Utopía
Fue demasiado notorio en la mañanera del martes 4 el inmediato cambio de parecer del presidente Andrés Manuel. Primero hizo una muy comedida observación y a renglón seguido corrigió: “La verdad es que Televisa ha cambiado mucho”, sin mediar ningún argumento o explicación a las robustas audiencias que lo ven y escuchan diariamente.
Un día antes, el lunes 3, criticó en forma mesurada las sumamente desequilibradas mesas de dizque análisis, e incluso preguntó si todavía se transmite Tercer Grado (legrado, para sus críticos) y ante la respuesta afirmativa generalizó su observación a todas las existentes en las televisoras y las radiodifusoras, cuando es evidente que existen otras mucho más equilibradas, como la de los lunes en Aristegui Noticias, aunque los otros cuatro días de la semana es un coro crítico hacia la Cuarta Transformación y en el que destaca Anabel Hernández con lo que ella denomina “mis investigaciones”, pero sin dar prenda de ellas.
Esta dualidad en el pensamiento de López Obrador no es nueva, la detecté en 2004 y valoré, espero, en el libro Un proyecto alternativo de nación que publicó hace 13 años Ediciones Quinto Sol, del difunto ingeniero y amigo, Salvador González Marín: http://www.forumenlinea.com/index.php/complot
Desde que López Obrador fue jefe de Gobierno del Distrito Federal y armó su primera candidatura presidencial, apareció con fuerza la dualidad hacia Televisa que daba muestras de que la detectó bien y jugaba perversamente con ella, pero el “Haiga sido como haiga sido” de Felipe Calderón, los dueños de México, el entonces duopolio de la televisión y el oligopolio radiofónico pusieron las cosas en su justo lugar en el pensamiento de Obrador. Con toda claridad lo mostró Hernández en aquel muy difundido cartón en el que las “estrellas” de Televisa y Ciro Gómez Leyva aparecían como perros guardianes del sistema política montado alrededor del PRIAN.
Sin embargo, durante una entrevista del ya entonces impresentable Joaquín López-Dóriga al precandidato presidencial AMLO en 2011, éste no refrenó su optimismo ante la apertura de los micrófonos propiedad entonces de 13 de los dueños de México. Incluso verbalizó al aire algo así como “entonces ahora podremos dirigirnos a millones sin andar casa por casa”. Y el exempleado del Canal de las Estrellas le juró que sí, cuando el consorcio ya estaba ocupadísimo en la construcción de la imagen pública y privada del gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, como candidato y presidente de México con los presuntos 4 millones de votos comprados.
Más recientemente, en el II Informe de Gobierno realizado en el Zócalo, uno de los invitados especiales del presidente fue Emilio Azcárraga Jean, el principal accionista de Televisa –Teleidiotiza para no pocos mexicanos– y una parte de la asistencia lo increpó con singular pasión. Obrador se molestó tanto que hizo un comentario a los medios.
El consorcio mediático siempre fue y todavía hoy es una rémora para el desarrollo cívico, cultural y político de la nación, aunque no faltan los comentaristas sólidos pero convenencieros, como Federico Arreola Castillo, que aseguran que México cambió en materia democrática gracias a los aportes de Televisa.
El hecho es que mientras el presidente Andrés Manuel no supere esa dualidad con la ahora Televisa-Univisión que daña no a su gobierno sino al país, persistirá una contradicción que más temprano que tarde pagará la 4T. Los tiempos del Ejecutivo federal –“del pueblo” en su concepción– cedidos al trinomio de la televisión fueron apenas un pequeño adelanto.
Eduardo Ibarra Aguirre
Autor de Utopía. Coordinador del Grupo María Cristina. Perseguido por la Sedena (1993-2002) por difundir la propuesta del ombudsman militar. Demandante laboral del CEN del PRI (1992-93). Editor de Forum en Línea desde diciembre de 1993. Redactor de cinco libros y coautor de ocho. Corresponsal en Moscú (1977-79) y becario en Berlín (1967-68).
Colaborador desde el 12 de abril de 2021.
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