de Campos Lemus son más que fundadas”. http://www.jornada.unam.mx/2004/04/26/007n1pol.php?origen=politica.ph
Con todo, vientos de libertad
Después de hacer todo lo que hacen los políticos para llegar al poder, después de amarrarle los zapatos al presidente Díaz Ordaz (narrado por la amante de éste, Irma Serrano) Luis Echeverría llegó al gran poder. Con su índole perversa cooptó a algunos de quienes militaron en el movimiento estudiantil. Pero no pudieron evitar y hasta les era conveniente iniciar cierta apertura política. Fue hasta 1977 con Jesús Reyes Heroles en la Secretaría de Gobernación cuando se da la primera Reforma Política en México.
Los vientos de libertad iniciaron con la sangre y la violencia en las vidas de una generación de estudiantes, cuya consciencia esencial fue Luis González de Alba, quien por supuesto no cayó en el juego de los poderosos. Intelectual sin concesiones, crítico de la vida política de México, de la izquierda envilecida y de quienes hoy marchan sin saber que fue realmente 1968, decía.
Nos queda su imprescindible libro escrito en la prisión de Lecumberri “Los días y los años”, del cual no dejó de reclamar que Elena Poniatowska le robó párrafos completos para ponerlos en su cursi libro sobre el mismo tema. Pero este plagio, claro, se perdona, ¿no? Gran divulgador de la Ciencia, ganó en 1997 por ello el Premio Nacional de Periodismo y antes, en 1978, el Premio Xavier Villaurrutia por “El riesgo del placer”.
Deja más de una decena de libros, entre ellos el desmitificador “Las mentiras de mis maestros”. Finalmente están por aparecer dos libros suyos más, uno de ellos revisión de 1968. Los esperamos, en tanto Luis González de Alba ya descansa en paz, aunque sigue aquí. Pero se siente su ausencia en las redes sociales.
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