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Teresa Gil

Mujeres bellas y a veces broncas, de Sonora

Libros de ayer y hoy

Las grandes divas de Sonora, han muerto. No eran  intelectuales, ni dejaron huellas escritas en las que sus pensamientos se difundieran. No fueron como la actriz austriaca Hedy Lamar  que dejó recuerdos  científicos que ahora afloran a nivel mundial. Pero plasmaron sus bellos rostros y cuerpos llamativos en la historia del arte cinematográfico que en mayor o en menor cuantía, las revivifica.

Se queda uno asombrado de los extraordinarios caracteres que se hicieron famosos en mujeres de cierta relevancia. En el espectáculo sobre todo, poco en la política, esas mujeres brillan no  por su belleza únicamente que es notable, sino por su forma de ser y actuar, casi siempre fuera de los esquemas tradicionales que establecieron los  conservadores de esos entornos.

Ese es el verdadero legado que dejaron. Columba Domínguez, María Félix, Chula Prieto, Isela Vega, son algunos de esos ejemplos que han quedado en el recuerdo sobre esas mujeres famosas, con el gran añadido de escritoras, poetas, investigadoras, periodistas et al, que relumbran en un estado soleado, en el que la bronquez se da tanto  entre ricos y pobres en los que  la franqueza se muestra en medio de la ternura, la tibieza y la solidaridad de muchas maneras.

Las diversas  regiones de este gran país, exhiben tantas diferencias, que llama la atención que los críticos se refieran y censuren en la izquierda tantas corrientes en  partidos, organismos y en conglomerados, cuando eso también  muestra la diversidad de pensamiento. Somos muchos y diversos, aunque  a veces coincidamos en lo esencial.

Algunas fueron señaladas con  el dedo acusador del moralismo

He contado esta anécdota varias veces. En mi niñez mi mamá que era crítica de las mujeres, hacía sin embargo reconocimientos muy notables. Nos mandaba a todos a que fuéramos a conocer a María Félix, que solía visitar a sus hermanos a una  cuadra de nuestra casa por allá a fines de los cincuenta.

Recuerdo un cafecito  especie de accesoria más grande, con  mesitas cubiertas con manteles tipo francés, rojo y blanco, en  los que María Félix se sentaba a platicar con sus hermanos. Tendría unos 40 años entonces, pero se veía más joven. “Vean ese enorme copete tan bello” decía mi madre y nosotros nos fijábamos en su pelo negro, largo, lleno de ondas y en su cintura abrumadoramente breve. Las críticas en torno a ese fenómeno de belleza que no suele darse, hervían  en  mujeres comunes, pero en  las escuelas a donde yo iba había niñas muy parecidas a las que les decían las Marías Félix.

De las mencionadas arriba,  tuve breve contacto con Columba, en  una comida a la que  me invitaron a hacerles un reportaje en medio de un conflicto con la ANDA. Era los mediados de los ochenta. Columba,  una mujer ya grande, alta, delgada, se movía en ese entorno no con la calidad  de la consagrada, sino con la que ha dejado de serlo y se presta a ciertas pequeñas burlas. Ella se paraba, discurría y daba opiniones y en  el aire flotaba el recuerdo de aquella hija de Dolores del Río  que le robó al amante Pedro Armendariz, y  la que sin ropa alguna llegó a casa del amante solo con un  abrigo de visón.

En algunas mujeres sonorenses, hay prietos en el arroz

Quizá en la derecha en la que se mueven Lily Téllez y Yuridia Sierra sean reconocidas. Son sus mismos valores y las han lazando sobre todo a los medios. A la primera después de eso, a una senaduría sin experiencia previa, en lo que se ha mencionado como uno de los errores de AMLO.

Ahora se lanza contra el derecho al cuerpo de las mujeres y las incita a cumplir los designios tradicionales de creadoras de hijos y  llama asesinas a las que desean hacer un uso real de su cuerpo.

La otra, publicó hace tres años un  anuncio para que se  acallara con los medios que se imaginan al candidato presidencial de  Morena y ahora, en  pleno 18 de marzo, utiliza un programa que dirige, para alterar con mentiras la historia de la expropiación petrolera, con toda tranquilidad dueña de un pedazo que le sirve para escupir y ofender.

El cineasta Salomón Laiter publicó “La mujer de Lot en Claves Latinoamericanas” en  1986. Es una serie de 17 relatos que lo exhibieron como un gran narrador que abordó los temas más diversos, como un complemento de su actividad cinermatográfica.

La mujer de Lot, el último de los relatos,  es un escrito sombrío, eco de un desalentado que odia y describe a las mujeres como seres feos, repulsivos  e imperfectos. Un Lot que desprecia a la mujer que volvió la vista a ver a los  ángeles, como él dice y se convirtió, en  esa maldición que se aplicaba al que desobedecía,  en estatua de sal.

Para el personaje  no existen las mujeres claras y valiosas. El las prefigura en este relato, como las mujeres  de derecha arriba descritas, que se aposentaron en lo oscuro de un país, para desde ahí, pontificar sus denuestos. Y volverse después, estatuas de sal.

Frente a la parodia de ciertas feministas, otras abrieron caminos

Las mujeres desinhibidas que se enfrentaron a sus propios entornos llenos de bloques mentales, tuvieron que migrar a otros lugares. El mejor sitio era el del espectáculo donde llegaban mujeres expulsadas a veces de sus propias familias porque habían violado las convenciones.

Las hipocresías de esas sociedades se captaba años después, cuando esas mujeres, ya famosas, reconocidas y sobre todo ricas, eran recibidas por los mismos grupos que las habían rechazado. Yo recuerdo en mis años de joven reportera, la historia de Isela Vega  en Hermosillo, en  medio de murmullos condenatorios.

La llamada pureza impuesta a las mujeres por curas misóginos, se erguía contra mujeres que vivían su vida felizmente. Muchas se marchaban en  busca de otros horizontes, cambiaban de ciudad o se adaptaban en plan de redención en  la sociedad que las signaba.

A muchas eso les valió. Isela tomó un vehículo se fue y poco a poco en medio de seres también desinhibidos, actores, productores, directores fue forjando una carrera en la que se expresaban las causas que la habían marcado en su pueblo. Al principio las críticas eran acerbas  no solo a ella sino  a todas las que rompían las reglas. 

Pero  un mundo se fue abriendo, en el que mujeres como Isela fueron  aprendiendo, mostrando su talento y en manos de verdaderos creadores, mostraron lo que realmente eran. Mujeres valiosas, buenas actrices y talentos que dejaron  huella en un tipo de cine.

Lo maravilloso de todas esas mujeres, es que nunca cejaron en su forma de ser. Son  famosas las frases de María,  de Isela, de Columba y de otras. Siempre rejegas, llenas de  genio y talento.


Teresa de Jesús Gil Gálvez

Nací en La Colorada, Sonora, estudié en la Universidad de Sonora que me dio mención honorífica por mi tesis La libertad de prensa en México. En la UNAM hice estudios de maestría en Ciencias penales. En medios sonorenses trabajé, desde la adolescencia, en los más importantes del estado y en julio de 1972 salí en un tren hacia la gran capital, donde he trabajado en medios importantes, diarios, semanarios y revistas, con breves retiros al mundo entre ellos una corresponsalía en España.

Colaboradora desde enero de 2017.


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