Una de las máximas de los historiadores respecto a que “la historia es la gran maestra de la vida” tiene mucho que enseñar a quienes pretenden inventar o descubrir el hilo negro en materia de intervenciones desarrollistas. Para la elaboración de políticas públicas acordes con los tiempos que vivimos, es importante recurrir a la memoria de los pueblos y consultar el conocimiento generado por las instituciones de educación superior y los centros de investigación.
Por ello resulta relevante que en el Proyecto del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec se esté considerando la participación de la comunidad académica del país, de las universidades que han realizado trabajo de investigación en la región y que pueden colaborar para dar cauce a los distintos programas en sus varias disciplinas, pero sobre todo, es importante la recuperación de los saberes y la participación de los directamente involucrados por parte de los pueblos que habitan la región.
Esta franja del país se ha caracterizado desde hace siglos por una sucesión de intervenciones que han propiciado cambios en los usos de la tierra y en la explotación de los recursos naturales, que en múltiples ocasiones ha provocado conflictos.
Esto obliga a conocer por qué han ocurrido dichos conflictos, de qué manera se ha informado e involucrado a los pueblos que habitan la región, como los zapotecas (Binnizá), los chontales, los huaves (Ikoods), zoques y mixes (Ayuukj), y si se han fomentado procesos participativos para solventar los problemas.
Desde la época colonial, en las cartas de los colonizadores a la Corona, ya se registraba el interés por esta región debido a su ubicación estratégica para la comunicación interoceánica.
En otras etapas, como la Reforma, el Porfiriato y durante los sucesivos gobiernos del periodo posrevolucionario, se emprendieron proyectos, los cuales son importantes de conocer para saber hasta dónde llegaron y por qué quedaron truncos, a fin de aprender de los errores y no repetirlos.
En la revisión de la historia contemporánea del Istmo de Tehuantepec encontramos que los programas de desarrollo económico han reiterado la importancia de invertir en las vías de comunicación interoceánica y transcontinental, por lo que se han emprendido proyectos para la modernización de la agricultura por medio de obras de riego, presas, introducción de nuevos cultivos e impulso a la agroindustria.
También se han generado iniciativas para la creación de un corredor industrial o polo de desarrollo donde destaca la industria petrolera en torno a los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos, y en una etapa más reciente el impulso de proyectos denominados de energías limpias y la instalación de parques eólicos en grandes extensiones del Istmo.
Seguramente la comunidad académica, las universidades públicas con perspectiva humanista, pueden aportar mucho en esta nueva etapa.
El fortalecimiento del capital humano, como denomina el gobierno federal a su reciente convocatoria, es esencial para todo proyecto de transformación con carácter incluyente, que permita resarcir intervenciones fallidas elaboradas desde el escritorio y con miradas distantes o ajenas a las necesidades de los pueblos originarios que, en lugar de ayudar, provocan mayores tensiones en la región.
*Rector de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca
*Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana